1980
Con estudios de canto lírico en la Universidad de Chile y de canto popular con la maestra Inés Délano, en plenos años de la dictadura militar Katty Fernández ingresó al movimiento del Canto Nuevo como un joven nombre de este circuito. De la trova pasó a la fusión, colaborando en 1982 con músicos como Joe Vasconcellos y Ernesto Holman, entonces integrantes de la nueva formación de Congreso, y como integrante del grupo Sesión Latina, al que llegó en 1980. Cantó en el programa televisivo "Chilenazo" y participó en el Festival de Viña del Mar. En 2005 publicó su primer disco autoral, Americana criatura.
Ariel Rómulo Aguirre Montaldo, mucho más conocido solo como Yelo, es un baterista de jazz que cruzó las décadas en el oficio musical y llegó a ser considerado un referente jazzístico en la Quinta Región. Con un estilo percusivo elegante y de gran swing, apareció como adolescente a fines de los años '60 en Viña del Mar y Valparaíso, sobre todo junto a su hermano mayor, el trompetista Pablo Aguirre. Pintor y músico, mantuvo un perfil bajo pero llegó a ejercer una influencia importante entre los músicos de ese eje territorial, cruzando generaciones y proyectos.
Heredera de una tradición musical y familiar a la vez, María Esther Zamora es una de las hijas del folclorista Segundo Zamora, autor de las cuecas "Adiós Santiago querido" (1942), "Mándame a quitar la vida" (1948) y "El marinero" (1950), entre muchas otras, y como cantante popular y folclórica ha sido constante animadora de escenarios chilenos ligados al folclor. Intérprete de cuecas, tonadas, tangos, boleros, chachachás, valses y otros ritmos populares, es en dupla con el músico y cantor Pepe Fuentes que protagonizó por décadas una de las parejas más activas de la escena y alcanzó gran impacto en el medio con la Casa de la Cueca, espacio que ellos habitaron como residencia en avenida Matta y que ha sido centro de divulgación de folclor. Desde 1996 ambos acompañron además a Álvaro Henríquez, en instancias como el festival sambernardino "Abril, cuecas mil" y las anuales versiones de La Yein Fonda, y figuran de hecho en los discos La Yein Fonda (1996) y La Yein Fonda II (2001), grabados en vivo en esas fiestas dieciocheras.
Entre las intérpretes chilenas, Cecilia Echenique muestra un repertorio versátil y de extendida vigencia. Su carrera, marcada por sus diez años como integrante del grupo de música infantil Mazapán, ha sabido buscar caminos de desarrollo en ámbitos casi opuestos; desde la música de inspiración religiosa, hasta un sensual registro con clásicos de Brasil. Músicos como Eduardo Peralta, Mario Rojas y Alberto Plaza se han contado entre sus socios.
La falta de un hit radial auténticamente masivo pesó en el recuerdo que le dejó Banda 69 a los recuentos del llamado boom del pop chileno de los años ochenta. Pese a que su nombre suele relegarse en favor de otros combos tipo new wave más populares, el grupo fue una sociedad bien articulada y de muy interesante propuesta, cuyo primer disco puede considerarse entre lo mejor que se editó durante esa década en el país. Banda 69 tuvo un desarrollo breve que dejó apenas el registro de un álbum y dos temas de trascendencia: “Fantasías sexuales” y “La espía que no me amó”. Desde 2007, y de modo intermitente, la formación original de la banda ha estado ofreciendo conciertos en vivo, e incluso se aplicó en la grabación de un álbum con material nuevo.
El triángulo de los guitarristas de fusión tiene en sus vértices nombres clave: Antonio Restucci (n. 1956), Juan Antonio Sánchez (n. 1965) y Alberto Cumplido (n. 1958). Mientras Restucci dejó el grupo La Hebra y Sánchez emigró de Entrama, Cumplido fue el único que se mantuvo activo como compositor y solista y en su calidad de líder de Quarto Mundo, un ensamble para el que preparó un extenso catálogo de obras acústicas, basadas en la mezcla de música contemporánea, étnica fusionada y jazzística, que hicieron del músico una de las llaves de la guitarra moderna. Asimismo, Cumplido es el creador, gestor y director del festival Entrecuerdas, que desde el año 2000 ha marcado el pulso de la guitarra en su más amplio espectro.
Su inolvidable nombre, persistente autogestión y avanzado espíritu subversivo convirtieron a Pinochet Boys en una de las bandas más importantes del punk chileno —según muchos, la primera de todas—, pese a su corta vida y a que por décadas no existió registro alguno de su trabajo. El grupo mantuvo siempre una misma formación, y decidió su separación durante un viaje a Brasil. Todos sus integrantes se destacaron luego en diversos proyectos musicales en Chile y el extranjero. Pinochet Boys es ineludible en la revisión de los márgenes de la cultura santiaguina bajo dictadura; un logro que la banda jamás llegó siquiera a imaginar.
Al finalizar los '80, el guitarrista Emilio García (ex Aparato Raro) y el baterista Raúl Aliaga (ex Latinomusicaviva) formaron uno de los primeros "power tríos" en la época posterior al régimen militar. La agrupación, a la que además se unió el bajista Marcelo Aedo (de Alsur), fue un prototipo de los tríos eléctricos que el guitarrista iba a liderar durante los años '90 en una marcada línea jazz-rock.
Desde su aparición a comienzos de los '70 a la cabeza del Trío Jazz Moderno, el pianista Moncho Romero se transformó en uno de los principales músicos chilenos que profundizaron sobre la estructura del trío jazzístico acústico. Romero no sólo fue un músico de jazz permanente, sino que además actuó como contrabajista clásico en la Orquesta Sinfónica de Concepción, su ciudad natal.
Además de la influencia que la investigadora y Premio Nacional de Arte Margot Loyola ha ejercido sobre generaciones de músicos, su escuela más directa está expresada en Palomar, el conjunto de proyección folclórica que fundó y que dirige junto a su compañero Osvaldo Cádiz desde 1962. Iniciado en octubre de ese año bajo el simple título de Conjunto de Margot Loyola, en 1975 recibió el definitivo nombre de Palomar, abreviatura inversa de Margot Loyola Palacios, y desde su debut ha sostenido una carrera ininterrumpida de más de cuatro décadas dedicado a las culturas tradicionales.
Aunque por años una elenco de cantoras de rodeo, Las Morenitas lograron presencia y fama como uno de los conjuntos más tradicionales alrededor de la música típica chilena. En su historia alternaron presentaciones en locales nocturnos y auditorios radiales pero también fiestas costumbristas y celebraciones campesinas. Nacidas en Ñuñoa, Isabel Chabelita Fuentes se unió a su vecina Laura Yentzen, y poco después a Petty Salinas para formar el primer trío de Las Morenitas. Sobrepasando las seis décadas de vida musical en 2014, el conjunto femenino fue el más longevo en la era del llamado folclor de masas, con un trabajo regular en escenarios y grabación de discos.
La música tropical ubica protagonistas en lugares y funciones diversas, y Juan Chocolate Rodríguez se ganó esa figuración merecidamente en el micrófono. Fue desde los años cincuenta voz para la cumbia, la salsa, el bolero y otros ritmos de raíz centroamericana, y sobre todo como el gran cantante afrodescendiente de carisma, estilo e impronta en orquestas de época como la Cubanacán y la Ritmo y Juventud.
Iniciada espontáneamente en el Canto Nuevo de los ’80, Verónica González no fue una figura habitual en aquellos circuitos de música, poesía y protesta política y social como sus contemporáneas Isabel Aldunate, Cristina González o Rosario Salas. Sus permanentes viajes la ubicaron como una artista de paso por Chile, y fue la influencia de muchos sonidos la que determinó su lugar en la música: una exponente de la world music en Alemania, su lugar de residencia.
Suele recordarse a Humberto Lozán como la voz mayor de la Orquesta Huambaly, un crooner de encanto, calidez vocal y ductilidad como pocos en su tiempo, al frente de la mejor compañía imaginable para la interpretación de repertorio de baile en restaurantes y salones de hotel. Sin embargo, Lozán desarrolló también una trayectoria solista, con discos propios y recordados recitales. No ha sido frecuente en Chile el arquetipo de cantante de gran potencia ajustado a ritmos centroamericanos y afrocaribeños, y a la vez cómodo con las exigencias del swing junto a intérpretes de jazz. Lozán se eleva, en ese sentido, como una de las más notables excepciones. Se volvió habitual leer su nombre en prensa —no sólo chilena— junto al adjetivo 'deslumbrante'.
Jaime Atria es un activo autor de tonadas, valses, cuecas y canciones festivaleras con gran presencia en la industria del folclor de masas y la música típica, además de el responsable de una de las piezas más representativas de la identidad chilena del siglo XX. Ese himno canción nacional comienza con el trallazo cuequero de “Déjame que te llame / la consentida”, y se llama, justamente, "La consentida", obra que le significó a Atria un espacio entre los grandes autores de canciones chilenas de todos los tiempos.
Uno de los precursores del éxito de la música mexicana en Chile es Fernando Trujillo. Contemporáneo del éxito de cantantes internacionales como Pedro Vargas y Pedro Infante, tiene edad suficiente para haber empezado al mismo tiempo que los adelantados locales de Los Queretanos o Los Huastecos del Sur, de los que formó parte entre 1953 y 1963, y convivió luego en frecuentes festivales rancheros con dúos, cuartetos y cantantes mariachis como Lupita Aguilar, Los Hermanos Bustos, Los Llaneros de la Frontera o Eliseo Guevara. Pero también el bolero y el gran cancionero latinoamericano fueron parte de su repertorio. En grabación junto a la orquesta de Valentín Trujillo, su hermano menor, popularizó además el éxito "Antofagasta dormida", vals de Gamaliel Guerra. La cercanía con tan prestigiado pianista lo hizo convivir desde pequeño con la música en casa como un lenguaje cercano, y acompañó luego gran parte de sus mejores grabaciones. Además de la música compartieron ambos un mutuo gusto por el boxeo, pero además el viaje quizás más relevante del Trujillo mayor: invitado por Valentín, al fin en 1998 pudo conocer México.
Chile no estaba para fiestas a fines de los años setenta, pero la música de Frecuencia Mod logró, incluso bajo el severo toque de queda impuesto por la dictadura, reproducir a escala local la fiebre disco además de imponer baladas-pop de avanzada producción e impecable factura. El grupo fue un trío vocal conformado por las hermanas Dolores, Patricia y Soledad García que ubicó en radios al menos tres temas de enorme popularidad: “Cállate (Ya no me mientas)”, “Duele, duele” y “Yo soy una dama”. Sus cuidadas armonías vocales y prolijos arreglos legaron un sonido que aún suena elegante, muy por encima de similares esfuerzos bailables de la época. En búsqueda de internacionalizar su carrera, las tres hermanas García Salas viajaron a Alemania, en una visita promocional que terminó siendo permanente. Las tres residen hoy en Europa, desde donde realizan muy esporádicas visitas a nuestro país y mantienen una vida alejada de sus recordados éxitos.
Los últimos años han hecho figurar a Melvin Corazón Américo como el padre de Américo, una de las grandes figuras jóvenes de canción romántica y bailable. Pero en el largo plazo este cantante ariqueño tiene de su lado una trayectoria de años ligada al bolero popular y a la música tropical. Se mantiene con presentaciones constantes en el norte del país, y ha ubicado en radios grabaciones de destemplada confesión sentimental y sufridas vivencias.
El cantor y folclorista Carlos Medel, más conocido como el Negro Medel, es uno de los más perseverantes cultores de la música tradicional chilena, con una carrera iniciada a comienzos de los años '50, unida al fundamental conjunto de proyección folclórica Millaray y sostenida como solista entre 1963 y su muerte, ocurrida en 2007, meses después de haber obtenido el Premio a la Música Presidente de la República de Chile. Hijo de madre cantora y también del paisaje de la zona central que lo vio nacer, el Negro Medel hizo de su guitarra, su pantalón arremangado y sus ojotas del atuendo campesino una extensión del mismo carácter auténtico con que se dedicó durante cinco décadas a recopilar y difundir la música tradicional chilena.
Campanario fue una agrupación interesante, de difícil clasificación y escasamente reconocida en la escena musical de comienzos de la década de los ’80. La mezcla de sonidos hermanados por la música latinoamericana de Los Jaivas y Congreso sería lo más apegado a su sonido, en una escuela de rock fusión del que en su momento no llegó a haber registro. La banda representó hacia 1983, año de su fundación, un resumen de músicas vigentes en esos años de dictadura, con referencias de distintas dimensiones de proyectos como Fulano, Santiago del Nuevo Extremo, Sol y Medianoche, Evolución, Quilín o Andrés, Ernesto & Alejaica.