Fusión latinoamericana
Más un instinto que un estilo, más una tendencia múltiple que un movimiento formal, la fusión latinoamericana es una expresión que permite designar los diversos resultados que generaciones de creadores, músicos y grupos chilenos han obtenido durante cinco décadas a partir del cruce entre las ricas fuentes de la música del continente adoptadas en Chile. Como método y espíritu tiene una genealogía que puede remontarse a los intentos de folclor panamericanista previos al Neofolklore de los '60, y que luego pasa por la fusión de conjuntos de la Nueva Canción Chilena, se mezcla con el instinto del rock y llega hasta compositores, intérpretes y conjuntos de la actualidad, abiertos al jazz, la música basileña y las raíces europeas.
Toda una vida de ritmos hecha fuera de Chile vivió el baterista y percusionista Alejandro García, desde que sus padres fueron exiliados por el gobierno militar. Terminó por construirse como músico, compositor y cultor del jazz latino y la fusión latinoamericana primero en La Habana, donde aprendió el rudimento y el lenguaje percutidos, y luego en Nueva York, megápolis donde consolidó su carrera a la cabeza del ensamble latin Afromantra.
Desde inicios de la década de los 2000, Ana María Barría apareció como activa intérprete de música popular brasileña (MPB) y también como cultora de flamenco. Lideró distintos proyectos, en un abanico de múltiples variantes musicales: desde tríos eléctricos de MPB y bossa nova, hasta ensambles de cámara de música contemporánea brasileña y duetos vocales-instrumentales. Sus primeros contactos con la música chilena llegaron a su natal y lejano Puerto Aysén con el arribo tardío del Canto Nuevo y grupos de fusión como Congreso y Fulano, donde la agresiva performance de Arlette Jequier sería para ella una influencia.
Originalmente un proyecto de trova y poesía iniciado en el Instituto de Música de la U. Católica entre los estudiantes de Composición Belén Robledo, alumna de Juan Antonio Sánchez, y Osvaldo González, discípulo de Aliosha Solovera, Crisantemo pasó de ser un dúo de canto y guitarra al de un ensamble de diversos instrumentos nobles: violín, viola, cello, contrabajo, flauta traversa, clarinete y piano, entre otros. Con un inicio en el circuito universitario de bares y cafés, la transformación sonora situó entonces a Crisantemo como un proyecto de fusión, sin perder la esencia trovadoresca siempre protagónica en sus canciones. En 2016 publicaron su primer álbum, Brotes, donde expusieron su punto de vista sobre ese canto latinoamericano genuino, junto con la música de raíces y los arreglos camerísticos.
Integrante de una cuarta generación de nombres en el grupo MediaBanda, al que arribó como bajista en 2015 y grabó en los álbumes Bombas en el aire y Maquinarias, Felipe Martínez Guidicelli ha aparecido en diversos frentes musicales. Solista, compositor e improvisador, desde sus primeros tiempos en la década de 2010 se desplazó en ambientes de las músicas creativas, desarrollando varios lenguajes: desde la música de cámara y la fusión latinoamericana hasta la música experimental y la música para escena. Su primer trabajo, sin embargo, se desenvolvió en el campo de la improvisación, con el relato concatenado de los dos volúmenes de Ritos cortidianos, que se publicaron en 2022 y 2023, respectivamente.
El librepensamiento de un percusionista como Juan Coderch hizo posible que mundos tan históricamente “opuestos” como la música desde la academia y la música desde la calle pudieran conectarse en ciertos instantes. Coderch no sólo revolucionó la mentalidad y las capacidades técnicas de un percusionista sinfónico, sino que igualmente fue un ejemplo de versatilidad estilística, uno de los más agudos y respetados percusionistas de la música popular chilena desde los años '80.
Compositor y arreglador, alumno de músicos fundamentales en la academia en los tiempos de la Nueva Canción Chilena como Sergio Ortega y Luis Advis en la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado, Jaime Soto León canalizó por esa vía su creatividad. En 1974 formó el conjunto de cámara Barroco Andino, ensamble continuista de esa estética, una vez instalada la dictadura. Como autor, escribió obras como "Oratorio de los trabajadores" (1971, para solistas y conjunto instrumental andino), "Misandina" (1980, para solistas, coro mixto y conjunto instrumental andino), que fue presentada ante los reyes de España en 1990. Otras piezas de su catálogo son "Memorial de Isla Negra" (1986, para solistas, coro y conjunto instrumental andino), "Federico hermano" (1988, para narradores y grupo instrumental, con textos de Federico García Lorca) y la cantata "Recados de Gabriela Mistral" (1996, para narradora, solista, coro de niños y el propio Barroco Andino, agrupación con la que Soto León alcanzó 50 años de trabajo). Falleció en agosto de 2024.
Chilhué es una palabra huilliche que puede ser traducida como «lugar de gaviotas», y que desde hace varias décadas identifica también a uno de los conjuntos de más riguroso y constante trabajo en la música chilota. Desde su nacimiento, en julio de 1980, el grupo dirigido por Marcos Acevedo se ha diferenciado de los grupos de cantos y danzas chilotas por la fusión de la tradición musical y mitológica de la isla con elementos que han ido más allá de sus raíces puristas. En los discos de Chilhué hay canciones propias, de otros autores y de la tradición, con sonidos que tambén se nutren del jazz, el rock o la trova.
El nombre del guitarrista Paulo Alexandre Paranhos de Almeida aparece en la escena de la música popular y de fusiones a partir de la década de 1990. Profesor, investigador, solista, sesionista, compositor y productor, contribuyó al conocimiento de diversos ritmos de su Brasil natal. Paranhos se mueve entre músicas muy amplias, el jazz, la samba, el choro, la MPB, la fusión, el pop y el rock.
Una pregunta lanzada entre líneas apareció junto con la música del ensamble binacional Araukania Kuintet: ¿hasta dónde puede llegar la intervención de la raíz folclórica? Los músicos chilenos y cubanos que organizaron este conjunto en 2000 se salieron de toda norma estilística al momento de recuperar la obra de las dos figuras históricas en la música popular chilena de raíz folclórica: Violeta Parra y Víctor Jara. Desde la plataforma de la música de fusión y el mestizaje reconstruyeron y reinterpretaron libremente parte de sus creaciones.
La diáspora protagonizada por los diversos músicos chilenos dedicados a las raíces latinoamericanas en el extranjero es, para el caso de Mauricio Venegas Astorga, también una diáspora interior. A partir de la música de raíz andina su oficio se disparó en direcciones tan diversas como la "música del mundo" y las bandas sonoras para cine y TV que son parte de la carrera de este músico, compositor, cantante y poeta nacido en Coronel, al sur de Chile, y residente en Inglaterra desde 1977.
Guitarrista y compositor, Edison Belmar ha desarrollado su carrera desde los terrenos de la fusión, con especial inclinación al jazz y la música de raíz latinoamericana. El músico fue miembro fundador del grupo Matahari, y junto a ellos recibió el premio Altazor 2003. Su currículo también incluye colaboraciones y grabaciones junto a gente como Jano Soto, el grupo de rock Coyote y el trío Contrapunto. Desde el año 2004 reside en Francia, donde ha desarrollado una intensa labor en torno a la docencia y la intepretación constante en vivo, en solitario o junto a otros proyectos.
Ha sido desde el campo de la investigación que José Pérez de Arce ha llegado a la composición e interpretación musical. Sus más interesantes proyectos al respecto están muy lejos de un ámbito docto o de lo que habitualmente se entiende por vanguardia. La gran pasión en su vida de investigador y musicólogo autodidacta ha sido conocer el mundo indígena y vernáculo, con trabajos pioneros en áreas como la música mapuche, los bailes chinos, y la instrumentación de tribus precolombinas. Además, Pérez de Arce desarrolla desde principios de década un señero trabajo de difusión del guitarrón chileno, el cual descubrió junto al cantor popular Santos Rubio y que guió su trabajo en el disco Nometomasencuenta, cruce entre esa tradición campesina y canciones del repertorio rock latinoamericano.
Con una vida en la ciudad de Gotemburgo, en Suecia, el bajista, compositor y profesor de música Gabriel Aguilera desarrolló diversos proyectos en torno a la música de fusión, el jazz y las raíces folclóricas, primero observando desde Escandinavia la obra de los próceres del canto popular, Violeta Parra y Víctor Jara, y luego como autor de una música en el campo de la fusión y los mestizajes. Su vida previa al año 2011, cuando se radicó en Europa, transcurrió en la Quinta Región. Tuvo estudios de pedagogía en la Universidad de Playa Ancha al comenzar el milenio, y luego un estrecho vínculo con el bajo eléctrico de seis cuerdas, que sería determinante como instrumento y sonido en su etapa siguiente. Estudió con maestros como Marcelo Córdova y más tarde René Moris. Otros profesores del eje Valparaíso-Viña del Mar en su ruta como músico, intérprete y compositor, fueron el guitarrista Eduardo Orestes, el baterista Boris Gavilán y el pianista Gonzalo Palma. Cercano al credo evangélico, también practicó música religiosa, y ya en 2019 debutó como nombre propio y solista desde Suecia con el álbum programático Desde mis sueños, al que en 2020 le siguió un autoral Cuando te fuiste.
Michu fue siempre el sobrenombre del compositor e intérprete Cristián Schmidt, activo durante cuatro años en el grupo Elso Tumbay como guitarrista y tecladista. Pero luego pasó a ser también el nombre del dúo formado por él y su hermana, Antonia, con el cual el músico eligió mostrar sus composiciones. La música de Michu, el dúo, refleja bien el desprejuicio y curiosidad que ha motivado el desarrollo musical de sus integrantes, dos jóvenes interesados en el rock, la electrónica y el folclore chileno, y que en el disco II (2007) afirmaron un sonido experimental basado en nuestros ritmos autóctonos.
Autora y cantora, cultora de la guitarra traspuesta, intérprete del cuatro venezolano, ocasional guitarronera y también profesora de música, Miloska Valero, muchas veces presentada solo como Miloska, forma parte de una generación de cantautoras que toman los insumos del folclor profundo para transformarlo en una música esencialmente mestiza, urbana y contemporánea. Su paso por las Escuelas de Rock viene a dar cuenta de esas transformaciones naturales. Valero se estrenó con el disco Amasijo (2013), mientras que su participación en importantes álbumes conmemorativos del centenario de Violeta Parra en 2017 le dieron mayor visibilidad, hasta que sus proyectos de investigación de ritmos y danzas latinoamericanas la llevó más adelante a publicar dos álbumes titulados Latinidad.
Raúl Lobito López es saxofonista de la generación pionera en la fusión del jazz, el rock y la música latinoamericana, que empezó a despuntar en los años '70 y '80. Fue integrante de dos agrupaciones consulares en las vanguardias de la época: Quilín (1979) y Alsur (1986). En su época posterior en Coquimbo, López abrazó las influencias nortinas, las geografías física y humana, así como los ritmos y danzas folclóricas de un vasto territorio en las puertas del desierto y el altiplano. Desde esa posición y en mezcla con lo jazzístico, a los 70 años escribió sus primeras composiciones y publicó su ópera prima; Sudamerijazz (2022).