Canción melódica
La canción melódica y popular que apareció en la primera mitad del siglo XX luego del dominio del couplet, tuvo un elemento formal a favor con respecto la tradición decimonónica. Su antecesora fue primordialmente estrófica y ésta, por el contrario, se definió a través del estribillo. Los musicólogos lo describen como la explicación en el nacimiento de la estrella de la canción en los años ’20. Ese coro era el clímax y el elemento de recordación: el rostro de una canción melódica en formatos de todo tipo (vals, tango, rumba, pasodoble, foxtrot). Su intérprete sería reconocido y aplaudido, y su fotografía en las revistas o participaciones en cine estrecharían la distancia con un auditorio que lo veneraba. El uso del micrófono le dio mayor peso como música escénica y ya por la vía de difusión radial se articuló toda una factoría de canciones melódicas, con compositores, autores y directores de orquestas al servicio de la estrella. La canción melódica chilena se puede emparentar con la chanson française (Edith Piaf), el cabaret alemán (Marlene Dietrich) o la canción tradicional norteamericana (Bing Crosby) y es el antecedente directo de la balada y el bolero.
Formado por el acordeonista de tango David Santis, el contrabajista de jazz Javier Valdebenito y la violinista francesa Lolita Ponce, Bordelestino comenzó a tocar en 2011 como ensamble con el espíritu de la música itinerante. Su repertorio está abierto a las músicas de la nostalgia, tango, swing, chanson, canzonetta, vals, klezmer y música gitana, parte de una propuesta colorida y melódica que los músicos llevaron por distintos escenarios, desde clubes a festivales, pasando por bodas y fiestas ciudadanas. Además, se han presentado en multitudinarios encuentros en Francia, Italia, Finlandia, Estonia y Holanda, como los festivales Kaustinen Folk y Ferrara Buskers. En 2012 editaron dos discos de repertorio, Canta Napoli y Una estrella, y en 2016 publicaron Trazo, su primer trabajo con autorías de los tres integrantes del elenco.
Armando González Malbrán es el hombre que escribió ''Vanidad'', una canción reconocible sin dudas entre las composiciones más elegantes del cancionero popular de Chile. Inclinado al estilo cosmopolita del tango, del foxtrot o del jazz más que a la escuela típica de la tonada propia de su tiempo, el autor escribió además numerosos valses peruanos y con ''Vanidad'' sentó ya en los años 30 las bases del futuro bolero chileno, todo en sus apenas 38 años de vida.
Cuando en diciembre de 1988 se estrenó en Santiago La Negra Ester se largaba no sólo uno de los fenómenos teatrales más significativos en la historia de las tablas en Chile, sino también se afirmaba la puesta en escena de música que llegaría a ser entrañable. En ese montaje del director Andrés Pérez para la narración en décimas de Roberto Parra, se desplegaba el trabajo de la compañía Gran Circo Teatro junto a la interpretación en vivo de un trío con nombre de gran ensamble: La Regia Orquesta era un conjunto comandado por Cuti Aste, y que en las primeras temporadas de la obra incluyó también a Álvaro Henríquez y al trompetista Jorge Lobos. El propio Roberto Parra acompañó la preparación de su trabajo musical, recorrido de folclor, jazz, bolero y tango bajo auténtica clave de jazz guachaca.
En la línea del acordeón chileno, Joaquín Muñoz Donoso aparece como un renovador del instrumento, tanto desde el avanzado solismo que lo describe y que lo llevó a grabar música contemporánea dedicada a su acordeón, como desde la educación en diversos frentes. Su gran contribución en este campo fue la creación en 2020 de la Orquesta Nacional de Acordeones de Chile, una experiencia que permitió a esos exponentes reunirse y tocar como un solo bloque.
Holandesa de origen, Isa Bornau ha hecho una parte de su carrera musical en sucesivas estadas en Chile, donde editó su disco Ser (2014). Con la influencia de la canción francesa muy presente, en su primera visita en 2000, para hacer trabajos voluntarios, conoció el folclor chileno y a Violeta Parra, lo que supuso un reenfoque de su perspectiva musical. Tiempo después, Bornau llegó a interpretar "La exiliada del sur" en una de las ediciones del concurso televisivo "The voice". Como solista ha actuado en los circuitos del jazz.
El de Raúl Videla es uno de los nombres principales de la historia del bolero chileno, pero tiene además raíces en otros géneros de la canción popular. Iniciado en radio Cooperativa en 1938, empezó a grabar en 1939 para el sello Victor con el compositor Luis Aguirre Pinto. Uno de sus mayores éxitos es "Un hombre de la calle", de Fernando Lecaros, tema central de la película de igual título (1942) de Eugenio de Liguoro. Hermano de la cantante Meche Videla, Raúl Videla se dedicó por igual al foxtrot, a tonadas como "Araucanita" (1942), grabada junto al Sexteto Santiago, y sobre todo al bolero, género en el cual sobresale su versión para "Noche callada" (1948), de Jaime Atria.
Un título basta a Donato Román Heitman para quedar en la posteridad: ‘‘Mi banderita chilena’’ (1935). Grabada por algunos de los más importantes exponentes de las tonadas chilenas y luego enseñada a generaciones de escolares, la canción alusiva al azul del cielo, la nieve de las montañas y al rojo de copihue es, junto a ‘‘Si vas para Chile’’ (1942), de Chito Faró, y ‘‘Chile lindo’’ (1948), de Clara Solovera, la primera de las tres postales más tradicionales de toda la música típica chilena.
La cueca es la credencial mayor de Segundo Zamora, un hombre nacido en la pampa nortina que legó las composiciones "Adiós, Santiago querido", "Mándame a quitar la vida", "El marinero" y "El cuerpo malo". Ya su firma en esas glorias es historia trascendente, pero la música de este autor es aún más cuantiosa. Zamora —conocido más familiarmente como Guatón Zamora— fue autor de guarachas, corridos (como "Buen consejo") y también tocó tango, como acordeonista de la orquesta de Armando Bonansco. Murió en 1968, pero la música es cuestión de familia: su hija, María Esther Zamora, formó por décadas un dúo junto Pepe Fuentes que mantuvo vivos los genes musicales populares de uno de los grandes hombres de la cueca nacida y animada en la ciudad.
Como una auténtica primera dama del soul en Chile, Ema Pinto ha sido una figura central en el canto y la música de raíces negras, que ha llevado adelante desde 1999 junto a Matahari, a su vez el grupo principal en el pop-soul local. Ema Pinto tuvo un paso previo por la Ludwig Band en los '90, otro de los cultores del llamado "funky ñuñoíno" tras el regreso de la democracia al país. En 1996 coprotagonizó con Pancho Rojas una recordada versión de enfoque pop de La pérgola de las flores, con música del compositor Francisco Flores del Campo, dirigida por Andrés Pérez.
Cultora de diversas formas de canción melódica e intérprete de jazz, Geraldine Thenoux tuvo sus primeras apariciones como parte de elencos de gypsy jazz como Golosa La Orquesta o el grupo Panchito Hot Club, que celebraba al maestro chileno de la guitarra manouche, Panchito Cabrera. En paralelo, la cantante ha desarrollado una propuesta de jazz vocal propia, liderando conjuntos sin batería con los que reproduce repertorios de standards americanos, clásicos de la chanson e ineludibles de la bossa nova.
Suele recordarse a Humberto Lozán como la voz mayor de la Orquesta Huambaly, un crooner de encanto, calidez vocal y ductilidad como pocos en su tiempo, al frente de la mejor compañía imaginable para la interpretación de repertorio de baile en restaurantes y salones de hotel. Sin embargo, Lozán desarrolló también una trayectoria solista, con discos propios y recordados recitales. No ha sido frecuente en Chile el arquetipo de cantante de gran potencia ajustado a ritmos centroamericanos y afrocaribeños, y a la vez cómodo con las exigencias del swing junto a intérpretes de jazz. Lozán se eleva, en ese sentido, como una de las más notables excepciones. Se volvió habitual leer su nombre en prensa —no sólo chilena— junto al adjetivo 'deslumbrante'.
Rita Pavone hizo en 1963 del twist asunto italiano gracias a su popular "Il ballo del mattone", y en Chile fue Rafael Peralta quien más convincentemente tradujo la canción al castellano. "El baile de la baldosa" fue el mayor éxito de este intérprete asociado a la Nueva Ola, que se inició en el canto inspirado más bien por la estampa de los grandes crooners estadounidenses —fueron junto a orquesta sus primeras grabaciones—, pero que luego orientó su trabajo y talento hacia el imperativo juvenil y animoso del pop chileno de su tiempo. Otras de sus grabaciones exitosas fueron "Problemas", "Te has quedado negra" y "Hola, papi. Hola, mami".
Uno de los más prolíficos compositores chilenos del siglo XX, Ariel Arancibia registró sobre quinientas canciones de su autoría, y no es sencillo escoger cuál es la más famosa: para elegir están los éxitos de la Nueva Ola "Dilo calladito" (Cecilia) y "La gotita" (Gloria Benavides), el éxito de clásico universitario "La ballena" (Sussy Vecky), el tema televisivo "El bailongo" (Don Francisco); y el éxito absoluto de Los Huasos Quincheros, la guaracha "El patito", entre otros. Y además está su fundamental labor como arreglador, en discos tan relevantes como Homenaje a Óscar Castro (1970), de Los Cuatro de Chile. De gran versatilidad musical, durante su carrera se dedicó a las revistas musicales, los clásicos universitarios, la televisión, el cine, el teatro, la tarea de dirección artística que desempeñó en el sello RCA Victor y la composición de música sobre poemas de Pablo Neruda, Óscar Castro, Daniel de la Vega y otros autores. Fue siete veces finalista en el Festival de Viña, donde ganó una Gaviota de Plata en 1972; y meses antes de su muerte, en 1997, fue nombrado socio emérito la Sociedad Chilena del Derecho de Autor, SCD.
Osmán Pérez Freire es un fundador. Ya en los albores del siglo XX fue el primer autor de alcance internacional en la historia de la música chilena, con una canción que hoy es patrimonio mundial y cuyo título va indisolublemente unido al nombre de su autor: el ‘‘¡Ay! ¡ay! ¡ay!’’ (1915). Al escribir ‘‘Asómate a la ventana / Ay, ay, ay, / paloma del alma mía / Que ya la aurora temprana / Ay, ay, ay, / Nos viene anunciando el día’’ impuso una de las canciones chilenas más tradicionales.
Con picardía y femeneidad interpretativa en su canto, baile y despliegue escénico, Mirtha Carrasco es unas estrellas de la tonada y la canción popular en los años '50 y '60, perteneciente a ese frente de voces centrales en la industria que proyectó el folclor en los escenarios urbanos, en radios y en el disco, junto con Ester Soré, Carmen Ruiz, Silvia Infantas o Margarita Alarcón. Tuvo su despegue musical en Rancagua y cuando se trasladó a Santiago para actuar en auditorios radiales se hizo conocida inicialmente cantando boleros, tangos y valses, tres pilares de la música popular de época. Fue lady crooner en la orquesta de Don Roy, según puntualiza la base de datos de Documentos y Joyas del Folclore Chileno. Su paso al folclor, sin embargo, la convertiría definitivamente en estrella, con giras internacionales a Argentina, Perú, Uruguay e incluso Australia. Mirtha Carrasco se rodeó de distintos elencos y figuras de ese folclor de masas, grabando discos con Cantares de Chile y Lo Granjeros, además de actuar con el Trío Añoranzas, Los Hermanos Lagos, Los Puentealtinos, el Conjunto Huincahonal y Los Puntillanos, entre otros. Como nota de color en su historia, Carrasco está en el recuerdo de los tiempos con su cueca bailada junto a Chilote Campos para un spot de Cafiaspirina de Bayer, emitido en salas de cine.
Cantante melódica, pintora, dibujante y maestra de voces, en su paso por la música Inés Délano se convirtió en una pionera en la formación del canto popular en Chile, una vez que abandonó los escenarios en la década de 1970. Aunque conoció y manejó los repertorios tradicionales de bolero, tango y música popular norteamericana y europea, su historial también la instala como una de las más reconocidas y recordadas lady crooners del jazz chileno.
Cantor de fuste y observador privilegiado de la vida callejera de Santiago durante casi todo el siglo XX, Luis Hernán Baucha Araneda protagonizó historias suficientes para levantar mil cuecas. Integrante fundador (junto a Hernán Nano Nuñez) del conjunto Los Chileneros, «El Baucha» representó en sus últimos años de vida a una cultura casi extinta, aquella que tuvo al folclor urbano como la expresión de los márgenes más ásperos y esforzados de la vida en la gran ciudad. Se ocupó desde niño entre mataderos, mercados y arrabales, manteniendo una sola y gran constante: su amor por el canto vivo y poderoso, ése que él llamaba «de combate»; capaz de enamorar mujeres «y hacer llorar a los choros», en sus palabras.
Un extendido oficio en la música traían los integrantes de La Nueva Imperial al momento de unirse en una banda, hacia 2013. En discos y en una constante actividad en vivo, el conjunto de Santiago distingue hoy una identidad cálida, respetuosa con la tradición y, a la vez, exploradora en su propia autoría. El juego armónico entre voces, la presencia de violín y contrabajo, y la posibilidad de citar a figuras transversales —de Roberto Parra a Ramón Aguilera— son marcas características que convierten a sus shows en invitaciones convocantes, unidas a las muchas ramas musicales que en Chile conforman el cancionero popular.
Formada en 1953 por dos parejas de hermanos, los Durán y los Moya, la brillante Orquesta Los Peniques se inició directamente con una recordada temporada en el Hotel Carrera en 1955. Estaba dirigida por el pianista y arreglador argentino Tomás Di Santo y las líneas de vientos estuvieron a cargo de músicos muy jóvenes, algunos de ellos siendo menores de edad y aún en el colegio. Fue así como siguieron el ejemplo de la orquesta argentina Santa Anita, que se presentaba bajo el lema "Ritmo en el alma": la Orquesta Los Peniques siguió la misma lógica adquiriendo el slogan de "Ritmo y juventud" para sus presentaciones.
La soprano María Georgina Quitral Espinoza quiso darse a conocer en su faceta musical con el seudónimo de Rayén, como una forma de rendirle tributo a la cultura mapuche ('rayén' es 'flor' en mapudungun), a la cual también honró a través de su vestimenta escénica y trozos de su repertorio, compuesto principalmente por arias de ópera italiana y canciones de compositores chilenos (como “El copihue rojo” y “Ay, ay, ay”). Aunque era hija de campesinos del Valle Central, la nativa de Iloca fue promocionada en Santiago y ciudades del extranjero como una cantante «india» o «araucana», destacando como la primera figura de asociaciones mapuche en conseguir proyección continental.