2000
Una de las voces más irónicas e incisivas surgidas en el contexto de la Nueva Canción Chilena fue la de Gonzalo Grondona, el Payo. Nacido en Playa Ancha y fogueado al calor de las transformaciones sociales de los años '60, Grondona se convirtió tempranamente en una figura ineludible para hablar del movimiento artístico del puerto, gracias a canciones llenas de humor, solidaridad y sutil denuncia, muchas de las cuales han resultado de una vigencia imbatible.
Como Felipe Chacón, Rodrigo Galarce y Pablo Menares en tres tiempos previos, el de Alonso Durán fue un contrabajo de apoyo para una numerosa serie de músicos de fusión, pop y sobre todo de jazz, a partir de la segunda mitad de la década de 2000. Trabajó además como compositor y arreglador post-bop de manera intermitente, aunque lo que lo distinguió fue su metódica operativa, dinámica de enlaces y facilidad para acomodarse a distintos repertorios y formatos de banda variables.
Némesis no hubiese existido si la carrera del grupo Makiza se hubiese asentado desde un primer momento. Allí trabajaron por primera vez juntos Cenzi y Seo2, destacando ambos por sus respectivos talentos en la composición, programaciones y letras. Sin embargo, la decisión de Ana Tijoux de abandonar el grupo, a fines del año 2000 (poco después de la publicación del exitoso álbum Aerolíneas Makiza), llevó al par de amigos a buscar un modo de no echar por la borda lo que habían aprendido en el cuarteto. Armaron así el proyecto Némesis, que alcanzó a publicar dos álbumes antes de su disolución. La carrera de ambos músicos ha continuado luego por muy activas sendas solistas.
No hubo ensayo más sobresaliente en torno a la música de cámara experimental y la exploración a través de la improvisación libre, como el que desde 2001 colideraron el guitarrista Ramiro Molina y el baterista Andy Baeza. Ambos solistas, provenientes del jazz, se iniciaron en esta variante de música anticonvencional muy poco cultivada en nuestro país luego de participar en los revolucionarios talleres de improvisación dictados por el pianista británico Martin Joseph. Turangalila marcó entonces una línea estética clara y aguda con respecto a las corrientes del jazz avant-garde chileno.
Dos continentes y varias mutaciones atestiguaron la música enérgica y colorida de Panico (así, sin la debida tilde), la única banda chilena rock de contables avances en Europa. Su historia en Santiago y París supuso desarrollos distintos, aunque unidos en un mismo concepto de música inquieta y mirada global. El grupo iluminó el solemne escenario chileno de los años noventa, y avanzó más tarde en una discografía capaz de combinar la matriz rockera de avanzada con ritmos tradicionales latinoamericanos, como la cumbia y el bolero. Si es por sintetizar, fueron dos sus fuentes principales: el punk, que les enseñó los beneficios del «hazlo por ti mismo»; y la psicodelia, que les recordó que la música debe ser también una experiencia delirante y visual. Su trabajo puede ser considerado como una guía pionera para el rock independiente más tarde asentado en el país.
Rita Pavone hizo en 1963 del twist asunto italiano gracias a su popular "Il ballo del mattone", y en Chile fue Rafael Peralta quien más convincentemente tradujo la canción al castellano. "El baile de la baldosa" fue el mayor éxito de este intérprete asociado a la Nueva Ola, que se inició en el canto inspirado más bien por la estampa de los grandes crooners estadounidenses —fueron junto a orquesta sus primeras grabaciones—, pero que luego orientó su trabajo y talento hacia el imperativo juvenil y animoso del pop chileno de su tiempo. Otras de sus grabaciones exitosas fueron "Problemas", "Te has quedado negra" y "Hola, papi. Hola, mami".
Iniciado en 2006 pero incubado años antes en Concepción, Philipina Bitch fue uno de los estandartes de la escena de rock que floreció en la región durante esa década. Referentes en grupos de la zona como Los Tres y Santos Dumont y su cercanía inicial al sello valdiviano Discos Tue-Tue fueron algunos rasgos de esa condición sureña, además de su sonido acústico, que articulaba rock y psicodelia. Desde 2013, con un drástico cambio en su alineación, adoptaron cultivaron un sonido diferente que los llevó incluso a transformarse en Filipina Bitch.
El que fue el trompetista estable del grupo Feria ha sido mucho más que un músico de sección de bronces. En efecto, gran parte de su etapa formativa la desarrolló practicando grooves adjuntos a una banda pop. Pero su perfil de improvisador jazzístico lo orientó en definitiva hacia otros ámbitos justo en una época de revitalización de las trompetas (que en relación a los saxofones, habían sido siempre muy escasas).
La banda de Joe Vasconcellos fue el punto de partida de este grupo de vida breve pero vínculos significativos. Músicos activos ahí, venidos también de la experiencia junto a bandas como De Kiruza, Barracos y Resistencia, combinaron desde 2002 su común inquietud por desarrollar un repertorio chileno de reggae, funk y raíces afro y latinas. Coloridos atuendos, coreografías y pseudónimos de personajes de historieta marcaron la llamativa puesta en escena del grupo, que cerró su historia habiendo publicado dos álbumes: Tiraparriba (2003) y Bongo 1 (2004). Una de las marcas de su historia es haber acogido en diferentes momentos a los hermanos Ítalo y Enzo Vásquez, más tarde populares en el exitoso dúo romántico Los Vásquez.
El legado de la centenaria Margot Loyola Palacios está presente en el canto de Andrea Andreu, autora, intérprete de música de raíz y una de las últimas discípulas de la folclorista, investigadora y cantora linarense, junto con los nombres de Natalia Contesse y Claudia Mena, entre otras mujeres que llegaron hasta su casa en la comuna de La Reina para recibir sus enseñanzas. Principalmente a través de su disco Legado (2012), con abundantes canciones y danzas entregadas por la maestra, Andreu dio cuenta de esa experiencia. Pero incluso la influencia se traslada hasta sus primeros tiempos en la música folclórica, cuando integró el conjunto de proyección Palomar, creado por Loyola en los años '60.
Más que un grupo musical, La Isla de la Fantasía es el principal e histórico conjunto de cantores e instrumentistas dedicados a la cueca y la música popular en Valparaíso, y representa tanto una sede natural de unos precursores de la canción porteña como un punto de encuentro activo entre esos hombres y mujeres experimentados y las nuevas generaciones interesadas en esa tradición.
Cristián Moraga es C-Funk, la poderosa chapa musical que acompañó su trayectoria desde mediados de los años '90, cuando él apareció al frente del grupo Los Tetas, utilizando la chapa de Cee-Funk. Una década de vigencia con una de las bandas que instalaron la cultura de la black music en nuevos términos durante esa época, le redituaron un estatus de referente musical. Más tarde incorporado a la última etapa de vida de Chancho en Piedra previo a su separación de 2023, C-Funk también tuvo una historia como solista, que, aunque interrumpida, dejó discos fundamentales en el funk y soul chileno como Joya (2006).
La cadena de canción chilena forjada desde Valdivia a guitarra y voz tiene en Camilo Eque un eslabón destacado, por la seriedad de su dedicación y el alto nivel de sus colaboradores. El cuidado por la palabra, y el vínculo entre su composición, naturaleza y raíz latinoamericana distinguen hasta ahora el trabajo de este autor, cuyo sonido se ha ido enriqueciendo con los años en una disposición sonora de conjunto, con timbres diversos y ritmos integrados.
Roberto Lindl es un músico referencial, desde inicios de los '90 e indistintamente en el campo del pop, el rock and roll, el jazz y la música de la bohemia. Más allá de su militancia histórica como en Los Tres y el Ángel Parra Trío, la propia visión de los hechos terminó por definir a Lindl como una personalidad musical con bitácora propia. Con el pseudónimo de Titae, siempre pulcramente vestido y tras una gafas de marco grueso, el bajista y contrabajista llegó a ser una figura muy por encima de la sola categoría de músico de acompañamiento.
Inspirado en el fenómeno "High School Music", Amango fue el grupo de pop adjunto a la serie del mismo nombre, una especie de versión local de esa serie norteamericana sobre quinceañeros artistas. Producida por Canal 13, desde su emisión en 2007 consiguió gran éxito de sintonía juvenil, y de paso lanzó a la industria a nuevas estrellas de la música adolescente en el fin de la década: Denise Rosenthal, Augusto Schuster, Magdalena Müller y Gabriela Ernst, entre otras. La serie "Amango" narraba la historia de una academia de baile a la que asisten adolescentes, y que viven diversas aventuras, al estilo, también, de la ya clásica "Fama", de los '80. Con el apoyo de actores consagrados en el elenco, no tardó en convocar a la audiencia infantil, lo que generó todo un público nuevo que dio a los protagonistas gran popularidad.
Ser DJ puede adquirir responsabilidades fijas, como la animación de fiestas y pistas de baile, o dinámicas más expansivas y personales. Durante una carrera destacada, pero trágicamente interrumpida por una muerte precoz, DJ Who adscribió a la segunda escuela, que toma el tornamesa como espacio de creación y gestión. Fue uno de los pinchadiscos destacados en Chile del 2000 en adelante, con la participación en relevantes festivales (Lollapalooza Chile y Chicago, entre otros) y una sorprendente demanda en plataformas. Claudio Medina, el hombre tras las mezclas, se acercó por primera vez al oficio a través de su amigo Cenzi y su gusto por el grafiti, y desde 2000 comenzó a colaborar en grabaciones que lo llevaron a estudio con figuras como Ana Tijoux, Los Tetas, Quique Neira y el argentino Dante Spinetta. Su debut como DJ Who, a solas, fue en 2008 en Santiago. El grueso de sus grabaciones fueron singles adherentes, con invitados en las voces. El más difundido ha sido "Good times" (junto a Triciq), apoyado también en un sorprendente video filmado junto a parte de la comunidad haitiana residente en Santiago. Por razones que no se dieron a conocer públicamente, Medina falleció en Santiago, en septiembre de 2025.
Si bien ingresó al jazz en sus años de vida en Santiago en la década de 1990, Pablo Vergara pertenece a esa estirpe de jazzistas que por décadas han surgido desde la ciudad fronteriza de Concepción. Su evolución como pianista le permitió desenvolverse indistintamente desde el jazz straight ahead y el latin jazz que cultivó sobre todo durante la primera época en Nueva York, hasta desembocar en un trabajo mucho más definido de composición de jazz contemporáneo y música de cámara. Ello se vio representado en su investigación sobre la obra de compositores chilenos como Alfonso Leng, Alberto García Guerrero y Pedro Humberto Allende, desde la óptica del jazz y la improvisación.
Pese a su condición de músico aficionado, el baterista Antonio Gaete cuenta con un historial sorprendente de gestiones y militancias en grupos de la raigambre tradicional. No sólo perteneció a los dos conjuntos más importantes de esta línea –la Retaguardia Jazz Band y los Santiago Stompers- sino que en su hoja de vida se certifica un recordado debut como joven baterista en el también histórico grupo South Pacific Jazz Band en 1974, donde compartió escenario con el legendario trompetista Luis Huaso Aránguiz en su última época.
Desde sus inicios el ensamble experimental Normaldis, creado al interior de una academia de música popular rigurosa como la Escuela Moderna de Música, dio un paso adelante en su filosofía musical al incluir en la alineación no sólo a compositores e intérpretes propiamente tales, sino también a la figura del ingeniero de sonido con un protagonismo tal vez mayor. De hecho, Normaldis se articuló originalmente como una dupla única con Sebastián Rehbein frente a la partitura y Carlos Barros (alias Marlos Barron) frente a la mesa de sonido.