Ranchera y corrido
Una de las expresiones extranjeras que más calurosa bienvenida ha tenido históricamente en Chile es la de la música popular mexicana, expresada en ritmos propios como los famosos ranchera y corrido. El cine de los años '30 posibilitó un primer contacto entre esa manifestación y la audiencia nacional, al tiempo que se formaban los primeros conjuntos de música ranchera en los círculos juveniles universitarios de la época. A lo largo de casi un siglo es mucho lo que ha cambiado esta música, hoy alojada a fondo entre el público popular tras generaciones de cantantes, dúos y conjuntos de rancheras y corridos que han incorporado el ritmo ranchero y norteño hasta fundirlo con la identidad nacional.
Max Berrú es uno de los integrantes fundadores de Inti-Illimani, y el primer músico que en esa condición abandonó el conjunto. En 1997 razones derivadas de su vida personal (fundamentalmente, un nuevo matrimonio y una nueva hija), lo llevaron a renunciar, aunque su ligazón con la música y con el grupo nunca se cortaron. Desde entonces, editó dos discos y se presentó regularmente mostrando repertorio latinoamericano. Ecuatoriano de nacimiento, se quedó definitivamente a vivir en Chile, hasta que, afectado por un cáncer, falleció en Santiago en mayo de 2018 a los 74 años.
Solange Arancibia, cantante de música ranchera en la Cuarta Región, se presenta en como "La reina del Valle del Elqui".
Elías Zamora, conocido como tío Elías, fue el baterista de los grupos porteños La Isla de la Fantasía y Los Paleteados del Puerto. Se le considera uno de los pocos músicos que con sólo tres platillos, un bombo, una primera caja y una segunda caja armónica de madera de fabricación propia, implementó una pequeña maquinaria de percusión para cuecas, tonadas, valses peruanos, boleros, corridos, foxtrot y en general a los principales géneros de música popular del siglo XX. En sus investigaciones en busca de una batería chilena, Manuel Páez determina a Elías Zamora como uno de los tres nombres fundamentales en esta definición, en su caso desde la música popular porteña y el folclor urbano.
La pequeña localidad de Monte Águila, en la Octava Región, le dio al chileno José Sepúlveda su primera visión de mundo y, más tarde, el apodo que lo haría conocido en todo el país. Pese a no haber ganado premio alguno, El Monteaguilino fue estrella en el Festival de Viña 1988 y hasta hoy se cuela a radios folclóricas, fiestas y jornadas dieciocheras con “Caballito de metal”, la famosa canción del «tren y su chiqui chiqui cha / que alegra el triste corazón» .
Entre los grupos de música mexicana que germinaron en Chile en los años '70, Los Luceros del Valle se distinguen por el modo en que mezclaron los corridos con las cumbias y por las letras picarescas de varias de sus canciones. El principal éxito del grupo es el mejor ejemplo: "El animalito", con el característico coro "Este animalito no se cansa de jugar / se acuesta por un ratito y se vuelve a levantar".
La sambernardina Karen Lefihuala Contreras adoptó el nombre artístico de Rosario, La Tejanita para incorporarse a la escena de la música mexicana que impuso la ranchera tropical de la mano de conjuntos populares como Los Charros de Lumaco. Iniciada a los catorce años en escenarios de su comuna y festivales de Buin, Lo Miranda, Doñihue y Rancagua, destacó pronto por su sentida interpretación de rancheras y corridos, e influenciada por el legendario conjunto mexicano Los Tigres del Nortes se instaló en el estilo tejano y norteño. Ya como Rosario, La Tejanita, la cantante compartió escenarios con Los Llaneros de la Frontera y los propios Charros de Lumaco, incluyendo en su repertorio corridos como "Una aventura", "La puerta negra" y "Cicatrices en el alma", rancheras como "Rata de dos patas" y "La hija de nadie", y la cumbia "Con la misma moneda", entre otras canciones. Sus primeros discos son Una aventura (2013) y Me perteneces (2015).
Los Reales del Valle son, junto a Los Luceros del Valle y Los Hermanos Bustos, parte de la punta de lanza de la explosión de la música norteña mexicana en Chile en los años ‘70, y al igual que ellos han cimentado su popularidad en el éxito combinado de los corridos y las cumbias.
Uno de los precursores del éxito de la música mexicana en Chile es Fernando Trujillo. Contemporáneo del éxito de cantantes internacionales como Pedro Vargas y Pedro Infante, tiene edad suficiente para haber empezado al mismo tiempo que los adelantados locales de Los Queretanos o Los Huastecos del Sur, de los que formó parte entre 1953 y 1963, y convivió luego en frecuentes festivales rancheros con dúos, cuartetos y cantantes mariachis como Lupita Aguilar, Los Hermanos Bustos, Los Llaneros de la Frontera o Eliseo Guevara. Pero también el bolero y el gran cancionero latinoamericano fueron parte de su repertorio. En grabación junto a la orquesta de Valentín Trujillo, su hermano menor, popularizó además el éxito "Antofagasta dormida", vals de Gamaliel Guerra. La cercanía con tan prestigiado pianista lo hizo convivir desde pequeño con la música en casa como un lenguaje cercano, y acompañó luego gran parte de sus mejores grabaciones. Además de la música compartieron ambos un mutuo gusto por el boxeo, pero además el viaje quizás más relevante del Trujillo mayor: invitado por Valentín, al fin en 1998 pudo conocer México.
La cueca es la credencial mayor de Segundo Zamora, un hombre nacido en la pampa nortina que legó las composiciones "Adiós, Santiago querido", "Mándame a quitar la vida", "El marinero" y "El cuerpo malo". Ya su firma en esas glorias es historia trascendente, pero la música de este autor es aún más cuantiosa. Zamora —conocido más familiarmente como Guatón Zamora— fue autor de guarachas, corridos (como "Buen consejo") y también tocó tango, como acordeonista de la orquesta de Armando Bonansco. Murió en 1968, pero la música es cuestión de familia: su hija, María Esther Zamora, formó por décadas un dúo junto Pepe Fuentes que mantuvo vivos los genes musicales populares de uno de los grandes hombres de la cueca nacida y animada en la ciudad.
El conjunto Reina Isabel tomó su nombre de la novela del escritor chileno Hernán Rivera Letelier, La reina Isabel cantaba rancheras (1994), y desde ese punto de partida este elenco femenino se instaló en el circuito de la música mexicana desde fines de la década de 2000, con una propuesta de marcado acento escénico, aunque en lo musical esta modalidad de ranchera actualizada a los requerimientos del pop se vio representada en los discos Rancheras y más (2009) y Mi gran noche (2011).
La música mexicana procesada desde el pop latino y el filtro tropical ha macado la propuesta del conjunto Mexikanas —también conocidas como Mexikanas Rancheras o Mexikanas Pop—, que conducen las hermanas cantantes Elizabeth Moreno y Katherine Moreno. Sus escenarios habituales son discoteques, pubs y clubes de Santiago, aunque también han actuado en festivales de música ranchera en el sur. El conjunto, que también basa su atractivo en el despliegue escénico y la sensualidad explícita de sus integrantes, se ha presentado como cuarteto y trío femenino, contando además con las colaboraciones de activas cantantes de la industria musical y el pop televisado: Mónica Victoriano (solista del grupo Polémika Miró, que grabó el hit "La meta final", del reality-show "Protagonista de la fama" en 2003), Licetty Alfaro (que compitió en "Rojo, fama contrafama" en 2004 e integró elencos similares como el grupo Llaneras) y de Olga Vera, la más estable integrante del trío Mexikanas.
Jaime Atria es un activo autor de tonadas, valses, cuecas y canciones festivaleras con gran presencia en la industria del folclor de masas y la música típica, además de el responsable de una de las piezas más representativas de la identidad chilena del siglo XX. Ese himno canción nacional comienza con el trallazo cuequero de “Déjame que te llame / la consentida”, y se llama, justamente, "La consentida", obra que le significó a Atria un espacio entre los grandes autores de canciones chilenas de todos los tiempos.
Es uno de los guitarristas y cantantes de la agrupación musical porteña La Isla de la Fantasía, reconocido a través de más de cinco décadas de dedicación a la música en Valparaíso como uno de los "viejos cracks" de la escena musical en el puerto.
Parte de la primera generación del programa de talentos de TVN "Rojo, fama contrafama", María José Quintanilla fue entonces la menor de los participantes. Aunque no ganó la competencia, su carisma, su talento vocal y el repertorio mexicano de corridos y rancheras la convirtieron en la cantante más popular. Su primer disco dejó la alta marca como uno de los más vendidos en la era del CD, éxito refrendado en el Festival de Viña del Mar de 2004. Fiel a sus orígenes rancheros, pero estableciendo puentes con la balada y el pop, su carrera musical ha seguido activa a casi 20 años de ese trascendente debut televisivo.
El Flaco Morales es un requintista, guitarrista y acordeonista avecindado desde comienzos de los años '70 en Valparaíso e integrado desde 2001 a la agrupación porteña La Isla de la Fantasía, de la que ha participado activamente como músico y también prolífico autor de cuecas. Algunas de ellas han sido registradas además por conjuntos tan populares como Daniel Muñoz, Félix Llancafil y 3x7 Veintiuna.
Inscritos en la vertiente de «cumbia ranchera» de tanto arraigo en ciertas regiones del país, Los Indomables —también conocidos como Los Indomables del Sur— son un conjunto chilote de vocación festiva y popular, adscrito en sus palabras «a la cultura que identifica al pueblo trabajador del sur de Chile». Cuentan entre sus influencias a Los Reales del Valle y Los Hermanos Bustos, pero avanzan hacia ideas más ajustadas a su tiempo, el del siglo XXI. Además de composiciones y la publicación de discos, su actividad se ha centrado hasta ahora en numerosos festivales.
El carnet de identidad de Guadalupe del Carmen es impreciso. Tiene el nombre de Esmeralda González Letelier y asume que el nacimiento de la principal voz de la ranchera chilena, de la propulsora de los charrasqueados y de la diva de villorrios y peones, se registra el 7 de enero de 1931 en una pequeña casa de adobe y troncos levantada en una suave loma de Quilhuiné (otro registro apunta su natalicio el 12 de octubre de ese mismo año). Guadalupe del Carmen es una de las figuras fundamentales de la música popular chilena de toda la historia, igualable a nombres como Ester Soré (n. 1915) en la interpretación de tonadas, a Margot Loyola (n. 1918) en su trabajo de proyección folclórica y a Violeta Parra (n. 1917) en la composición de música chilena de raíz.
Conocida inicialmente como “la princesa mexicana”, Carolina Molina se consagró en definitiva como «La Rancherita», título que le quitó de las manos a la propia María José Quintanilla, con quien compartió espacios de música mexicana en la tercera generación del programa de talentos “Rojo, fama contrafama”. Sus espectáculos en vivo en discoteques, restoranes y parrilladas populares y su permanente presencia en pantallas de televisión la convirtieron en una de las favoritas entre el público masivo del pop. A quince años de su estreno discográfico, y ya instalada en México, la cantante practicaba un giro musical que la ubicó como exponente de la música latina urbana, con aproximaciones a los ritmos del reguetón, la bachata, la cumbia y la kizomba, en un nuevo perfil como cantante.
Hay dos testigos clave en la historia de la cueca chilena, desde que nace en el campo profundo con letras y melodías de autor anónimo, hasta que se instala en la gran ciudad, inspira a nuevos creadores con nombre y apellido y luego llega al disco. Provienen, de hecho, desde el interior campestre de la séptima región y además se apellidan Campos: Eleodoro y Marcial, Los Hermanos Campos, emblemas de la cueca a secas. "Sin apellido", como ellos mismos creyeron que era esta canción patrimonial y de cuya manera también defendieron en sus más de setenta años de actividad.
Si las expresiones más fuertemente arraigadas a la música popular chilena en los años de oro de la música típica fueron siempre la tonada y la cueca, también existió una tercera variante, creada por el compositor Fernando Lecaros. Tuvo gran éxito en los años '40 y a través de ella su nombre fue recordado históricamente: la "mapuchina". Una denominación genérica para referirse a un tipo de canción urbana con una directa temática mapuche, de giros melódicos y rítmicos que evocaban la música ancestral de esta cultura originaria. La más conocida fue "A motu yanei", dedicada a Ester Soré en 1940 e interpretada luego por la estrella mexicana Pedro Vargas en 1942 y por la estrella chilena en Europa Rosita Serrano en 1948. Aunque también hubo otras mapuchinas famosas de su catálogo, como "Mi tierra es mi fortuna", "Huelén" y "Nahuelbuta", y otras canciones de inspiración indígena: la canción-slow "¡Ayún-ayún!" y la canción-bolero "Mapuche soy".