Cueca
Con siglos de historia, de viajes y transformaciones, la cueca es una tradición apasionante en la música de Chile. Ha sido llamada cueca, chilena, zamacueca, marinera y zamba; se ha extendido por Chile, Perú, Bolivia, Argentina, Ecuador y México y se ha discutido su cuna árabe, hispana, africana, chilena o peruana, según anota el estudioso Juan Uribe Echavarría. Por su origen en la fiesta morisca de la zambra se inclinan Pedro Humberto Allende y la dupla entre Samuel Claro y el cantor Fernando González Marabolí, quien sitúa su raíz en la tradición arábiga del canto a la rueda traído por los andaluces en la Conquista, y afirma que en la Independencia recibe el nombre de "chilena". Como tal llega en manos de la Escuadra Libertadora a Lima, donde a su vez es bautizada como zamacueca. José Zapiola y Eugenio Pereira Salas coinciden en referirla de regreso a Chile hacia 1824, y de vuelta en Perú hacia 1860 es llamada marinera a partir de la Guerra del Pacífico. Desde su origen centrino en Chile se extiende luego por variantes geográficas entre cueca nortina, campesina o chilota, y en los años '60 llega al disco como música típica y como "cueca brava", heredera de la chilena tradicional: la misma que una nueva generación descubrió a comienzos del nuevo siglo.
Petronila Orellana es un nombre principal en el folclor chileno. Una precursora, como la llamó Margot Loyola, y autora de clásicos del cancionero tradicional, como las cuecas “Los lagos de Chile “ y “Chicha de Curacaví”. Con ella como arpista y su hermana menor Mercedes como guitarrista, formaron un dúo que se forjó en espacios campesinos, como rodeos y trillas, y que luego -sin abandonar esos circuitos rurales- llegó a la ciudad para presentarse en auditorios radiales y grabar varios discos a partir de los años '20. Tras el fin del dúo de hermanas en 1943, Petronila ejerció el oficio musical en su casa de canto, situada en el barrio Pila del Ganso. Se retiró paulatinamente de la música hasta su muerte, en Santiago, en 1963.
Uno de los más prolíficos compositores chilenos del siglo XX, Ariel Arancibia registró sobre quinientas canciones de su autoría, y no es sencillo escoger cuál es la más famosa: para elegir están los éxitos de la Nueva Ola "Dilo calladito" (Cecilia) y "La gotita" (Gloria Benavides), el éxito de clásico universitario "La ballena" (Sussy Vecky), el tema televisivo "El bailongo" (Don Francisco); y el éxito absoluto de Los Huasos Quincheros, la guaracha "El patito", entre otros. Y además está su fundamental labor como arreglador, en discos tan relevantes como Homenaje a Óscar Castro (1970), de Los Cuatro de Chile. De gran versatilidad musical, durante su carrera se dedicó a las revistas musicales, los clásicos universitarios, la televisión, el cine, el teatro, la tarea de dirección artística que desempeñó en el sello RCA Victor y la composición de música sobre poemas de Pablo Neruda, Óscar Castro, Daniel de la Vega y otros autores. Fue siete veces finalista en el Festival de Viña, donde ganó una Gaviota de Plata en 1972; y meses antes de su muerte, en 1997, fue nombrado socio emérito la Sociedad Chilena del Derecho de Autor, SCD.
Los cruces territoriales de la percusión describen a Gustavo San Martín en tres frentes, a través de los cuales asume tradiciones rítmicas como baterista. Ha explorado la cueca urbana, las raíces de la cumbia y sus transformaciones y desde luego el jazz contemporáneo, género que lo situó finalmente como nombre propio y líder de quintetos con el disco En casa de árbol (2018). En ese campo su propuesta incursiona en los puntos de encuentro entre la improvisación jazzística natural y el amplio universo del folclor chileno.
Más que como conjunto, prefieren presentarse como un «colectivo». La palabra sugiere el trabajo de todas sus integrantes en igualdad de condiciones, sin jerarquías entre ellas y en permanente contacto con audiencias amplias, atentas al cultivo de la cueca urbana o centrina («aunque, ojalá, sin apellidos», prefieren).
Cantante, músico, bailarín y autor, Héctor Pavez es uno de los principales artistas de la música popular que desde fines de los años ‘50 se nutrió de la raíz folclórica en Chile, junto con Víctor Jara, Patricio Manns y Rolando Alarcón. Tal como la mayoría de ellos, su trabajo fue marcado por la recopilación folclórica, la Nueva Canción Chilena, la canción social, el compromiso político y la persecución de la dictadura. Chiloé fue un eje primordial en la música de Héctor Pavez a partir de su participación en el conjunto Millaray entre 1958 y 1965; de esa raíz hizo recopilaciones como la cueca "La huillincana" y "El lobo chilote" y creaciones propias como "Para bailar sirilla". También es autor de la popular "Cueca de la CUT", una muestra de la conciencia política que iba a motivar su activa participación en el gobierno de Salvador Allende y, después del golpe de Estado, el destierro en el que murió en París en 1975.
La formación tradicional del cuarteto de cueca capitalina está presente en Las Mononas, elenco femenino que se inició espontáneamente con tres estudiantes de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Al poco andar, Daniela Martínez (pandero), Magdalena Espinoza (guitarra) y Natalia Cristina Soto (acordeón) sumaron a la contrabajista Bárbara Carrasco para dar sonido y estilo a Las Mononas. Su nombre proviene de La Monona, mulata limeña que llegó a Chile en 1829 y se convirtió en una insuperable bailarina de zamacueca. Una de sus primeras cuecas difundidas es “Vámonos pa’l Marabú”, en honor a la antigua cantina Marabú, ubicada en la comuna de Las Condes. En su primer recorrido musical de 2017 se presentaron con vestuarios inspirados por una de las arpilleras de Violeta Parra. Han compartido escenarios con otros elencos contemporáneos de cueca como Las Primas, Las Chinas Cholas, Las Pecadoras, Calila Lila, La Muchachada o De Patienquincha.
Un apego de vida a la tradición campesina y la música de su zona, Colchagua, animó por más de dos décadas el trabajo de Los Hermanos Morales —o Los Hermanos Morales de Lolol, como también se les conoció—, conjunto familiar que tuvo su mayor conquista en el primer lugar del Festival del Huaso de Olmué de 1979. Varias grabaciones registran la amplitud de un repertorio alimentado tanto por la composición original como por el material recolectado en terreno, y en el que pueden encontrarse sobre todo cuecas, tonadas, periconas, décimas y canto a lo poeta. Sus cuatro integrantes combinaron la interpretación, la autoría, la investigación y diversas labores para la divulgación del folclor chileno del Valle Central, tanto en escenarios formales como en encuentros comunitarios de campo, como bautizos, matrimonios, trillas y fondas.
El hecho de que los integrantes del sexteto de cueca urbana hayan sido estudiantes universitarios de música, musicología y sonido, define la posición que Los Príncipes tuvieron en la escena de la cueca una vez iniciado el rescate de esta música hacia mediados de los ’90 por grupos como Los Santiaguinos, Los Trukeros y también por el grupo de rock Los Tres.
Los Hermanos Lagos son un trío que desde fines de la década de 1940 marcó una importante etapa en la vida radial, discográfica e incluso cinematográfica de nuestro país. Son los intérpretes de las versiones más populares de las cuecas "El guatón Loyola" y "Adiós Santiago querido", y cuentan en su repertorio con los más variados registros de música tanto nacional como latinoamericana.
Nacidas como resultado de las sesiones de canto y cueca en el famoso bar Liberty del Barrio Puerto en Valparaíso, Las Mestizas comenzaron en la cueca en 2012 y son parte de una generación múltiple de elencos femeninos, detrás de las primeras oleadas de mujeres que se incorporaron al circuito de canto a la rueda y escenarios, como las pioneras Torcazas y más tarde conjuntos como Las Niñas o Las Primas. Cuatro cultoras de la Quinta Región tomaron en un primer momento repertorio de la tradición y luego incorporaron material propio de cuecas porteñas, más lentas, cadenciosas y muchas veces en tonos menores, con temáticas de la mujer y la maternidad, la mayoría escritas por la autora Karen Castillo, colaboradora del conjunto. En sus presentaciones en escenarios, ellas reproducen la dinámica del canto a la rueda, con cuecas cantadas por turnos a cuatro voces.
Los Corrigüela es parte de una cuarta generación de agrupaciones de cueca urbana, con conjuntos como Los Príncipes, Los Benjamines o Voy y Vuelvo. Fue el primer lote que encabezó el cantor y percusionista René Torito Alfaro, quien en la década de 2010 estaba comenzando a emanciparse de Los Trukeros y Los Chinganeros, conjuntos a los que pertenecía en sus inicios en la cueca, para desdoblarse hacia a una independencia que lo llevaría a grabar discos monográficos. Corrigüela podría entenderse como la contracción fonética de la expresión "corre y vuela", pero en rigor es un homenaje a la trepadora de flor blanca conocida como la corre y vuela, que sobrevive a cualquier inclemencia. En la carátula de Apalomillá las cuecas (2011), el único disco que el conjunto dejó, se puede ver la representación de la enredadera y su flor. Fue grabado con la participación de renombrados maestros de la chilena, como el cantor Baucha Araneda y el pianista Aladín Reyes.
Una dedicación persistente y entusiasta por la música tradicional chilena —y, en particular, por la impronta de los dúos campesinos de cantoras—, ha llevado a las hermanas Vania y Constanza Mundaca a una serie de colaboraciones y conjuntos musicales, de entre los cuales su dúo Las Corraleras aparece como el más relevante. Autodidactas en la música, su compromiso con el canto apareció ya en la infancia, y se sostiene hasta hoy en un constante trabajo en vivo, en el que muestran un repertorio conformado no sólo por tonadas y cuecas, sino también por cumbias rancheras y otras canciones populares. Ambas cultivan también su gusto por el bolero en el Trío Esmeralda como proyecto paralelo.
El dúo formado por Carola López y Carola Carmona fue parte de una amplia escena urbana impulsada por la revitalización de la cueca a comienzos de la década de los 2000. Como primeras secuelas de ese movimiento de cantores y músicos aparecieron una serie de elencos femeninos. En 2009, Las Carolas tomaron su espacio musical allí, también como investigadoras y profesoras de música, con la que dieron curso a su estudio del canto a la rueda. Acompañadas por una serie de músicos varones, mantuvieron su identidad femenina y un enfoque acerca de la sensualidad escénica de la dama en la cueca chilena. Sus referentes han sido conjuntos de rodeo como Las Morenitas y bravos cantores como Los Chileneros, y actuaron en el circuito de la cueca entre Santiago y Valparaíso, con apariciones en El Huaso Enrique, el Club Matadero, El Rincón de las Guitarras, La Chimenea y la histórica rueda que tuvo lugar entonces en el Galpón Víctor Jara. No dejaron discos grabados.
La cita impecable a un antiguo género de la canción popular en castellano particularmente anclado a Chile, como lo ha sido el vals peruano, es lo primero que se reconoce en el trabajo de Los Celestinos, conjunto nacido en Santiago y que en sus conciertos y grabaciones combina el homenaje a viejos títulos del género con composiciones propias en similar clave. Su música abarca también bolero y cueca; y dos de sus integrantes fueron parte de la agrupación cuequera La Gallera, lo cual en parte explica su aplicación y fuerza en la interpretación en vivo y la destreza sobre los instrumentos. Además de un disco (Se sufre pero se aprende, 2014), Los Celestinos registran hasta ahora colaboraciones en estudio con Rulo y Carola Guttmann, y han compartido escenario con El Bloque Depresivo y Max Berrú.
En la búsqueda de una reobservación del rol de la cantora popular de fiestas campesinas, las cultoras e investigadoras Leslie Becerra y Cecilia Canto formaron un nuevo elenco femenino tras su paso por el conjunto Las Peñascazo, donde habían estudiado y remontado musicalmente los oficios femeninos. Desde 2009, junto a Patricia Araya y Tania Gómez, que venía del grupo Las Niñas, formaron Las Primas. Con repertorios de cuecas, tonadas, valses, polkas y otros ritmos, y con la colaboración de Rodrigo Miranda, de Los Trukeros, retomaron entonces la función de la cantora tradicional en los contextos contemporáneos. Han publicado los discos Cantora (2012), Chilenitas (2013) y Cantares (2016), que contó con la guitarrista de El Monte, Carolina Sotelo.
Integrado por María Venegas e Inés Sotelo, este dúo de cantoras se inicia en el año 1945 en el ámbito de una activa escena musical propiciada por la importancia de las boites de la época, así como la radio y sus auditorios. Es así como su debut en la vida musical comenzó con cuatro presentaciones sucesivas en Radio del Pacífico, Radio Sudamericana, Quinta Carroza y Club de la Medianoche.
Fue cantor y tomó la guitarra, el pandero o el bajo cuando había que tocar. Cuequero o tanguero si era por hacer bailar, autor y compositor si hacía falta repertorio, arreglador y director de grupos y grabaciones si era preciso llevar la batuta, fue también viajero y cronista innato a la hora de hacer historia y memoria. Son muchas las facetas de Pepe Fuentes, un hombre en el que coincidieron los oficios diversos del músico popular. Tuvo una carrera que avanzó desde conjuntos históricos como Fiesta Linda en los años '50 y Los Pulentos de la Cueca en los '80 hasta su llegada a las generaciones que en el nuevo siglo lo vieron en acción sobre los escenarios, a dúo con la cantante María Esther Zamora o con músicos actuales como Álvaro Henríquez. Chile y otros países en su bitácora, decenas de grabaciones como solista o con diversos conjuntos, el legado personal de su libro biográfico A la pinta mía (2014) y el Premio Nacional de Música Presidente de la República que obtuvo el mismo año son algunas marcas en su trayectoria infatigable.
Las Capitalinas son parte del resurgimiento de la cueca urbana que tuvo lugar a fines de los '90, pero en mayor medida a su vez fueron pioneras entre los conjuntos exclusivamente femeninos de cueca, junto a las también sambernardinas Las Torcazas. Si bien Las Capitalinas comenzaron a elaborar una música inspirada en la tradición chilenera, fueron finalmente un claro exponente de las transformaciones de la cueca, llevando la música hacia una "cueca fusión" con otros ritmos populares, desde el vals y el bolero, al foxtrot, el swing y el blues.
Parte de la cuarta generación de conjuntos de cueca urbana que aparecieron en la ola del resurgimiento de esta música, junto con otros elencos como Voy y Vuelvo o Los Príncipes, Los Benjamines asimilaron esa cultura chilenera desde fuera, incorporando elementos como músicos de otras formaciones, generando una idea distinta del canto y la cueca. Los Benjamines salieron entonces a cantar en los tres espacios fundamentales de esa tradición cuequera capitalina: El Matadero, la Estación Central, la Vega. En su recorrido han dejado cuecas propias y de la tradición en los álbumes de su primera década de acción: Del canto que trajo el moro (2013), De noche y de amanecida (2015) y Cantores (2023).