1970
Una de las personalidades más relevantes en una equidistancia que existió entre la música docta y la música popular fue el percusionista, compositor, arreglador, director orquestal, académico y educador Guillermo Rifo. Su propia historia cruza parte de la historia de la música chilena a desde mediados de los años ’60, con una participación de 30 años en la Orquesta Sinfónica de Chile, una categoría como compositor docto y solista de música contemporánea para percusiones. Además se le considera el primer vibrafonista del jazz chileno y fue impulsor de agrupaciones camerísticas de fusión como Aquila (1973), Sexteto Hindemith 76 (1975) y Latinomusicaviva (1978). El musicólogo Juan Pablo González lo considera "un músico para la ciudad de Santiago", por su cualidad de representar ese paisaje urbano a través composiciones como "Puente del Arzobispo", "Providencia al mediodía", "El cerro San Cristóbal" y "Santiago de noche". Guillermo Rifo murió a los 76 años, en enero de 2022.
Nacido en el nortino poblado de Tocopilla, con el eje inicial de dos hermanos en una familia de mineros, Los Golpes llegaron a convertirse en uno de los pilares de la música romántica eléctrica chilena. Con un sonido apoyado en el formato de guitarra y bajo eléctricos, batería y voz destemplada, la banda legó clásicos como "Olvidarte nunca", "Vete ya", "Cuatro cirios" y "Con la mano en la Biblia". En 1970 debutaron con un single en EMI, y su nombre se sumó al entonces naciente género de la balada-rock (o "balada sicodélica", según algunos) en Chile, en el que nombres como Los Ángeles Negros, Los Galos y Capablanca conforman un sólida escena que ha tenido, además, una fuerte repercusión internacional. Los Golpes son hasta hoy una banda activa, con shows y grabaciones que ahora dirigen algunos de los hijos de los fundadores del grupo original.
La experiencia del grupo Fusión, considerado históricamente el primer proyecto chileno de jazz eléctrico, según acredita el musicólogo Álvaro Menanteau en su libro Historia del jazz en Chile (2003), fue el resultado de largas sesiones de audición, intercambio de influencias, conversaciones y jam sessions realizadas por los nuevos músicos vinculados al jazz de fines de los '60. En rigor fue un ensayo espontáneo tras el contacto que en 1967 tomaron el bajista Enrique Luna (n. 1946) y el pianista Matías Pizarro (n. 1949) y que generó una convocatoria masiva de solistas para desembocar en el único álbum que esta banda llegó a editar, a través del sello Alba: Top soul (1975).
Formado por el histórico compositor Donato Román Heitman, el Conjunto Folklórico Villa San Bernardo, también llamado Conjunto Villa San Bernardo, es una de las más longevas instituciones de su tipo en la música chilena. La historia de este elenco de músicos, cantantes y bailarines se originó en la interpretación de canciones de autores emblemáticos como Luis Bahamonde, Vicente Bianchi y el propio Román Heitman, y con más de cincuenta años cumplidos desde su fundación en 1956, el conjunto sigue vigente como testimonio de la época en que las tradiciones folclóricas eran una manifestación arraigada en el gusto popular chileno.
Fueron el conjunto masculino más importante adscrito al Neofolklore, pero incluso antes de que en Chile comenzara a usarse ese término, los integrantes de Los Cuatro Cuartos se ocupaban en investigar la música de raíz de diferentes partes del mundo para adaptar algunas de esas ideas a la estructura de la tonada chilena, preparando así el cambio que luego producirían en el cancionero local. Si bien su estampa pública era la de un conjunto vocal —sus elaboradas armonías son una de sus marcas distintivas—, en privado esos mismos intérpretes mantenían encenditos debates sobre folclor, jazz y la música internacional que hoy se calificaría de étnica. En esa formación rigurosa y en esa mirada atrevida se explica parte importante de su éxito, importante en sociedad, pero también vehículo para proyectar el talento individual de nombres fundamentales de nuestra música popular, como los de Pedro Messone, Luis Chino Urquidi y Willy Bascuñán.
Figura señera en la generación de compositores de la década de 1960, Gabriel Brnčić Isaza (ortográficamente escrito de esta manera) es el autor chileno más prolífico en el campo de la música electroacústica. Exiliado en Barcelona desde 1975, ha dejado una huella en España como creador y como educador. Se le considera un "compositor bisagra" dentro del panorama electroacústico de ese país, siempre ligado a las vanguardias, a través de contribuciones en el desarrollo de un lenguaje musical. Este trasciende los formatos instrumental o electroacustico, e integran ambos mundos mediante un método de composición unificado. A Brncic se le sitúa entonces como otro referente en la historia de la electroacústica, el hombre que sucedió a compositores fundadores como Juan Amenábar y José Vicente Asuar.
Santos Rubio es el más reconocido de los artistas que encierran todos los oficios del canto a lo poeta: cantor a lo divino y lo humano, poeta popular, payador y guitarronero. No sólo es hasta hoy un referente obligado de esa tradición. Ya a comienzos de los años 50 recibía de sus mayores la escuela del guitarrón y del canto a lo divino, y desde entonces enseñó esa tradición en escuelas y universidades, se presentó en encuentros de payadores y guitarroneros y grabó discos con Víctor Jara o con el elenco que en plena dictadura restituyó la popularidad de la paya junto a Pedro Yáñez, Jorge Yáñez y Benedicto Piojo Salinas. El Premio a la Música Presidente de la República que ganó en 2004 fue un reciente reconocimiento a su valiosa trayectoria.
Si alguna vez hubo un jazzista que alcanzara la categoría de estrella de la música popular, ese fue el trompetista Daniel Lencina. Un uruguayo incorporado a la historia de la música chilena que desde 1972 puso su nombre no sólo en el circuito jazzístico como uno de los más sólidos improvisadores, sino que además llegó a ser ampliamente conocido por el público en sus 25 años frente a las cámaras de televisión. Más que un jazzista, Daniel Lencina fue un entretendor. Con los modelos de trompetistas universales, desde Louis Armstrong y Roy Eldrige hasta Dizzy Gillespie, de quien adoptó su trompeta torcida, Lencina fue parte del primer conjunto de jazz en actuar en el Teatro Municipal (5 de agosto de 1972), además de ser considerado el hombre que profesionalizó más la actividad. En este sentido, tanto músicos como especialistas hablan de "un jazz después de Daniel Lencina".
Además de la influencia que la investigadora y Premio Nacional de Arte Margot Loyola ha ejercido sobre generaciones de músicos, su escuela más directa está expresada en Palomar, el conjunto de proyección folclórica que fundó y que dirige junto a su compañero Osvaldo Cádiz desde 1962. Iniciado en octubre de ese año bajo el simple título de Conjunto de Margot Loyola, en 1975 recibió el definitivo nombre de Palomar, abreviatura inversa de Margot Loyola Palacios, y desde su debut ha sostenido una carrera ininterrumpida de más de cuatro décadas dedicado a las culturas tradicionales.
Por el tiempo en que en Francia fue conocido como "el chileno del saxofón", Alfredo Espinoza estaba aún muy lejos de pasar a ser la leyenda viviente del jazz nacional que terminó siendo. Mientras en Santiago y Valparaíso (su ciudad natal) su nombre no significaba más que la asociación entre dos palabras, según narran las crónicas en Buenos Aires y París su figura era "mitológica". Su muerte a los 72 años, en 2015, tras un largo retiro de la música, golpeó a la comunidad musical que vio partir a una figura ineludible, la más importante del jazz chileno para muchos entendidos y para los propios músicos.
Mil novecientos treinta y cinco marca el hito para Marcial Campos. Ese año cumplió los ocho y comenzó a tocar la guitarra criolla y a cantar cuecas. Primero fueron las de autor anónimo y luego las más de trescientas cuecas que llevaron su firma, además de otras tantas escritas por su hermano mayor, Eleodoro Campos. Juntos formaron uno de los dúos cuequeros más importantes y transversales en la historia de la música chilena: Los Hermanos Campos.
Probablemente la expresión más importante y representativa del movimiento de Canto Nuevo, desarrollado en Chile durante la década de los '80, fueron los valdivianos Schwenke & Nilo, un dúo que mantuvieron por más de treinta años los músicos Nelson Shwenke y Marcelo Nilo. Inspirados en la tradición de la canción social, en las inquietudes en torno a las relaciones humanas y en apego a la naturaleza del sur de Chile, muchas de sus canciones fueron clásicos de los circuitos más activos de oposición al régimen de Pinochet. El proyecto nunca detuvo su trabajo, incluso tras la muerte de Nelson Schwenke en 2012.
Musicología y antropología son las especialidades en que desarrolló su trabajo María Ester Grebe, fundamental investigadora y profesora que dedicó su carrera al estudio de diversas culturas originarias y que realizó un trabajo cuantioso de recopilación en terreno, fuente de un archivo de registros sonoros que abarca desde pueblos del altiplano hasta etnias australes.
Uno de los más importantes y prolíficos poetas del canto a lo divino es Domingo Pontigo Meléndez. Hijo de San Pedro de Melipilla, tierra que ha sido la cuna de cantores insignes como Atalicio Aguilar y Adiel Fuenzalida, Domingo Pontigo es agricultor, poeta popular y cantor a lo humano y lo divino desde 1947, y es reconocido como el poeta popular de mayor producción escrita en Chile.
La resistencia musical a distancia a la dictadura impuesta en Chile con el Golpe de Estado de 1973 fue la motivación principal de ¡Karaxú!, conjunto iniciado y mantenido por chilenos exiliados en Francia, de estrechos lazos con el MIR, y que tuvo un tiempo entre sus filas al destacado músico y escritor Patricio Manns. Con cambios en su formación, el grupo se mantuvo activo hasta inicios de los años noventa, con presentaciones por varios países de Europa y la grabación de un total de cuatro álbumes. Su trabajo se limitó al viejo continente y tuvo escasa difusión en nuestro país.
Guitarrista y docente, Alicia Puccio fue una de las precursoras de la publicación de cancioneros en medios de comunicación masivos. En los años '60, en Revista Ritmo, y en los '70 y '80 en la Revista del Domingo de El Mercurio, Alicia Puccio publicaba canciones populares con sus posturas para guitarra, en una modalidad que se extendería a muchos medios poco después. En los años 80 inauguró una academia de canto y guitarra en el barrio alto de Santiago, donde acogió a varios cantantes que han alcanzado popularidad, como Luis Jara, Cristián Natalino o Daniela Castillo. Figura frecuente en jurados televisivos durante los años 70 y 80, Alicia Puccio participó en una fugaz rearticulación de Las Cuatro Brujas el año 2001. (biografía en preparación).
La diáspora protagonizada por los diversos músicos chilenos dedicados a las raíces latinoamericanas en el extranjero es, para el caso de Mauricio Venegas Astorga, también una diáspora interior. A partir de la música de raíz andina su oficio se disparó en direcciones tan diversas como la "música del mundo" y las bandas sonoras para cine y TV que son parte de la carrera de este músico, compositor, cantante y poeta nacido en Coronel, al sur de Chile, y residente en Inglaterra desde 1977.
El uso metafórico de una planta agreste como símbolo de rebeldía explica el nombre de uno de los mejores grupos aportado por el Canto Nuevo a la música chilena. Ortiga nació bajo dictadura pero con la inspiración trascendente de la Nueva Canción Chilena, y debió trabajar bajo circunstancias históricas adversas un lenguaje musical plagado de simbolismos, sutilezas y omisiones que muchas veces fueron incluso más explícitas que aquello que entonces no se permitía decirse. Su condición de «puente» entre ambos movimientos es evidente en las citas de su discografía, pero es también dato biográfico: el conjunto tuvo su raíz en los talleres del Quilapayún formados en 1971 para desparramar simultáneamente por todo Chile el canto social de la Unidad Popular. Aunque su largada en Santiago generó justificada atención, e hitos musicales, su decisión de emigrar a Europa, en 1983, afianza la mayor parte de su historia fuera de nuestras fronteras.
Uno de los trabajos más importantes y reconocidos de Guillermo Willy Bascuñán ha sido el que desarrolló durante los años sesenta junto al conjunto vocal Los Cuatro Cuartos (sobre todo, por su labor en el disco Al séptimo de línea). En sociedad con Pedro Messone y Luis Chino Urquidi, el cantautor le dio ahí forma a parte de lo mejor de la corriente conocida como Neofolklore, que volvió a hacer atractiva la raíz chilena y sudamericana, de acuerdo a un trabajo vocal y de arreglos nunca antes realizado en el país. Pero el músico ha destacado también en experiencia junto a otros grupos, como solista y —sobre todo— como autor para canciones popularizadas por otros. Su aporte al respecto incluye títulos clásicos de la canción chilena, como "El solitario", "Cuando rompa el alba", "El ovejero", "Los viejos estandartes" y "Voy pa' Mendoza".
Hernán Gallardo Pavez fue uno de los compositores más relevantes del repertorio tropical y en particular cumbianchero chileno, por haber compuesto "Un año más", la canción que entre finales de los años '70 e inicios de los '80 se transformó en una suerte de segundo himno patrio. "Un año más" surgió en su primera versión como una balada triste y melancólica, y fue el mismo compositor el que la ofreció a agrupaciones locales de proyección nacional para que fuera versionada en el ritmo tropical que finalmente la catapultó al estatus popular que tiene hoy. No obstante, su obra es mucho más extensa.