Nueva Canción Chilena
Suele definirse a la Nueva Canción Chilena por su variante política, y por cómo convirtió al canto en un instrumento de reflexión y acelerador de cambios sociales. Pero este movimiento musical ofrece claves únicas en la historia del arte popular: en los últimos años de la década de los '60, abrió a nuestra canción a las influencias sonoras latinoamericanas, asumió como un deber los aires de cambio de la época, tendió un puente creativo entre la raíz folclórica y otros géneros (sobre todo, el Neofolklore, la trova y el rock), y concibió su propuesta como una expresión amplia, que incluyó vistosos avances en su trabajo escénico y en la gráfica de sus álbumes. Su arco más interesante es el que va desde 1967 (año de la muerte de Violeta Parra, su principal inspiradora) a los primeros tiempos del gobierno de la Unidad Popular. El golpe de Estado fue un impacto definitivo para sus más importantes figuras, la mayoría de las cuales debió exiliarse; no pocas después de presidio y tortura. El asesinato de Víctor Jara, en septiembre de 1973, convirtió su nombre en un símbolo y, a su legado musical, en el acervo internacionalmente más difundido del movimiento.
"Cambia, todo cambia" ha sido el gran aporte solista de Julio Numhauser al cancionero popular chileno, pero su trabajo musical ofrece vertientes más amplias y diversas que las de la pura cantautoría. Junto a los hermanos Julio y Eduardo Carrasco, Numhauser fue uno de los tres fundadores del grupo Quilapayún, y alcanzó a estar con ellos hasta su primer álbum, en 1967. Fue él quien buscó el nombre del conjunto y estableció el contacto con su primer director artístico, el cantautor Ángel Parra. Luego de su partida, comenzó una larga historia musical con diversos conjuntos en los que siempre fue el compositor principal. Destaca entre ellos sobre todo el dúo Amerindios, uno de los nombres más frescos del movimiento de Nueva Canción Chilena.
Patricio Manns es una figura fundamental de la música popular chilena. Su nombre está asociado al nacimiento de la cantautoría en Chile y fue clave en el desarrollo de movimientos como el Neofolklore y la Nueva Canción Chilena. Interpretadas por sí mismo o por otros músicos, en su larga historia como autor impuso piezas que pasaron a ser clásicos del cancionero popular, como "Arriba en la cordillera", "El cautivo de Til Til" y "La exiliada del sur". Manns desarrolló además una prolífica carrera como novelista, ensayista y poeta, y luego de vivir en Francia y Suiza su exilio y residir allí por casi 30 años regresó a Chile, donde continuó escribiendo canciones y libros. Murió en septiembre de 2021, a los 84 años, como uno de los nombres centrales para entender la música chilena.
Cantante, músico, bailarín y autor, Héctor Pavez es uno de los principales artistas de la música popular que desde fines de los años ‘50 se nutrió de la raíz folclórica en Chile, junto con Víctor Jara, Patricio Manns y Rolando Alarcón. Tal como la mayoría de ellos, su trabajo fue marcado por la recopilación folclórica, la Nueva Canción Chilena, la canción social, el compromiso político y la persecución de la dictadura. Chiloé fue un eje primordial en la música de Héctor Pavez a partir de su participación en el conjunto Millaray entre 1958 y 1965; de esa raíz hizo recopilaciones como la cueca "La huillincana" y "El lobo chilote" y creaciones propias como "Para bailar sirilla". También es autor de la popular "Cueca de la CUT", una muestra de la conciencia política que iba a motivar su activa participación en el gobierno de Salvador Allende y, después del golpe de Estado, el destierro en el que murió en París en 1975.
El Grupo Lonqui, uno de los conjuntos germinados al alero de la Nueva Canción Chilena, nace en 1969 como una derivación del grupo de canto y bailes folclóricos Lonquimay, iniciado en 1961. Como aquel, las distintas etapas del grupo tienen como base la pareja formada por los músicos Richard Rojas y Ester González, junto a sucesivos integrantes y siempre bajo la dirección de Rojas. Su trabajo, a veces discreto dados los tiempos que le tocó vivir, nunca se detuvo el todo hasta la muerte de su líder el año 2007.
Si Horacio Salinas ha sido el director histórico de Inti-Illimani, si Jorge Coulon ha sido su mejor vocero y José Seves ha tenido la voz más poderosa del conjunto, entonces Horacio Durán ha sido el rostro más característico de este fundamental conjunto chileno. Integrante del grupo desde sus inicios, Durán es el hombre identificado con el charango en la alineación de Inti-Illimani, así como el más carismático y cercano al borde caribeño que el conjunto ha desarrollado a lo largo de su carrera. Reconocible además por el pelo cano que lo caracteriza desde el regreso del conjunto a Chile tras el exilio, el músico ha desarrollado un trabajo propio en paralelo al grupo. De este modo integró el conjunto chileno-italiano Trencito de los Andes, con el que grabó el disco Escarcha y sol (2000), y es también parte como solista de la comunidad de charanguistas chilenos y como tal figura en los discos colectivos Charango: autores chilenos (2001) y Charango: autores chilenos, vol. 2 (2016).
Inti-Illimani® (o Inti-Illimani “Nuevo” o Inti-Illimani Hermanos Coulon) es el nombre con el que se ha denominado a una de las dos facciones de ese grupo, luego que en junio de 2004, tres integrantes históricos del conjunto iniciaran una nueva agrupación musical, y reclamaran el patrimonio y el nombre de Inti-Illimani. La alineación que permaneció, se siguió presentando como Inti-Illimani, sin ninguno de esos apellidos, y no reconoce a sus ex compañeros como representantes del conjunto. Al margen del conflicto, el conjunto ha mantenido casi su misma misma formación por dos décadas, desarrolla presentaciones regulares dentro y fuera de Chile, y ha editado varios discos.
Asociados usualmente al neofolclor y la canción chilena con textos de poetas, Los Cuatro de Chile son más bien un grupo singular que merece definiciones por fuera de colectivos. Tuvieron auténticos hits a inicios de los años setenta (“Romance de barco y junco”, “Para que no me olvides”) gracias al trabajo emprendido junto a Ariel Arancibia para poemas de Óscar Castro, y destacaron así en lo que entonces vino a llamarse «folclor cultural», etiqueta discutible con la que durante un tiempo se asoció canción tradicional con elementos de «alta cultura», como la literatura y el teatro. El grupo trabajó sobre todo un repertorio tradicional de tonadas y canciones chilenas y latinoamericanas, con la marca de impecables armonías vocales y arreglos sofisticados.
Un canto político comprometido y de inconfundible raíz latinoamericana distinguió la música de Tiemponuevo, sobre todo durante su etapa más activa, en la segunda mitad de los años sesenta. Canciones como "Hemos dicho basta" y "No nos moverán" le dieron a la Nueva Canción Chilena un ritmo y fuerza propios, con mensajes asociables al proyecto de la UP, y opuestos al tono a veces solemne del grueso de intérpretes de la época. Tiemponuevo siempre se definió como un conjunto de vocación popular, y en su música apareció muchas veces lo más bailable de la raíz latinoamericana. En 2016, luego de cinco décadas de trabajo, el grupo anunció su final. Planeó para ello un regreso a Chile para dos conciertos de despedida.
La Nueva Canción Chilena tuvo muchas voces solistas destacadas, y la de Osvaldo Gitano Rodríguez se distingue por al menos dos características. Primero, legó a la canción popular chilena un himno imperecedero, independiente incluso de la época que lo vio nacer, como ha sucedido con su "Valparaíso". Pero además el cantautor, poeta y dibujante porteño buscó documentar el momento y los ambientes que protagonizaba, con libros y textos valiosos para comprender mejor el ambiente artístico de su época, escritos durante su exilio en Europa. En ese continente Rodríguez profundizó su interés por la literatura (llegó a publicar dos poemarios, un libro de cuentos y la novela El día que me quieras) y mantuvo estudios universitarios, razón por la que su carrera discográfica es muy breve, con sólo dos discos originales: Tiempo de vivir (1972) y Los pájaros sin mar (1976), más un tercero en vivo editado en 1989 por el sello Alerce.
Uno de los conjuntos que más trabajó por la divulgación de la música altiplánica en el marco de la Nueva Canción Chilena fueron los Curacas. Nacidos como Los de la Peña para apoyar las presentaciones en vivo de Ángel Parra, el conjunto creció en una discografía propia de profundo valor para el conocimiento masivo de la raíz sonora nortina. El grueso de su repertorio lo constituían canciones tradicionales, además de versiones de autores como Violeta Parra. Desde el último disco de su primera formación, en 1977, el grupo ha tenido reuniones esporádicas con algunos integrantes fundadores, y vive una suerte de nueva etapa desde que en 2007 ordenaran una nueva agenda de presentaciones así como la grabación de un álbum.
El chagual es una flor de cactus. Y este chagual germinó gracias a otra flor: una violeta. El grupo Chagual, uno de los conjuntos de la Nueva Canción Chilena desarrollada a comienzos de los años '70, aprendió su arte con Violeta Parra cuando ella les abrió su Carpa de la Reina, el último reducto artístico iniciado por la folclorista, a mediados de los '60.
El destacado folclorista Valericio Leppe (1937-2004) fue el principal impulsor de este proyecto de canción campesina, parcialmente inscrito dentro del movimiento de Nueva Canción Chilena. La agrupación fue integrando diferentes integrantes a partir de sus inicios, en 1968 —incluyendo a un principiante Pedro Yáñez—, si bien fue siempre Leppe la cara más representativa de su espíritu. Una breve reunión, hacia el año 2000, antecedió el fallecimiento del cantor y el fin del grupo.
Con una popularidad forjada desde los años '70, y con episodios masivos en los años '90, Illapu es un nombre mayor en la música chilena. Nacieron como un sexteto de música andina, pero con los años fueron ampliando su estilo musical, incorporando bajo eléctrico, batería y otros géneros de la música popular. Más de 50 años de vida, una veintena de músicos que han sido parte de sus filas, siete años de exilio y una preocupación consciente por las temáticas cotidianas y la política chilena son el sello del conjunto, que hasta hoy llena estadios en todo Chile y tiene varias canciones con el status de clásicos de la música popular chilena.
El trayecto de Fernando Ugarte como cantautor ha tenido interrupciones temporales importantes, pero ninguna de ellas ha resultado definitiva. Sus discos están separados por cuatro décadas de distancia, lo cual es una más de las muchas peculiares señas biográficas de este creador santiaguino residente hace décadas en Italia, a quien usualmente se le asocia a la Nueva Canción Chilena aunque su música está, sobre todo, firmemente anclada en el folclore campesino del Valle Central.
Quilapayún es la expresión más comprometida y política de la música en Chile, y al mismo tiempo un poderoso proyecto artístico. El grupo fue el mayor emblema de la Nueva Canción Chilena, el más identificado con el gobierno de la Unidad Popular, y su repertorio fue el que mejor representó, antes y después del Golpe Militar de 1973, a la izquierda política del país y de otras partes del mundo. En 1973, nombrados "embajadores culturales" por Salvador Allende, estaban en París el 11 de septiembre y allí comenzó su exilio. Los años siguientes tuvieron una intensa actividad de solidaridad con Chile y un proceso de renovación artística. El fin de la dictadura en 1988 significó la salida de algunos integrantes y un período de menor actividad. Tras algunas crisis, y la existencia de dos grupos que reclamaban el nombre Quilapayún, hoy continúan su historia, con músicos en Chile y Francia, y consagrados como una de las agrupaciones más importantes de la historia de la música popular chilena.
A través de una extensa carrera dirigida por su firme y a la vez dulce sello de autora, Isabel Parra se ha destacado como una de las más reconocibles voces de la música popular chilena, más allá de sus excepcionales vínculos familiares. La hija de Violeta, hermana de Ángel, sobrina de Roberto y madre de Tita —por nombrar sólo a algunos de sus parientes destacados en la canción— se caracteriza por una pluma delicada, pero de ácida observación cuando así lo dicta la contingencia; y es entre estos dos polos que se debaten sus más importantes composiciones. Es, entre otras cosas, la gran voz femenina de la Nueva Canción Chilena.
Hasta la década de los '70, la música popular chilena había tenido interesantes puntos de intersección entre líneas de muy distinta procedencia. Quilapayún se había introducido en estructuras propias de la música docta al trabajar estrechamente con los compositores Luis Advis y Sergio Ortega, mientras Los Jaivas terminaron abordando el folclor con guitarra eléctrica y batería. Pero ninguna de ellas llegó a ser tan aventurada como el proyecto que impulsó el compositor y arreglador Jaime Soto León, quien en 1974 convocó a los primeros músicos del grupo que fue conocido como Barroco Andino. El nuevo horizonte de la música europea del período 1580-1760 interpretada ahora con instrumental, sonoridades y sensibilidades del mundo altiplánico y latinoamericano.
Taller Recabarren fue uno de los muchos proyectos que ocuparon al compositor Sergio Ortega durante su exilio en París, y se convirtió en uno de los grupos importantes para la difusión de música chilena en Europa en los años setenta. Aunque su discografía fue breve, incluyó una importante cantata histórica basada en la vida de Bernardo O’Higgins.
Todo movimiento artístico importante acoge a creadores cuya biografía se cruza con la de los protagonistas y explica varios de sus hitos y logros, pero que sin embargo no consigue con ello dejar su nombre en el recuento histórico. Juan Capra, cantautor y pintor, puede ser considerado el gran desconocido de la Nueva Canción Chilena, y su historia es la de un talento que alguna vez resultó señero e influyente, incluso fuera del país, pero que fue apagándose poco a poco hasta toparse con una muerte atribulada y en un incomprensible olvido.
La de Quelentaro fue una carrera extensa y marginal a los medios masivos de difusión, sostenida en una poesía solemne, cercana al mundo obrero del que provenían sus integrantes. Aunque nacidos como un grupo, casi toda la historia de Quelentaro fue la del dúo afianzado entre los hermanos Gastón y Eduardo Guzmán, cantautores capaces de sostenerse mutuamente incluso durante el quiebre impuesto por el exilio.