2000
Mixturas que balancean melodías del R&B, soporte rítmico del hip-hop, atmósfera de la electrónica chill-out e ingredientes sonoros del jazz aparecen en la música de Ignacio Torres, cantante, compositor y multi-instrumentista de la joven generación del neosoul chileno que despuntó durante la década del 2000 y en su caso a los 20 años sobre el fin de esa nueva época para la música de raíz negra. En ese ambiente ha compartido espacios con nombres mayores del circuito, como colaborador de Pedro Foncea y de Matahari, banda que en 2011 teleoneó a Jamiroquai con Torres en los micrófonos del coro, además de Go y Carito Plaza como primeras figuras de un recambio generacional. Pero Torres también es parte de la oleada de voces y autores del soul que integran figuras como Martina Lecaros, Daniel Donoso, K-réena y más adelante Francisca Riquelme. Su discografía incluye títulos a lo largo de todos los años 2010: Ahora es cuando (2012), Unplugged (2016) y Esencial (2020).
Cantante, pianista, compositora y autora, Katherine Denisse Muñoz ha recorrido el camino de una música que se refuerza entre la tradición latina de la canción romántica y cierta influencia de la balada R&B. Si bien se hizo conocida por primera vez como parte de la generación reunida en 2007 por el Sello Azul, cuando se presentó con el nombre de Yahís, la cantante recuperó finalmente su identidad para presentarse tiempo después como Katherine Denisse.
Vinculado a las diversas escenas del metal contemporáneo, Mauricio Nader ha mostrado una versátil presencia como músico de bandas así como solista del bajo eléctrico, instrumento con el que expandió sus propiedades como intérprete. Nader anota militancias en agrupaciones de diverso rango en el género, como Six Magics, Hidalgo y Alejandro Silva Power Cuarteto, pero además, promediando la década de 2010, realizó una exploración personal de las capacidades instrumentales del bajo activo, elaborando discursos propios en el campo de la técnica llamada chordmelody. Así llegó a grabar discos con piezas adaptadas para el bajo sin acompañamiento.
Es inevitable citar a Stereo 3 como la respuesta masculina a Supernova. También un trío vocal de jovenes debutantes, el conjunto contó con la misma dupla de composición y producción que había conceptualizado al exitoso grupo de "Maldito amor" (la de Cristián Heyne y Koko Stambuk). Como el suyo, el de Stereo 3 fue un chispazo de éxito, pero que dejó al menos dos temas en el recuerdo colectivo y un solo disco para el recuerdo.
Animado por la instantaneidad y alcance de internet, este grupo publicó en 2008 su primer trabajo en forma gratuita, bajo licencia Creative Commons. El EP, titulado Johnny Yen, consiste en quince megas de punk rock simple y efectivo, grabados en el estudio de Pablo Giadach (guitarrista de Casino y The Ganjas), y recoge las influencias primordiales que ellos mismos citan: The Stooges, Nirvana, The White Stripes y Sex Pistols, entre otros.
Distintas transiciones en su sonoridad y formación fueron parte de la historia de esta banda. Del funk-rock avanzaron hacia composiciones más cercanas al pop, plasmadas en varios discos y cambios de integrantes. Luego de un tiempo de improvisaciones y grabaciones en casa, dos sucesivos ingenieros de experiencia, Hernán Rojas y Marcelo Aldunate, ayudaron a orientar a la banda en un camino discográfico. Este último invitó a la banda a grabar en los estudios de la radio Rock & Pop, y de esas sesiones se levantó el EP Trébol (2007). Para entonces, cuando el grupo quiso registrar su nombre se encontró con la desafortunada sorpresa de que la palabra estaba inscrita por la Polla Chilena de Beneficencia. De ahí en adelante fueron Tréboles, una banda de un pop amigable para radios y audiencias en vivo.
Según apunta la historia de la música popular en Chile, el primer bajista eléctrico del jazz nacional fue este legendario músico peruano. Enrique Luna antes que Jorge Toscano Vidal, Ernesto Holman o Pablo Lecaros. Luna marcó la orientación con su particular operativa improvisacional sobre las cuatro cuerdas y, sobre todo, como pivote de un grupo de jazzistas modernos desde fines de los '60.
En una época en que las orquestas populares no tuvieron ni la más mínima parte de los espacios con que siempre contaron en la noche bohemia capitalina desde los años '20, la irrupción de la big band dirigida por Juan Azúa bajo el nombre de The Universal Orchestra vino a reactivar la estética de la música ligera de atril y el swing jazzístico. No sólo pasó a ser la más reconocida entre sus pares desde los comienzos de la década de los 2000, sino que su versatilidad estilítica, el glamour de sus presentaciones, la inclusión de históricas voces y la convocatoria de buena parte de los mejores solistas del jazz de la época, hicieron de The Universal Orchestra un suceso en sí misma.
El soul latino y la balada R&B fueron las primeras vías de expresión de la cantante, compositora y profesora de música serenense María Illanes, vinculada entonces a un frente de voces cultoras de esta raíz negra del pop, como Carito Plaza, Martina Lecaros, K-réena y Celeste Shaw, intérpretes capitalinas que nutrieron esa nueva escena. Aunque su evolución musical, una vez que se mudó a España, tomó elementos de la canción acústica folk que le dio categoría de cantautora.
A la zaga de los tres principales conjuntos del Club de Jazz que alcanzaron una larga vigencia (la Retaguardia Jazz Band, los Santiago Stompers y el Santiago Hot Club), el grupo Seis a la Dixie se unió entonces a la actividad musical alrededor del jazz tradicional que estaba teniendo lugar en los años '90. Así cultivó una música vinculada directamente con el dixieland, estilo engalanado por una improvisación colectiva, dinámica interacción entre los músicos y popularizado también por vestuarios, chaqués, corbatines y sombreros canotier, como su imagen más reconocible.
El guitarrista y compositor Diego Farías apareció como uno de los solistas del jazz contemporáneo de mediados de la década de 2000, junto con los nombres de Cristóbal Menares, Armando Ulloa y el sobresaliente compositor Esteban Sumar. Desde fines de la década demostró un peso específico propio como compositor y líder, presentando una serie de tres discos con música autoral para distintos formatos, tríos, cuartetos, quintetos y conjuntos intrumentales-vocales.
Gonzalo Planet es un músico de rock, bajista colaborador de una serie de bandas, entre ellas Los Santos Dumont y Fruto Prohibido, pero con mayor visibilidad fue su alianza en el grupo Matorral desde 2002 el más importante hito en su historia musical. También periodista, Planet cuenta con una valiosa una investigación sobre las bandas del beat chileno (Se oyen los pasos, 2004), y ha sido productor de discos del sello Cápsula y colaborador de solistas como Leo Quinteros y Felipe Cadenasso, compañero de ruta en Matorral. En 2012 realizó un disco experimental junto al poeta Enrique Winter, titulado Agua en polvo.
Un fugaz fenómeno musical fue el de Anita Alvarado, la autodenominada “Geisha Chilena”. El año 2002 lanzó su único disco, gestionado por un ejecutivo discográfico, y que vendió nada menos que 25 mil copias. Canciones referidas a su vida (sin muchas metáforas) y la producción del prestigioso Gogo Muñoz conformaron su aventura musical, que no recibió muchos comentarios musicales, y que terminó tal como empezó: Súbitamente y sin dejar huellas. "La gallina", un relato de su propia vida, fue el único single que alcanzó a sonar en algunas radios.
Si la vocación del bajista, guitarrista y cantante José Miguel Comegato Montenegro ha sido la de tocar rock lento y oscuro, el trío Electrozombies ha sido el paso más logrado de su historia. Tras iniciarse en el metal con la pionera banda Necrosis y de tocar rock en Supersordo y Yajaira, Comegato formó Electrozombies junto a las hermanas Marcela y Paola Zamorano en bajo y batería, inscribiéndose de plano en el género del doom-metal, la facción más sombría y lóbrega de la música metalera. Lenta, oscura, profunda, la música del trío se basa en los pausada eternidad de los ritmos de batería, sobre los que el cantante toca una guitarra distorsionada y canta sobre temas religiosos o fúnebres. La separación de Yajaira en 2006 dejó a Electrozombies como la ocupación musical única de Comegato, y el grupo ha intensificado su agenda. Su historia está más formalmente relatada en un libro publicado en 2020 por el novelista Patricio Jara.
Cantautor de trayectoria extendida, tanto en el tiempo como en el mapa y los referentes, Alejandro Lazo ha emparentado parcialmente su música con el Canto Nuevo y la canción de exilio, aunque también se ha mantenido activo fuera de esos bordes. «Mi generación es la generación del sandwich», ha definido.
Carmelo Bustos fue uno de los más legendarios y longevos músicos en la era de la radio y la boite, integrante de prestigiosas orquestas de música popular como primer saxofonista alto que animaron la bohemia capitalina, en especial con el protagonismo que tuvo como director musical de la afrocubanísima Orquesta Huambaly entre 1954 y 1962. Clarinetista y saxofonista, su swing natural inundó no solo su época de juventud y adultez, sino que se traspasó a generaciones de saxofonistas de los años '90, '00 y '10, a las que formó como profesor, depositando ese swing como una herencia personal. Murió a los 96 años como el último dinosaurio de la vieja guardia de la música popular.
Años de flores, brillo y tacones, según declaración propia, suman Las Niñas entregadas a cantar y tocar cueca. Desde su aparición en 2007, este conjunto santiaguino integrado siempre y sólo por mujeres se ha transformado en una de las agrupaciones más persistentes en los escenarios cuequeros de la capital, registradas en dos discos hasta la fecha y gestoras del encuentro en vivo "A pasar agosto con Las Niñas" que ya es habitual en la antesala de septiembre de cada año en Santiago.
Miembro fundador de una de las canteras más innovadoras y desprejuiciadas de hip-hop de la década de los 2000, Gen (alterego de Freddy Olguín) fue el primero de los integrantes de FDA en encauzar sus inquietudes sonoras a través de una carrera solista. Mientras Nicolás Carrasco (Foex) inició una prolífica trayectoria como productor y Enzo Miranda (Koala Contreras) fusionó rock y swing por medio del combo Cómo Asesinar a Felipes, Olguín ha editado discos personales de notable factura que confirmaron su impronta atípica dentro de la escena: rimas introspectivas y ajenas a la crítica evidente y una paleta sonora capaz de trascender el purismo del rap para incorporar elementos del rock y la electrónica.
Hay un conjunto que fue tan subversivo como Quilapayún. No vivió en el exilio, sino en medio del hervidero de la dictadura militar. Y entre esa nebulosa ayudó a mantener vivo el espíritu de la Nueva Canción Chilena con un mensaje a veces explícito, a veces oculto en su presentación de grupo de "música clásica": Napalé. Junto con Barroco Andino sobrevivió a los años duros y llegó a ser el más importante ensamble continuista de una estética que desde fines de los '60 unificó las músicas docta y popular.
Aysenina de nacimiento pero maulina por adopción, Perla Oñatt es reconocida como cantora de rodeos de Colbún, activa en medialunas, ferias costumbristas. vendimias, trillas a yegua suelta y competiciones de cueca, espacios donde no solo exhibe su canto sino que ha realizado un gesto de rescate del patrimonio musical campesino, sosteniendo en el presente la tradición de la cantora del pasado. En una misma ruta establecida por figuras y sus referentes Mirtha Iturra y Carmencita Valdés, ella es parte de una abundante comunidad de cultoras de la música corralera que han llevado ese repertorio de tonadas, cuecas, valses y habaneras al disco. Perla Oñatt integró el dúo campesino Las Chileneras, con guitarra y arpa, a la vieja usanza de las hermanas cantoras que animaban festividades. Sus primeros álbumes son Sentir y tradición (2016) y Tierra linda (2021), cuyos repertorios hablan de la vida y las tradiciones en los campos maulinos, e historias de huasos y jinetes.