Canto y trova

Poemas y canciones de amor, de humor o de política fueron parte del oficio del trovador histórico, personaje nacido ya en épocas medievales y que mil años después regresó a la música popular con el mismo sentido. Su figura renació en los años '60, cuando en América Latina y Europa surgieron autores cuyas canciones –interpretadas con la sola compañía de una guitarra- hablaban de sentimientos personales y temas sociales. Canto y trova son formas modernas de expresión del trovador, quien a falta de despliegue instrumental centra el poder de su música en las letras y en su virtuosismo como ejecutante de esa pequeña orquesta de seis cuerdas. Desde Francia a Estados Unidos y desde Cuba a Chile, los cantautores reaparecieron en la década de los grandes cambios. En nuestro país se activó en el marco de la Nueva Canción Chilena y luego siguió con el movimiento joven del Canto Nuevo, pero su oficio es ahora tan genérico que ha superado todas las etiquetas.

Luchín Salinas

Luchín Salinas es un trovador porteño, cultor de la firme tradición del canto popular de peñas y bares de poetas, aunque al mismo tiempo ha sido un inquieto observador de las influencias musicales modernas, el rock, el pop y el folk, presentes en su creación autoral. Sus primeras canciones trovadorescas quedaron resigstradas en los discos Norte claro, sur oscuro (2014) y Del tercer mundo (2016).

Alexis Venegas

Para hablar del grupo de artistas reconocibles dentro de lo que alguna vez se conoció como «novísima canción chilena», el nombre de Alexis Venegas es ineludible. Activo en conexión con un público nostálgico de canciones acústicas, con parciales reminiscencias a la ética y al sonido de movimientos como la Nueva Trova Cubana y la Nueva Canción Chilena, aunque también de bien dispuesto cruce al pop. Y si se trata de autodefiniciones, Alexis Venegas prefiere un sustantivo sencillo: «cancionista».

David Azán

Trovador formado en las postrimerías de la dictadura, David Azán fue integrante del grupo de música latinoamericana Coré durante los años '90, donde actuaban músicos como Manuel García y los futuros integrantes de Inti-Illimani, Daniel Cantillana y Christian González. Alumno del compositor y profesor Fernando Carrasco, referente en la música latinoamericana a través de las décadas, Azán ha sido a la vez que autor de canciones y cantor, arreglador, sesionista, productor discográficos y diestro guitarrista. Sus trabajos en este ámbito se diversifican desde el acompañamiento para el canto comprometido de Rebeca Godoy, hasta su decisiva mano en álbumes tan distintos como Viñeta (2010), del propio Daniel Cantillana, y Hecho a mano (2012), de la cantautora pop Jazmín Gómez. Sus discos solista son Pop de palo (2015) y Canto forastero (2018).

Camilo Eque

La cadena de canción chilena forjada desde Valdivia a guitarra y voz tiene en Camilo Eque un eslabón destacado, por la seriedad de su dedicación y el alto nivel de sus colaboradores. El cuidado por la palabra, y el vínculo entre su composición, naturaleza y raíz latinoamericana distinguen hasta ahora el trabajo de este autor, cuyo sonido se ha ido enriqueciendo con los años en una disposición sonora de conjunto, con timbres diversos y ritmos integrados.

Callejón

Dentro del ya diverso panorama del Canto Nuevo, Callejón fue un grupo en extremo peculiar, que, como pocos de la época, cruzó mundos entonces lejanos: de la universidad a la olla común; de lo docto a lo popular; de la ideología formal a una desobediencia cívica casi anárquica. En lo musical, su guía fue la raíz latinoamericana, y su repertorio se afirmó con composiciones de autores tan importantes como Luis Advis, Jorge Spiginsfield, Jaime Soto León y Rodolfo Norambuena, entre otros. El tema "Se da la casualidad" trascendió como un "clásico de fogata" en circuitos universitarios, y hasta hoy cantautores como Manuel Huerta la reinterpretan en vivo.

Eduardo Yáñez

Cantautor popular en su definición más estricta —como seña de creación y de vida—, Eduardo Yáñez ha estado presente en la música chilena de varias décadas, cruzando momentos y movimientos, desde la Nueva Canción hasta nuestros días. Sus referentes y principales influencias explican, en todo caso, que él elija presentarse como «un chileno de los años sesenta». Marcó un hito del canto contingente como autor de "Nuesto cobre", popularizada por la versión que grabó Quilapayún en 1972, y en los años siguientes, ya en dictadura, fue un proveedor de composiciones para intérpretes en Chile o el exilio como Isabel Parra, Patricio Manns, Inti-Illimani, Ortiga, Isabel Aldunate y Cecilia Echenique.

Magdalena Matthey

Magdalena Matthey es una de las cantautoras más significativas del circuito de trova y canción de raíz que volvió a despuntar en Chile en los años noventa. Si bien su entrada a la música profesional fue por la vía del folclor (al ganar ese apartado del Festival de Viña 1995 con su canción "María Leonor Lucía"), ha mostrado otros muchos colores ya iniciada su discografía, asociable más bien a la fusión. En su trayectoria, ha jugado con la combinación de códigos musicales de forma elegante, en una línea del trabajo de otras cantautoras como ella en el mundo.

Marcela Parra

La temuquense Marcela Parra es cantautora, pero al mismo tiempo poeta y doctora en Artes Visuales, lo que le ha permitido ampliar su creatividad desde que inició una carrera como solista, cantando en un serie de pequeños escenarios de Valparaíso hacia 2005. Sus canciones pop y folk mezclan la raíz del folclor sureño con la música celta, la música portuguesa y la poesía propia, en un encuentro que quedó expuesto desde su primer disco, Astronautas en la playa (2015). Con el tiempo su creación pasó a utilizar las herramientas digitales, sintetizadores modulares y otros medios para establecer una cantautoría desde la electrónica.

Martina Montaldo

Desde un sur tormentoso y húmedo como el Biobío, en 2014 apareció Martina Montaldo, guitarra en mano y un puñado de bellas canciones tristes e intimistas que entonces comenzó a presentar en los ambientes de la música independiente y cierta tendencia lo-fi con su seudónimo de Martina Lluvias. En un primer período, la cantautora redujo ese proceso creativo y esa estética musical al uso de una voz no entrenada aunque auténtica y la guitarra folk. Más adelante expandió su sonido a través de una banda eléctrica, dadas las necesidades musicales de su cancionero, que ahora la encaminaron hacia un pop de mayor luz, aunque igualmente íntimo. Sus primeros trabajos son los discos EP Las canciones (2014) y Miedo a la oscuridad (2017), editados por el sello Cazador. Una década después de esos inicios, ella recuperó su nombre de Martina Montaldo para continuar una nueva etapa musical como cantautora. Uno de los hitos en ese período fue su participación en la apertura del concierto de la española Christina Rosenvinge en el Teatro Oriente.

Max Zegers

Cantautor, multi-instrumentista, productor musical y viajante sin destino definido, Max Zegers es cultor de un pop mestizo de ciertas proximidades a Pedropiedra o a Fernando Milagros, que se nutre de diversos sonidos recogidos en lugares de América Latina que ha recorrido, aires y ritmos de las raíces folclóricas, y desde luego de una poesía trovadoresca obtenida del linaje al que pertenece, dado que es hijo de Julio Zegers. Como nombre propio, Max Zegers ha publicado los discos Día uno (2013) y Pueblos (2018), capítulos que exponen su experiencias en ruta.

Vicencio Navarro

Cantautor independiente que en 2002 comenzó a dar conciertos en distintos bares de Santiago, con canciones y relatos en primera persona. Su permanente trabajo en vivo le ha granjeado gran recepción entre los aficionados a la trova urbana. Vicencio Navarro articula su oficio de cantautor con el de producción de encuentros de canto y cantautoría, como el que creó con el nombre de "Dándole Cuerda". Además, ha compartido escenario con exponentes del género de todas las generaciones (desde Eduardo Gatti a Chinoy), ha grabado con cantantes como Sabina Odone. Los discos de su primera trilogía son Ese día (2009), Sincronías (2012) y Era de noche (2016), cuyas canciones hablan de amor y de vida cotidiana, y se despliegan tanto en el formato tradicional de la guitarra y voz, como en el de la pequeña orquesta de acompañamiento.

Rodrigo Maureira

Cantautor romántico y en cierta medida continuador de la línea que han marcado solistas como Pablo Herrera, Alexis Venegas o Marco Andreu, que mezclan la trova con la balada. Con un pasado como integrante de conjuntos de música andina, estudios preliminares de guitarra clásica y luego de composición, Rodrigo Maureira es, además, profesor de música. Se inició en la cantautoría con una primera serie de melodías que llevó al disco Memoria viva (2012). Más tarde tomaría el cancionero de Víctor Jara para una observación propia en Deja la vida volar (2013), con el que llegó a ser nominado al premio Altazor de 2014 en la categoría Álbum urbano.

Eduardo Carrasco

Compositor y nombre clave para la tradición popular chilena de los años '60, Eduardo Carrasco fue el pilar de Quilapayún desde sus inicios y hasta bien entrados los años '80, lo que significó acompañar su trabajo incluso en las turbulencias propias del exilio. Fundó el conjunto junto a su hermano Julio y el cantautor Julio Numhauser cuando aún era estudiante de Filosofía del Pedagógico de la Universidad de Chile. De ahí en adelante, Carrasco se convirtió casi en un símbolo del carácter disciplinado, creativo, generoso e investigativo que distinguió a Quilapayún, sin contar, por cierto, el de su férrea militancia comunista. Abandonó el conjunto entre 1988 y 2003, y en ese período su trabajo musical público fue más eventual que regular.

Nano Stern

Del grupo de cantautores que comenzó a destacar en Chile a partir del año 2000, Nano Stern ha sido una de los más poderosos y de más amplio alcance. Su estilo se distingue en parte por su asombroso oficio sobre la guitarra, así como su libertad vocacional para plantearse desde un inicio como un músico itinerante y de apuesta global. Aunque a los ojos masivos Stern constituye un firme músico solista, sus primeros trabajos estuvieron asociados a los grupos Matorral y Mecánica Popular, incluso como músico adolescente. Sin embargo, fue su posterior partida a Europa a los 19 años de edad la que fortaleció un camino trazado por él mismo. Desde entonces ha publicado sus discos con presencia incesante en festivales de jazz, folk y fusión en los puntos más inesperados del planeta y ha conseguido un estatus entre los cantores chilenos más importantes en el inicio del siglo.

Amapola Malahierba

El canto puro y despojado y la guitarra como única compañía son dos columnas sobre las que se sostiene la música de Amapola Cortés, cantautora chilena con una trayectoria iniciada en las escenas de la música independiente en Ciudad de México y que desde allí ha tenido un posterior eco en Chile. Sus canciones crean paisajes visuales y poéticos, y en ellas se pueden reconocer las raíces folk de la música acústica junto con una proximidad al sadcore. Es un imaginario propio de nostalgia, introspección, melancolía y profundidad, en el que ella va en busca de la belleza depositada en la tristeza.

Pancho Gana

Francisco Gana, o Pancho Gana, es un cantautor independiente, cuya música toma elementos provenientes de la trova al igual que del pop y la música de raíz latinoamericana, para converger en una propuesta de cierto carácter mestizo. Con estudios de composición y arreglismo en la Escuela Moderna, ha canalizado una creación en diversas líneas en paralelo, a través de colaboraciones con las también cantautoras Delia Valdebenito y Karen Franjola, así como el trío Buena Memoria. En sus discos aborda temáticas que van de la pequeña historia propia a reflexiones mayores de las crisis sociales. Ellos son Seré (2016), y Ruido unido (2019), donde accedió a un tipo de pop próximo a los trabajos de Álex Anwandter, Pedropiedra o Max Zegers.

Vasti Michel

Con ramas familiares que provienen de La Araucanía en su linaje paterno y desde el Biobío en el materno, Vasti Eunice Michel Castillo se ha definido en el oficio musical como "heredera de cantora campesina".  Como cantautora contemporánea ha tomado el folclor sureño, pero la ha reconvertido en una música de fusiones, lo que quedó expuesto sobre todo en su primer disco: De tierras y asfaltos (2009), donde en sus canciones Vasti Michel habla de ambos mundos.

Miloska Valero

Autora y cantora, cultora de la guitarra traspuesta, intérprete del cuatro venezolano, ocasional guitarronera y también profesora de música, Miloska Valero, muchas veces presentada solo como Miloska, forma parte de una generación de cantautoras que toman los insumos del folclor profundo para transformarlo en una música esencialmente mestiza, urbana y contemporánea. Su paso por las Escuelas de Rock viene a dar cuenta de esas transformaciones naturales. Valero se estrenó con el disco Amasijo (2013), mientras que su participación en importantes álbumes conmemorativos del centenario de Violeta Parra en 2017 le dieron mayor visibilidad, hasta que sus proyectos de investigación de ritmos y danzas latinoamericanas la llevó más adelante a publicar dos álbumes titulados Latinidad.

Guillermo 'Bigote' Villalobos

En el campo de la poesía popular, el payador y cantor santiaguino Guillermo Bigote Villalobos tiene una de las mejores escuelas. Fue discípulo de Lázaro Salgado, legendario y ya desaparecido cantor y poeta errante, hijo y formador de cantores, y desde mediados de los años '80 mantiene una activa carrera como payador, poeta popular, autor y compositor, con seis discos editados y la experiencia en vivo de diversos encuentros de payadores nacionales.

Carolina Frambuesa

Nacida en Concepción y con una vida centrada en localidades sureñas como Chiguayante y Parral, Carolina Frambuesa es una de las nuevas cantautoras que ha vinculado rock y folclor en canciones guiadas por guitarra y voz que, en sus palabras «mezclan metáfora y realidad». Sus primeras experiencias de bandas, como Reptar y Surmenage, estuvieron marcadas por el sonido rock, y en ellas Carolina asumió la función de vocalista y guitarrista.