1980
Fue la performance multimedial y la reflexión política, más que la música estrictamente tal, lo que dirigió los cuatro años de conjunto entre la bailarina Cecilia Aguayo, la artista visual Jacqueline Fresard, la bailarina Tahía Gómez y la actriz Patricia Rivadeneira. Su cruce con el teatro de vanguardia en los años de dictadura y con músicos como María José Levine y Jorge González (quien mantuvo con ellas no sólo amistad sino también colaboraciones) ha ubicado su nombre como un símbolo del llamado «underground» chileno de los años ochenta. De entre sus integrantes, la que se mantuvo más cercana a la música tras la llegada de la democracia y la disolución del proyecto fue Cecilia Aguayo, quien se integró durante unos años como tecladista de Los Prisioneros y, más tarde, a Jardín Secreto. Aunque el grupo nunca grabó un disco, una compilación de sus grabaciones (con audios de todo tipo, incluso tomados de videos) de esa época fue finalmente editada como LP bajo el sello Hueso Records en 2016.
Hay un conjunto que fue tan subversivo como Quilapayún. No vivió en el exilio, sino en medio del hervidero de la dictadura militar. Y entre esa nebulosa ayudó a mantener vivo el espíritu de la Nueva Canción Chilena con un mensaje a veces explícito, a veces oculto en su presentación de grupo de "música clásica": Napalé. Junto con Barroco Andino sobrevivió a los años duros y llegó a ser el más importante ensamble continuista de una estética que desde fines de los '60 unificó las músicas docta y popular.
La de Quelentaro fue una carrera extensa y marginal a los medios masivos de difusión, sostenida en una poesía solemne, cercana al mundo obrero del que provenían sus integrantes. Aunque nacidos como un grupo, casi toda la historia de Quelentaro fue la del dúo afianzado entre los hermanos Gastón y Eduardo Guzmán, cantautores capaces de sostenerse mutuamente incluso durante el quiebre impuesto por el exilio.
En la referencia al grupo porteño-viñamarino Tryo, indefectiblemente se entra en el terreno de aquellas bandas que, más allá del impacto en el gran público, de la presencia mediática o de las afinidades estilísticas que comparta o no la audiencia, han producido aportes fundamentales a la conformación de un corpus musical chileno. Tryo está a la altura de otras bandas consulares de la década como Fulano, Electrodomésticos, Sol y Medianoche o Agrupación Ciudadanos.
Su nombre se asocia de inmediato al mapa de la balada chilena con mayor difusión en la segunda mitad de los años '80, aquél de televisión y grandes festivales. Pero es un territorio más extenso que ése el que Patricia Frías ha recorrido durante su trayectoria, tanto como intérprete de voz distintiva como también compositora de canciones de intensidad sentimental empáticas con la audiencia, las que hemos conocido en su voz o en la de otro/as cantantes.
Novelista, biógrafo, redactor por encargo, guionista de teatro y cine, Desiderio Chere Arenas fue músico como uno más de sus múltiples oficios. Se mantuvo cercano a autores y conjuntos durante toda su vida (repartida entre Chile y el exilio en Francia), y consiguió que grupos tan importantes como Los Ángeles Negros y Quilapayún grabasen composiciones suyas.
La popularidad de Paolo Salvatore viajó permanentemente entre España y Chile, y lo mantuvo como figura de la canción romántica en mercados cruzados y con un éxito considerable y de larga duración. Hits suyos como “La ladrona”, “La playa está vacía”, “El tomavista” y “El bikini amarillo” son emblemas del tipo de melodía adherente y sencilla que adopta los tópicos de las vacaciones junto al mar y se acomoda en el subgénero de «canción del verano», del cual Salvatore fue muchas veces soberano.
En el Festival de Viña del Mar de 1985 actuó el discreto grupo suizo Krokus, hecho que marcó el punto de partida de Chronos, banda que pasó de la mera copia a los temas propios, y que fue el debut de Alfredo Lewin, único rostro chileno en el canal MTV Latino y actual director del proyecto mediático Rockaxis. José Inhen y Claudio Martínez, ex integrantes de embriones de Turbo, encabezaron Chronos, cuyo segundo baterista, Eduardo Topelberg consolidó su formación con un duro sonido y los llevó a ganar un concurso televisivo de rock.
Un tipo de canto social guiado más por el humor que por el discurso fue el fresco aporte del dúo Los Zunchos a la canción política de los años setenta y ochenta en Chile. Su trabajo suele circunscribirse a la etapa de auge del Canto Nuevo, pero ya en los tiempos de la UP Eduardo Sepúlveda y René Figueroa animaban peñas y fiestas populares con sus canciones en autodefinido «ritmo de chacota», y que en diversos momentos los emparentó con grupos como Amerindios y Transporte Urbano.
Aunque santiaguino, Luis Ortúzar Araya es llamado El Chincolito de Rauco en alusión a esa ciudad de la zona de Curicó, desde donde irradia sus oficios de cantor a lo humano y lo divino, poeta popular y payador. Iniciado en 1955, es uno de los más experimentados cantores vigentes en Chile. Su presencia es habitual en encuentros de payadores nacionales como los de Teno (provincia de Curicó) y Portezuelo (provincia de Ñuble), y al mismo tiempo en velorios de angelitos, vigilias, novenas y encuentros de canto a lo divino.
Bianchi fue el hombre que puso música a los versos en los que Neruda conjetura ‘‘Puede ser un obispo / puede y no puede / Puede ser sólo el viento / Sobre la nieve’’. Es ‘‘Tonadas de Manuel Rodríguez’’, su composición más escuchada. Y mostró de qué modo él llevó como nadie la música popular a otros campos: la poesía, el Conservatorio, la iglesia, el folclor y hasta el deporte están en sus obras completas. Después de 17 frustradas candidaturas, en 2016 obtuvo el Premio Nacionales de Artes Musicales, a sus 96 años. Así se convirtió en el primer compositor popular distinguido y en el segundo nombre de la música no docta en conseguirlo, tras la folclorista e investigadora Margot Loyola, que lo obtuvo en 1994.
Entre la valiosa comunidad de poetas populares de la ciudad de Pirque, Juan Pérez Ibarra es el más dedicado a la tradición del canto a lo divino o poesía popular de inspiración religiosa. Discípulo y compañero de Osvaldo Ulloa y Santos Rubio, cantor, poeta popular y guitarronero, es también cuasimodista y ministro de la comunión, además de gestor de encuentros en torno al canto popular y al guitarrón.
Además de la influencia que la investigadora y Premio Nacional de Arte Margot Loyola ha ejercido sobre generaciones de músicos, su escuela más directa está expresada en Palomar, el conjunto de proyección folclórica que fundó y que dirige junto a su compañero Osvaldo Cádiz desde 1962. Iniciado en octubre de ese año bajo el simple título de Conjunto de Margot Loyola, en 1975 recibió el definitivo nombre de Palomar, abreviatura inversa de Margot Loyola Palacios, y desde su debut ha sostenido una carrera ininterrumpida de más de cuatro décadas dedicado a las culturas tradicionales.
Baterista de jazz que contribuyó a impulsar la escena desde los años '60. Aficionado entusiasta a la música, se vinculó tempranamente con los jazzistas profesionales de la generación joven de la época. Su recorrido musical incluye militancias en el cuarteto Chilean Jazz Messengers, liderado por el pianista Miguel Sacaan, donde un joven Roberto Lecaros tocaba[...]
Una de las cantantes más populares de la Nueva Ola fue Marisol Ravanal, de nombre artístico Marisa, una mujer de ojos tristes que maquillaba de celeste para sus actuaciones de ese movimiento en los años sesenta, y que ha seguido integrando hasta nuestros días los elencos de cantantes nuevaoleros en conciertos y giras (también en la película Un concierto inolvidable, el tributo al movimiento estrenado en 2014). "Tu cambiarás" es el más importante tema grabado por Marisa, y tuvieron también repercusión importante "Llorando en el andén", "Luna lunera" y "Ruego". En 1971 fue la ganadora del Festival de la Canción de Viña del Mar con "Si me miran a los ojos".
Inés del Carmen Lecaros es la hermana menor del clan de músicos vinculados al jazz y que comandan Roberto (n. 1944), Mario (n. 1950) y Pablo (n. 1957). Aunque ella se acercó al reperotorio standard desde su primera actuación en público en 1977 en una jam en el Club de Jazz donde interpretó un tema de Charlie Parker en estilo vocalese, su historia musical la vincula a la composición y autoría de canciones latinoamericanas de raíz y más sobresalientemente a la inspiración de la bossa nova en su creación personal.
Igor Saavedra tenía 22 años cuando tomó por primera vez un bajo eléctrico y antes de cumplir los 23 ya alineaba en el ensamble jazz-rock y fusión del violinista Roberto Lecaros llamado Kameréctrica. Un supergrupo al que Saavedra llegó en 1988 para sustituir al sideman original, Marcelo Aedo, y convertirse de esa forma en el primero de los bajistas eléctricos de fusión de la generación inmediatamente posterior a Jorge Campos, Pablo Lecaros y el propio Aedo.
Contrabajista clásico y de jazz, Carlos Rossat fue un referente en la actividad musical de la Quinta Región, integrante de diversas orquestas y protagonista de la escena jazzística local desde fines de la década de 1980. Se le considera un puntal en la instalación del contrabajo en el jazz moderno, como un sucesor del porteño Luis Basaure. De perfil silencioso y austero, su pulso firme y su sonido amplio se escuchó en sucesivos y activos proyectos, tríos, cuartetos, quintetos y sextetos que delinearon ese sentido actual para el jazz.
Surgido en un contexto universitario y durante pleno período dictatorial, el grupo Compañero de Viajes articuló códigos rockeros con compromiso político y rechazo a los circuitos oficiales de difusión. En pleno "boom pop" de los años '80, cuando los sellos no parecían especialmente selectivos ni exigentes con sus contrataciones, la banda mantuvo una férrea ética interna que, por ejemplo, los hizo negarse a entrar a un estudio de grabación. Cuando lo hicieron comenzó su agonía, que los llevó a su muerte pocos meses después.
Aterrizaje Forzoso fue parte sustancial del llamado "boom pop" que en los años ochenta se apoderó de la música joven chilena. Con origen universitario y valdiviano, fue uno de las primeras bandas de provincia que consiguió un lugar en esa escena, aunque la debacle del movimiento inevitable también los arrastró. Un par de canciones bailables ("Sólo un sueño", sobre todo) y su presencia en los compilados de la época son el legado de este cuarteto sureño, algunos de cuyos integrantes se sumaron más tarde a una etapa del grupo Sexual Democracia.