Música experimental
La música experimental describe las manifestaciones que están detrás de los bastidores y cuyo gesto estético trasciende más allá de los modelos de una música convencional y comercial. En un permanente desafío a las normas de creación comunes, las variantes de la música experimental se multiplican y avanzan en distintas direcciones: desde la composición docta contemporánea y los experimentos en laboratorios de sonido, hasta la improvisación libre, el ruidismo, el jazz vanguardista y la creación a través de cintas magnetofónicas y de soportes digitales, sin omitir la diversidad del arte sonoro o, simplemente, la música creada con las armas tradicionales del rock.
En la música para teatro reside el origen de Seidú. Fue en elenco musical del Teatro del Silencio donde se conocieron Pablo Quezada y Nelson Rojas. Primero formaron una banda de rock, que desde 2012 sumó otros músicos y otros sonidos, inspirados, han dicho, “en la riqueza cultural del valle de La Ligua”, la ciudad en la que creció Quezada y donde su padre fue uno de los fundadores del Museo en 1985. Seidú debutó el año 2013 con un primer disco, en el que plasmó una diversa fusión de sonidos del rock y del folclor, atractivos videoclips y una poderosa puesta en escena. En 2018 lanzaron su segundo trabajo, titulado Folcore.
Compositora, cantante y artista visual, la obra de Roberta Lazo Valenzuela se ramifica en varias direcciones, ámbitos musicales, medios y soportes de sonido e imagen. Sus proyectos se articulan entre la música y las artes visuales, como instalaciones y objetos sonoros, además de exploraciones como cantante, y se mueven desde lo experimental a lo popular. Como compositora Roberta Lazo ha trabajado en música contemporánea instrumental, música para su propia voz, electrónica ambient, electroacústica y arte sonoro.
Cuando en un entorno no del todo preparado como el chileno, en 1969 los pianistas Manuel Villarroel y Matías Pizarro orientaban sus sensibilidades hacia el aparentemente hostil free jazz, en la ciudad de Londres otro pianista se abría paso en los mismos ámbitos. Martin Joseph tiene nombre y pasaporte británico, pero su irrupción en la música chilena fue de un impacto tal que ya ha sido incorporado a la cronología de nuestra música contemporánea.
Electrodomésticos agitó la escena artística chilena de los años ochenta no sólo desde un punto de vista musical, sino también en lo visual y técnico. Sus inclasificables grabaciones mezclaron como nadie antes en el país instrumentos en vivo, new-wave británico y rock progresivo, ruidos callejeros, la voz grave de Carlos Cabezas y ciertos experimentos técnicos que constituyeron el primer uso sistemático de, por ejemplo, samplers como recurso de trabajo rockero. Todo ello lo convirtió en un referente ineludible de la creación de resistencia durante la dictadura, y en un nombre de gran influencia para las corrientes independientes por venir en el país. Su historia, dividida en dos etapas, aún se escribe, con un trabajo de grabaciones y presentaciones en vivo que esquivan el imperativo puramente nostálgico.
Guitarrista de versatilidad formativa y polivalencia en los escenarios, Cristóbal Menares —hermano mayor del contrabajista Pablo Menares— ha sido principalmente un sideman en el campo del jazz, desde lo tradicional a lo contemporáneo, y un investigador de las dimensiones de la guitarra, que lo ha llevado a incursionar desde el avant-garde hasta el folclor.
Percusionista clásica formada en la Universidad de Chile y con estudios posteriores en Estados Unidos, Brasil y Argentina, Simone Caiafa ha sido una intérprete y proyectora en la música contemporánea chilena, además de educadora y formadora de nuevas audiencias para la música actual. En esos planos distintos estrenó cuantiosas partituras del siglo XXI, comisionando a compositores obras para percusiones en diversos formatos. Caiafa realizó registros fonográficos de este tipo de material en discos como Rutas, música para percusión (2023) y como pedagoga desarrolló su Método inicial para ensambles de percusión, inspirado en ritmos de Chile.
Vinculado a la composición académica, la música experimental, el jazz y el folclor en dosis similares, Felipe Moreno (no confundir con el baterista del grupo rock y metal Duna del mismo nombre) es cultor de la guitarra campesina y el guitarrón chileno, que logró representar ampliamente a través del tercer disco del ensamble Anticueca, que él lideró desde 2012: Con guitarra y guitarrón (2019). Investigador de los trasportes para la guitarra y las entonaciones del canto a lo poeta, otro trabajo suyo en esta misma línea es Cantando me amaneciera (2020), donde toca sesiones libres para guitarra, guitarrón y piano a la vez que musicaliza relatos de la escritora y académica Rubi Carreño.
Compositora y experimentadora en la música y el sonido a través de formatos que van desde la acústico e instrumental a la electrónica y la instalación artística, Tamara Miller ha desarrollado una obra propia y profunda principalmente desde Alemania. Allí llegó para realizar estudios, primero en Dresde en 2018, donde trabajó en el campo de la composición y su relación con lo escénico, lo performático y lo visual, de la mano del compositor Manos Tsangaris y con ciertas influencias de Helmut Lachenmann. Trabajó en esos mismos términos con el ensamble alemán El Perro Andaluz, y luego, ya establecida en Colonia, se vinculó con la música electrónica.
Gonzalo Planet es un músico de rock, bajista colaborador de una serie de bandas, entre ellas Los Santos Dumont y Fruto Prohibido, pero con mayor visibilidad fue su alianza en el grupo Matorral desde 2002 el más importante hito en su historia musical. También periodista, Planet cuenta con una valiosa una investigación sobre las bandas del beat chileno (Se oyen los pasos, 2004), y ha sido productor de discos del sello Cápsula y colaborador de solistas como Leo Quinteros y Felipe Cadenasso, compañero de ruta en Matorral. En 2012 realizó un disco experimental junto al poeta Enrique Winter, titulado Agua en polvo.
Como miembro del cuarteto experimental Dolores Fiuler, Juan Pablo Rozas se aventuró tempranamente sobre la música de improvisación, libre y estructurada, más allá de su calidad de compositor docto formado en el Instituto de Música de la Universidad Católica con las figuras de los italianos Luigi Nono y Luciano Berio muy presentes. Justamente ante la enormidad de una institución de esta naturaleza, Rozas y sus compañeros en Dolores Fiuler reaccionaron con propuestas sonoras libres e insolentes, como una forma de crear “canciones de protesta”.
Flautista, saxofonista, improvisador, educador y gestor, Marcelo Maira es parte de una generación de músicos experimentales que abrieron espacios a comienzos de la década de los 2000. Desde la música contemporánea, la música improvisada, el jazz avant-garde e incluso el rock, una serie de solistas capitalizaron esos anhelos expresivos en agrupaciones tan diversas como Payaya, Yonhosago, Ensamble Majamama, LaKut o el quinteto Mandali, donde Maira fue uno de sus principales improvisadores. Su mayor proyecto ha sido la realización de programas de educación artística titulados "Estimulación Sonora", de los que es director, productor y monitor.
Matías Pizarro Baldrich fue un revolucionario músico aparecido por generación espontánea en la escena del jazz chileno de fines de los años '60. Alrededor suyo se movió toda una partida de nombres vinculados a las corrientes vanguardistas de la época que llegaban desde Nueva York y Chicago a través de discos y libros. Pianista, compositor e improvisador, en una década de acción antes de radicarse en Francia en 1977, puso su nombre en la historia del jazz moderno, también a través del pionero grupo Fusión. Ya instalado en Europa, y siempre como una enigmática figura de la música chilena, Pizarro sería reconocido en el circuito mundial, tanto por su creación propia como por sus colaboraciones. Entre ellas se cuentan grabaciones junto al rockero Antonio Smith (en el proyecto Sol de Chile), el trío experimental Skuas y el cantautor Ángel Parra.
Inad es el proyecto creativo iniciado en 2016 por Daniela Ibarra, fonoaudióloga de profesión, además de cantante, autora, productora, investigadora y militante de una propuesta que supera los solos márgenes del pop y la experimentación musical de los sintetizadores y la electrónica, y se sitúa en un espacios de lo poético, filosófico y científico. También vinculada al arte sonoro con el proyecto Cepams & Co, sus canciones ahondan en aspectos autobiográficos, a la vez que revisitan las raíces de la música flamenca y arábiga, debido a su ascendencia siria materna. Fue ella uno de los primeros nombres del colectivo de artistas femeninas que formaron el sello T3MPLUM (Martina Petric, Dindi Jane, De Lein, Ana Sofía), en publicar un EP bajo esta etiqueta, Medium (2020).
Inspirado en el concepto de deconstrucción del folclor desarrollado por Violeta Parra a través de su investigación de la guitarra criolla, el músico Felipe Moreno puso en marcha sus propósitos como compositor contemporáneo y guitarrista a través de un ensamble al que denominó, justamente, Anticueca. Alrededor suyo, su enfoque y su catálogo de obras ha funcionado con la geometría del trío de guitarra traspuesta, saxofón y batería desde 2015 en adelante, pero también ha alcanzado rangos sonoros mucho mayores sobre el final de la década.
Si bien el pianista, compositor y musicólogo Carlos Silva es un ejemplar del jazz de la transición de los '90, junto con músicos generacionales como Pancho Molina, Ignacio González y un primerizo Cristián Cuturrufo, fue en la década siguiente cuando su nombre propio tomó cuerpo como uno de los mayores líderes musicales de un jazz contemporáneo en formación. En esos tiempos se transformó entonces en el continuador de una línea de pianistas de avanzada que de cierta forma se había extraviado desde los '70 con la dictadura y especialmente con las partidas al extranjero de Manuel Villarroel y Matías Pizarro. Silva profundizó largamente en el lenguaje de improvisación libre desde el trío jazzístico y se instaló referencia dentro del avant-garde.
Uñas Negras es un proyecto de música experimental, improvisación libre e influencias de la psicodelia y del folk formado en Valparaíso por Carlos Canales (guitarra), Gonzalo Undurraga (teclados) y Fresa Parra (batería), hija del histórico músico de Los Jaivas, Eduardo Parra. El trío fue el núcleo de este ensamble que se inició en el formato de sexteto en el underground porteño. Algunas de las principales influencias de la música improvisada a partir de instrumentos pero también de artefactos y objetos, proviene de la experiencia de Los Jaivas en las extensas sesiones musicales de 1969 y 1970. En 2004 Uñas Negras editó el disco Eclosión.
Músico, diseñador y fundador del prolífico netlabel de "música chilena de raíz electrónica" Pueblo Nuevo, Hugo Espinosa Chellew ha trabajado desde 2004 bajo el alias de Mika Martini, aunque más tarde asumió otro alterego como Franz Benkho, para abrir la vía a sus proyectos creativos. Su música generó improbables cruces entre electrónica experimental y sonidos e historias de pueblos originarios de Chile.
Ensamble de origen porteño que fusiona un rock de tintes experimentales y progresivos con jazz contemporáneo y ciertas influencias de la raíz latinoamericana. Zeptelar perteneció a la abundante escena de la música instrumental en esta línea en la Quinta Región, junto con agrupaciones de distinto enfoque como Flotante, Cazuela de Cóndor, Uñas Negras y Kafod.
De los muchos grupos de rock que surgieron a mediados de los años '60 en el dinámico circuito de festivales escolares del sector oriente de Santiago, la permanencia en la memoria de quienes vieron tocar alguna vez a Música de Jardín puede responder a lo inusual de su propuesta, que no conoció límites en el uso de instrumentos, tiempos y patrones establecidos. Lamentablemente, su experimental propuesta jamás llegó a ser grabada de manera formal.
La Pichanga fue un proyecto de jazz vinculado a los lenguajes de la experimentación y la improvisación desatada, que no contó con demasiada valoración en la escena jazzística de sus tiempos. Nunca fueron parte de las comunidades más establecidas del jazz mainstream, nunca fueron parte de las programaciones del Club de Jazz y siempre prefirieron seguir una línea musical underground. Con ese espíritu contestatario sus músicos desarrollaron una propuesta y dejaron un único disco como registro: Arriba de la pelota (2006).