1990
Entre la avanzada de jazzistas chilenos instalados en Europa que han comandado desde los años '80 el contrabajista René Sandoval en Suecia y el pianista Pablo Paredes en Alemania, está el tenorista Claudio Werner. Un nombre no recurrente para el público nacional, sobre todo porque durante sus años en Santiago apareció como Claudio Rubio (no confundir con otro saxofonista tenor chileno que lleva el mismo nombre: Claudio Rubio). Fue en ciudades de residencia y actividad jazzística como Amsterdam, Copenhaguen, Londres, Newcastle o París que cambió su nombre a Claudio Werner (Claude Werner, para los europeos).
Jorge Yánez es una figura importante de la música chilena, aunque su dedicación a ella la ha alternado con otros oficios y actividades. La relevancia de su repertorio tiene como piedra angular desde mediados de los años setenta el célebre vals chilote "El gorro de lana" pero su trabajo excede esa canción y es protagónico de varios momentos de la historia musical chilena. Ha tenido éxitos en radios y su imagen goza de un amplio reconocimiento público, debido a su trabajo como actor en cine y televisión. El trabajo musical de Yáñez ha combinado la raíz folclórica con la poesía popular y la reflexión política, y se cruza en diversas etapas con los de otros destacados creadores, como el conjunto Los Moros y Benedicto Piojo Salinas. Su oficio como compositor lo acerca a los géneros de la cueca, la tonada, el vals chilote, la paya y la décima.
Investigador, cantautor, compositor, productor e integrante de conjuntos claves del movimiento del Canto Nuevo como Illapu, Aquelarre y Abril, Luis Alberto Valdivia, conocido como Pato Valdivia, fue uno de los nombres centrales del canto de autor en Chile. Parte de Illapu en sus orígenes a comienzos de los años '70 en Antofagasta, retomó su vinculación a ese grupo ya entrados los años '90, la época de mayor popularidad del conjunto, una vez finalizado el exilio. Entonces actuó como productor del conjunto y es el compositor de canciones claves como el popular "Lejos del amor", "El pozo de mis sueños" y coautor de los "Tres versos para una historia". Desde entonces alternó su oficio productor musical con el de gestor cultural.
Cantora, percusionista y bailarina, Rita Teresa Núñez Medina es una figura femenina en diversos planos de la cueca brava. Hija de Nano Núñez, recibió la oralidad de primerísima fuente, participando en los ambientes cuequeros con los viejos héroes, Eduardo Mesías, Luis Araneda, Raúl Lizama, Manolo Santis, Mario Catalán, Rafael Andrade, Rafael Cubillos o Jorge Montiel, bailando cueca y grabando discos con pandero hexagonal o "tormento de pecho". En 2024, a sus 73 años, publicó su primer disco: Arriba la chilena.
Honorio Quila es uno de los veteranos cultores del guitarrón y la poesía popular en Chile. Cantor a lo humano y lo divino, es un referente para cultores más jóvenes y se mantuvo activo hasta su muerte entrado el nuevo siglo entre las nuevas generaciones de cantores a lo poeta.
Si en los años '30 la música de México se instaló para siempre en el gusto popular nacional gracias a los mariachis y rancheras difundidos por las películas, en los '60 la llegada de los corridos norteños fue una segunda revolución mexicana en Chile. Y sus caudillos fueron Los Hermanos Bustos. Vigente desde 1965, éste es el grupo chileno más longevo del estilo, el pionero en tocar y grabar aquí corridos con guitarra y acordeón y en elevar el género a cumbres de popularidad similares a las del bolero, el vals peruano o la cumbia, como lo prueban una discografía de más de cuarenta grabaciones y éxitos como "La carta número 3", "La de la mochila azul" o la cumbia "Morena de quince años".
Su nombre es Rafael Berríos, pero se hizo famoso como Rabanito, el acordeonista que llegó a ser considerado como uno de los mejores en su instrumento en Chile, por lograr un estilo de interpretación propio y una gran destreza, que le permitieron dominar el tango, la cueca, el jazz y otros ritmos de la música popular.
Ícono ineludible del bajo eléctrico activo desde los tiempos de la vanguardia del rock fusión, Jorge Campos ha sido un aguerrido y erudito solista a la vez que un cultor de las músicas de protesta. En el punto de intersección que marcan el rock progresivo y la fusión latinoamericana, se ubica Campos, quien demostró su potencial como integrante de agrupaciones capitales en los años finales de la dictadura: Fulano (1984) y Congreso (1986). Luego, como nombre propio, fue una figura reconocible y protagónica de la "gran fusión".
Su nombre es Marco Antonio Baeza, pero en los escenarios es presentado con el mismo apellido artístico de su padre, Tito Fernández, El Temucano. Con él comparte además su origen en esa ciudad sureña, su dedicación al canto y un timbre vocal similar que ha registrado en varios discos y en una carrera activa desde comienzos de los '80.
Tito Fernández decía que no sabía escribir ni cantar particularmente bien, y que el escenario fue «una suerte de tortura necesaria: gracias a él puedo vivir, porque no sé hacer otra cosa». Sin embargo, convivió con logros únicos en el desarrollo de la música popular chilena, de entre los cuales la popularidad de canciones como "Me gusta el vino" y "La casa nueva" son los más inmediatos de reconocer. El Temucano fue un cantor capaz de cruzar audiencias, incluso en los períodos más divisorios de nuestra historia social reciente, tomando de la tradición folclórica aquella esencia narrativa que explicó su original razón de ser, y que supo combinar con los códigos de géneros populares, como el bolero. Las canciones de Fernández son historias para escuchar con atención, y si bien nunca buscaron redundar en los tópicos amorosos de la balada, transmitían un afecto entrañable por aquello que podríamos llamar nuestra identidad: el paisaje, la familia, la charla entre amigos, los brindis, la nostalgia.
Toda una vida de ritmos hecha fuera de Chile vivió el baterista y percusionista Alejandro García, desde que sus padres fueron exiliados por el gobierno militar. Terminó por construirse como músico, compositor y cultor del jazz latino y la fusión latinoamericana primero en La Habana, donde aprendió el rudimento y el lenguaje percutidos, y luego en Nueva York, megápolis donde consolidó su carrera a la cabeza del ensamble latin Afromantra.
En un territorio de máximas maestrías musicales, el guitarrista Carlos Ledermann no solo ha sido el pionero sino también la máxima personalidad. Desde fines de los '70, cuando se inició en el flamenco, su trabajo fue multiplicando el alcance, ya fuera como intérprete y compositor, o como creador de audiencias, gestor de encuentros, profesor e investigador de una de las músicas más populares del mundo. Como maestro de flamenco, Ledermann enseñó a más de 300 músicos, convirtiéndose en el impulsor de todo un movimiento de guitarristas que más tarde tomó vuelo propio, desde el académico Carlos Pacheco Torres al gran solista Andrés Pituquete Hernández. Todo eso, a miles de kilómetros de Andalucía.
El solo de guitarra eléctrica sobre “Gracias a la vida” ejecutado ante 70 mil personas en el Estadio Nacional en marzo de 1990 como saludo al regreso de la democracia, no sólo representa el último momento de Edgardo Riquelme en un escenario importante. Es también una tesis de grado para sus propios años de estudio sobre una nueva música chilena, que se remontan a 1974 en Concepción. Esa tarde Riquelme puso una rúbrica de lenguaje contemporáneo y sonido desafiante a la interpretación del himno de Violeta Parra realizado por la Orquesta Sinfónica de Chile. Edgardo Riquelme es uno de los primeros ejecutores del encuentro entre la modernidad con la raíz.
Para una cantante como Laura Fuentes, la doble militancia en la música de raíz latinoamericana y el mundo pop no significó en absoluto una contradicción estilística, sino más bien la posibilidad abierta de expresión y mestizaje musical. Fuentes, nacida en Chile, con padres norteamericanos y una larga vida en Estados Unidos, llegó a ser una de las figuras entre la comunidad de artistas que en los 2000 modernizaron las propuestas iniciadas por la Nueva Canción Chilena en los '60 y en el Canto Nuevo en los '80, aunque emparentada con cultoras de la música del mundo moderna como Verónica González o Catalina Claro.
Son tan fuertes los rasgos de identidad de la cueca nacida en Valparaíso, que sus cultores han pasado a engrosar algo así como un subgénero, del cual Los Afuerinos son unos de los más poderosos representantes. El grupo fue pionero en una corriente que poco después se solidificó con conjuntos como Altamar, Los Palmeros y Los Paleteados del Puerto; y ha desarrollado su trabajo en una doble vertiente de interpretación e investigación.
Andrés Márquez fue uno de los integrantes históricos de Illapu, y una de sus voces principales, hasta 1997, cuando se retiró para ser candidato a diputado por el Partido por la Democracia. Su derrota electoral, sin embargo, no lo llevó de regreso al grupo, y emprendió una historia solista traducida en un disco para Alerce. Su carrera artística se ha alternado con su trabajo político, encauzado un tiempo como concejal por Cerro Navia. Andrés Márquez es uno de los hermanos Márquez Bugueño que han conformado el eje histórico de Illapu, y estuvo en el conjunto desde 1975, acompañándolos durante todo su exilio y su período de mayor popularidad, en los años 90. Como una de las voces principales del conjunto, también fue clave a la hora de la composición, en un oficio que demostró en su álbum solista La vida es más.
Gameover fue el grupo con más vocación pop del circuito de rock independiente de comienzos de los años 00. Iniciados en círculos punk y en torno al pop ingenuo del sello Gatomo, ganaron marcas como su actuación con Stephen Malkmus en el Teatro Novedades en abril de 2002, , el triunfo en el concurso de nuevas bandas del programa radial ‘‘Super 45’’ (2001) y sus tres canciones en la película Los debutantes (2003), incluida una versión de ‘‘Creo que te quiero’’, del grupo Nadie. El nombre no se dice en inglés. Se pronuncia ‘‘gameover’’.
El twist “Caramelo de menta” fue el hit que hizo bailar a la juventud y acompañó la historia en el pop de Eduardo Valenzuela Fariña, conocido por el público de la Nueva Ola simplemente como Lalo. Se inició en 1962 actuando en Radio Portales junto con Luis Dimas y luego grabando canciones en inglés, aunque no logró gran impacto. Por esa razón Valenzuela gira su búsqueda hacia las letras en español y graba aquella que fue su máxima canción, y más tarde “Ausente”, “Maquillada, “Paseando triste”, “Busco novia”, “Quisiera saber” y “Envenenada por el twist”. Falleció en diciembre de 2005 víctima de una larga complicación hepática.
Suele recordarse a Humberto Lozán como la voz mayor de la Orquesta Huambaly, un crooner de encanto, calidez vocal y ductilidad como pocos en su tiempo, al frente de la mejor compañía imaginable para la interpretación de repertorio de baile en restaurantes y salones de hotel. Sin embargo, Lozán desarrolló también una trayectoria solista, con discos propios y recordados recitales. No ha sido frecuente en Chile el arquetipo de cantante de gran potencia ajustado a ritmos centroamericanos y afrocaribeños, y a la vez cómodo con las exigencias del swing junto a intérpretes de jazz. Lozán se eleva, en ese sentido, como una de las más notables excepciones. Se volvió habitual leer su nombre en prensa —no sólo chilena— junto al adjetivo 'deslumbrante'.