Folclor

Entendido en contextos locales, folclor proviene del concepto anglosajón impuesto a un fenómeno de música vernácula. El vocablo folklore (donde folk es pueblo y lore, su sabiduría popular) tiene un sentido purista: designa al sujeto original de la tradición, previo a toda interferencia urbana. Por esta condición previa a la industria, los cultores genuinos que grabaron discos en Chile son escasos y corresponden en exclusiva a cantoras campesinas de rodeo, como las incluidas en el disco Aires tradicionales y folklóricos de Chile (1944) editado por la Universidad de Chile. La industria musical empleó este término para designar, por sentido común y por desconocimiento de los cultores originarios, lo que desde un punto de vista urbano ha sido considerado "folclor": figuras de la música típica urbana o recopiladoras. Pero según la nomenclatura son definiciones distintas: los sujetos que investigan el folclor con criterio académico son los "folcloristas"; los cultores naturales son llamados "folclóricos".

Tito Fernández

Tito Fernández decía que no sabía escribir ni cantar particularmente bien, y que el escenario fue «una suerte de tortura necesaria: gracias a él puedo vivir, porque no sé hacer otra cosa». Sin embargo, convivió con logros únicos en el desarrollo de la música popular chilena, de entre los cuales la popularidad de canciones como "Me gusta el vino" y "La casa nueva" son los más inmediatos de reconocer. El Temucano fue un cantor capaz de cruzar audiencias, incluso en los períodos más divisorios de nuestra historia social reciente, tomando de la tradición folclórica aquella esencia narrativa que explicó su original razón de ser, y que supo combinar con los códigos de géneros populares, como el bolero. Las canciones de Fernández son historias para escuchar con atención, y si bien nunca buscaron redundar en los tópicos amorosos de la balada, transmitían un afecto entrañable por aquello que podríamos llamar nuestra identidad: el paisaje, la familia, la charla entre amigos, los brindis, la nostalgia.

Francisco Astorga

Francisco Astorga Arredondo fue cantor a lo humano y lo divino, poeta y payador, y representó a uno de los centros importantes de la poesía popular chilena. Nacido en la localidad de El Romeral de Pilay (próxima a Codegua, en la Región de O"Higgins), fue el organizador del encuentro anual de payadores celebrado en La Punta de Codegua, uno de los más importantes del género, e iniciado en 1993.  Al igual que cantores como Juan Pérez Ibarra, de Pirque, y Arnoldo Madariaga Encina, de Casablanca, fue también uno de los grandes artífices del canto a lo divino en Chile. Activo también como docente, falleció en julio de 2021.

Aurorita Ramos

Aurorita Ramos es el pseudónimo de cantora escogido por Yenifer González Ramos, maulina nacida en Hualañé y con inicios como intérprete de tonadas y cuecas en festivales cuando tenía diez años de edad. Ella tomó su nombre musical y el oficio del canto de rodeo hacia 2015, cuando se encontraba en Mejillones por motivos de trabajo. Fue entonces cuando reanudó su antiguo interés por el folclor desde la figura añosa de la cantora de medialunas y la música corralera que la llevó a presentarse con guitarra y arpa, sola y acompañada, en diversos escenarios del país, campeonatos de distitnas federaciones, fiestas campesinas y audiencias de huasos corraleros. Aurorita Ramos fue reclutada por la discográfica Master Media, con la que ha publicado trabajos con repertorios costumbristas como Canto acampao (2021) y Para ti, mi chileno (2024).

Pedro Yáñez

El canto, el guitarrón, la paya y la poesía popular son todos ingredientes de la tradición que se encuentran en Pedro Yáñez, uno de los más persistentes cultores del canto en Chile. Nacido en la ciudad sureña de Campanario, conoció desde esa cuna la raíz tradicional antes de llegar a Santiago, donde estuvo entre los fundadores de Inti-Illimani y del Dúo Coirón e inició su carrera entre movimientos tan principales como la Nueva Canción Chilena, el Canto Nuevo y el canto a lo poeta, del que ha sido uno de los mayores impulsores hasta hoy. Un nuevo hito en su camino fue el popular elenco de payadores que formó en 1980 junto a Santos Rubio, Jorge Yáñez y Benedicto Piojo Salinas, previo a su trabajo desarrollado desde entonces como abanderado de la paya en asociación con Eduardo Peralta y Cecilia Astorga, entre otros. En 1999 ganó el Premio Nacional de Música Presidente de la República.

José Pérez de Arce

Ha sido desde el campo de la investigación que José Pérez de Arce ha llegado a la composición e interpretación musical. Sus más interesantes proyectos al respecto están muy lejos de un ámbito docto o de lo que habitualmente se entiende por vanguardia. La gran pasión en su vida de investigador y musicólogo autodidacta ha sido conocer el mundo indígena y vernáculo, con trabajos pioneros en áreas como la música mapuche, los bailes chinos, y la instrumentación de tribus precolombinas. Además, Pérez de Arce desarrolla desde principios de década un señero trabajo de difusión del guitarrón chileno, el cual descubrió junto al cantor popular Santos Rubio y que guió su trabajo en el disco Nometomasencuenta, cruce entre esa tradición campesina y canciones del repertorio rock latinoamericano.

Liliana Riquelme

Parte de una prolífica generación de cantoras, cantautoras, solistas y trovadoras del Biobío, Liliana Riquelme se ha encaminado hacia un canto que se sostiene en la raíz folclórica con un especial tratamiento a partir de la música de fusión. En su disco debut, Canciones bien intencionadas (2014), distribuye sonidos, ritmos y diversos enfoques musicales, trabajo que la ubica entre otras figuras sureñas de distintas líneas, como Susana Lépez, Claudia Melgarejo, Cecilia Gutiérrez, La Chinganera o La Canarito.

Maco

El cruce entre tradiciones ancestrales y lecturas contemporáneas ha sido un ejercicio constante en el trabajo de Maco, un compositor, intérprete e investigador que desde fines de la década de 2010 ha desplegado su trabajo en ámbitos diversos, desde el pop de Gepe hasta la experimentación con electrónica e instrumentos prehispánicos.  

Fernanda Martínez

Autora de canciones corraleras e intérprete de repertorios tradicionales, típicos e incluso neofolclóricos, Fernanda Dedes Martínez ha tenido una historia en el canto de rodeos al punto que también ha sido criadora de caballos. Nacida en Linares y criada en la localidad rural de Las Obras, comenzó a cantar y tocar la guitarra espontáneamente en el colegio. A los 17 años se inició en el ambiente de la música corralera y ya como nombre propio comenzó a cantar repertorios de tonadas como Fernanda Martínez. Como cantora de rodeos, Mirtha Iturra ha sido especialmente referencial para ella, y de hecho su canto conserva aspectos de cierta depuración presente más en la música típica que en la música campesina. Ha actuado en distintos encuentros centrinos de este tipo, incluido una larga participación en la Medialuna Monumental de Rancagua, donde fue subiendo su estatus como cantora en esos programas. También profesora de folclor en escuelas, algunos de sus discos con canto, guitarra y arpa son Al galope y sin apuro, Así es como te quiero yo y Para mi Chile lindo.

Fabiola González - La Chinganera

Varias cantantes de generaciones similares a la de Fabiola González han sacado al mismo tiempo sus voces de autoras y solistas, pero bien pocas como ella lo han hecho tan próximas a la raíz del folclor. Esta cantora de la región del Bío Bío tiene la experiencia auténtica de haber crecido en el campo y el interés por tradiciones como el guitarrón, la poesía popular o la cueca que le valió el nombre de La Chinganera.

Mónica Fernández

Mónica Fernández Ponce es cantora de rodeo, intérprete de arpa y guitarra, iniciada como niña en Los Ángeles al interior del conjunto folclórico Alma Cuequera. A los 17 años ya figuraba actuando en medialunas de la zona del Biobío, en el dúo Voces Morenas que formaba con Ana María Torres. Tras la disolución del elenco, Mónica Fernández continuó como cantora con arpa en solitario, acompañada de músicos de apoyo como el guitarrista Luis Silva, y siempre con la figura decisiva de Mirtha Iturra como nombre clave en la historia reciente. Su primera presentación tuvo lugar en 2007 en la medialuna de San Lorenzo, pero ella ha seguido en distintos encuentros, como los rodeos de Coyhaique y Valdivia junto con la linariense Carmencita Valdés. Ha participado en encuentros Abril Cuecas Mil y ha integrado otros conjuntos folclóricos de su zona, como Anturayén y Compases Corraleros, junto al arpista sureño Claudio Zenteno. Técnico en enfermería y profesora de música, su primer disco de música corralera es Otra cosa es con cantora (2018).

Jaime Atria

Jaime Atria es un activo autor de tonadas, valses, cuecas y canciones festivaleras con gran presencia en la industria del folclor de masas y la música típica, además de el responsable de una de las piezas más representativas de la identidad chilena del siglo XX. Ese himno canción nacional comienza con el trallazo cuequero de “Déjame que te llame / la consentida”, y se llama, justamente, "La consentida", obra que le significó a Atria un espacio entre los grandes autores de canciones chilenas de todos los tiempos.

Karina Fuentes

Karina Fuentes es cantora de rodeos de la zona de Cauquenes, donde llegó a vivir después de 14 años en Chanco. En esa medialuna, en 2015 cantó en su primer rodeo, lo que marcó su ingreso definitivo al mundo de la música corralera. También funcionaria de la PDI, la vida musical de Karina Fuentes se había desenvuelto mayormente como cantante en festivales de la voz, hasta que la cueca y la tonada campesina se le aparecieron de pronto en festivales folclóricos. Una abundante discografía a partir de ese acontecimiento marcaría así su estatus como cultora.

Los Hermanos Barrientos

Los Hermanos Barrientos son parte de los abundantes conjuntos familiares que poblaron el folclor desde los años '20. Tito, en guitarra, y Marina y Carlos, en voces, eran los músicos de apellido Barrientos, quienes en escena se hacían acompañar por grupos de guitarras. Cantaban tonadas y cuecas, y se presentaban desde la segunda mitad de la década del '30 en Punta Arenas, donde vivían. En los años '40 se radicaron en Valparaíso y comenzaron a grabar discos para el sello Victor, estableciendo un circuito estable de  trabajo en locales nocturnos y auditorios radiales. En 1946 grabaron el vals de Eduardo Chilote Campos “Corazón de escarcha”, y desde entonces iniciaron una carrera internacional que se extendió hasta fines de los años '60.

Traspuesto

Felipe Alarcón tomó el nombre musical de Traspuesto, y en ocasiones Felipe Traspuesto, como una manera de representar una cualidad que proviene, subsiste y prospera desde los campos chilenos, donde la guitarra es "traspuesta": utiliza afinaciones no regulares de la música europea sino que se altera de manera múltiple para acomodarse a las voces de los cantores. Su propuesta atraviesa ese folclor profundo pero lo redirecciona desde una creación contemporánea a partir del rock, la experimentación y la sicodelia.

Matato'a

Matato'a —que en lengua Rapa Nui significa «la mirada del guerrero»— es un grupo de música y danza de Isla de Pascua que desde 1996 fusiona los instrumentos y composiciones tradicionales del folclor de Rapa Nui con la música polinésica, latinoamericana, el reggae y rock. Es el grupo que grabó "E nua e koro", la canción principal de la teleserie "Iorana" (1997), de TVN, que fue el punto de partida de una carrera que han extendido por cinco discos y varias actuaciones internacionales.

Las Hermanas Parra

La primera experiencia profesional de Violeta Parra en el canto no fue solitaria, sino como parte de un dúo folclórico junto a su hermana mayor, Hilda, formado hacia 1947, con el que comenzó a granjearse el prestigio que luego le permitiría continuar como solista. Entre capitalinas quintas de recreo, boites y ferias de los años cuarenta y cincuenta, Las Hermanas Parra se hicieron escuchar hasta ganarse el seguimiento de un público exigente, que supo distinguir el talento de las dos jóvenes venidas de Chillán, y para quienes el canto nunca dejó de ser un modo de subsistencia.

María Esther Zamora

Heredera de una tradición musical y familiar a la vez, María Esther Zamora es una de las hijas del folclorista Segundo Zamora, autor de las cuecas "Adiós Santiago querido" (1942), "Mándame a quitar la vida" (1948) y "El marinero" (1950), entre muchas otras, y como cantante popular y folclórica ha sido constante animadora de escenarios chilenos ligados al folclor. Intérprete de cuecas, tonadas, tangos, boleros, chachachás, valses y otros ritmos populares, es en dupla con el músico y cantor Pepe Fuentes que protagonizó por décadas una de las parejas más activas de la escena y alcanzó gran impacto en el medio con la Casa de la Cueca, espacio que ellos habitaron como residencia en avenida Matta y que ha sido centro de divulgación de folclor. Desde 1996 ambos acompañron además a Álvaro Henríquez, en instancias como el festival sambernardino "Abril, cuecas mil" y las anuales versiones de La Yein Fonda, y figuran de hecho en los discos La Yein Fonda (1996) y La Yein Fonda II (2001), grabados en vivo en esas fiestas dieciocheras.

Lucy Briceño

Se llama Lucinda Gioconda Briceño Riquelme, pero es más conocida como Lucy Briceño a secas: una cantante porteña que inició su carrera en el baile antes de descubrir una vocación por el canto que la ha llevado a transformarse en un referente de la canción popular porteña, como integrante inicial de Los Paleteados del Puerto, solista y figura del elenco La Isla de la Fantasía. Costurera de oficio, Briceño ha llegado a ser la gran voz del canto tradicional en Valparaíso, un referente ineludible allí. En 2017, la U. Católica de Valparaíso editó el libro Historia de Lucy Briceño. La mujer en la música de la bohemia porteña, mientras que el Estado la reconoció en la categoría de Tesoro Humano Vivo. Y a los 90 años publicó su primerísimo disco propio: Sigo enamorada de la música (2021).

Nano Acevedo

El tránsito entre el florecimiento de la Nueva Canción Chilena interrumpido en 1973 y su continuidad en el Canto Nuevo tuvo entre sus hombres más activos a Nano Acevedo. Cantante, autor, gestor musical y sindical, Acevedo es un cantor urbano de raíz folclórica que se inició en escenarios como la precursora Peña Chile Ríe y Canta en 1968, ganó el festival de la OTI en Chile en 1977 y ha sido un activista del gremio en dictadura y democracia, con cuarenta años de trabajo en los que ha escrito canciones como "Rin del amor" y el auténtico éxito setentero chileno "Oda a mi guitarra".

Delis Val

"Pop folclórico" es el término que eligió Delia Valdebenito para describir sus compocisiones, reunidas en Cantos del alma, su primer trabajo tras el disco introductorio de cinco canciones Delia Valdebenito EP (2014). Ese fue el primer nombre, un nombre civil, que ella utilizó como cantautora, aunque poco después fue transformándose a Delis Val. Su mirada de la música en la ciudad, su formación dentro de la música popular y sus estudios de canto con Arlette Jequier (Fulano, MediaBanda) y de composición con Jorge Aliaga, marcaron esa condición principal en el terreno del pop. Pero su cantautoría fue tomando además elementos del folclor chileno, sureño y andino, ritmos de 6/8 y aires naturales de la cueca y el huayno para depurar una propuesta con banda eléctrica, que pronto ubicó a Delis Val entre la nutrida escena de cantautoras en esta línea: desde Natalia Contesse a Pía Zapata, y desde Paula Herrera a Analí Muñoz.