Tropical
Pocas influencias extranjeras han tenido una presencia tan sostenida y variada en el tiempo como los diversos géneros musicales venidos del Caribe, adoptados por el público chileno como parte de los gustos bailables y la fiesta nacional. Son generaciones de ritmos y de audiencias las que han disfrutado de esta música tropical, desde los años '30 con la guaracha, el cha cha cha y el mambo de las orquestas de los '40 en adelante, y con la explosión en cumbias de los años '60, incluidas todas las transformaciones que ese ritmo colombiano ha experimentado entre sonoras, combos, orquestas y conjuntos, hasta llegar a modas más recientes como la del sound, la música axé, la cumbia villera y el reggaetón. La música tropical ha moldeado la fiesta popular y el baile nacionales por décadas.
A fines de los años '80, los hermanos María José y Tan Levine levantaron en María Sonora una combinación de ritmos latinos, hip-hop y secuencias electrónicas que resultó tan pionera como incomprendida. La disolución de ese dúo los alejó musical y geográficamente —él partió a Nueva York; ella se instaló en Tongoy—, pero el trabajo breve en Golosina Caníbal propuso una continuación temporal de aquel impulso previo. Como «trip-hop nativo» definieron los hermanos Levine su mezcla rítmica, plasmada en un único disco (Kru-da, 2000), parcialmente difundido en radios de la época por el cover para “De Coquimbo soy”, original de los Viking's 5. La rutina de María José en Tongoy (donde por entonces seguía estudios universitarios) y nuevos viajes de Tan al extranjero dificultaron la promoción de un disco que merecía mejor suerte, y que quedó como testimonio pionero de un sonido que vino a masificarse en el país algo así como un lustro más tarde en la llamada nueva cumbia chilena.
Los nombres de sus dos integrantes determinaron en partes iguales el bautismo del dúo que en 1997 formaron Martín Schopf y Jorge González; dos chilenos más conocidos en la música electrónica y en el rock como Dandy Jack y como el cantante de Los Prisioneros respectivamente. Ese grupo se llama Gonzalo Martínez, apareció en Santiago de Chile y se mantuvo activo apenas un año, pero su único disco bastó para adelantarse a la moda y ser el primero en experimentar con la mezcla entre música tropical y electrónica que años más tarde se volvería tendencia mundial.
Hernán Gallardo Pavez fue uno de los compositores más relevantes del repertorio tropical y en particular cumbianchero chileno, por haber compuesto "Un año más", la canción que entre finales de los años '70 e inicios de los '80 se transformó en una suerte de segundo himno patrio. "Un año más" surgió en su primera versión como una balada triste y melancólica, y fue el mismo compositor el que la ofreció a agrupaciones locales de proyección nacional para que fuera versionada en el ritmo tropical que finalmente la catapultó al estatus popular que tiene hoy. No obstante, su obra es mucho más extensa.
El mestizaje es una de las claves a través de las cuales se puede escuchar la música de Negros de Harvar, un ensamble que se puede vincular con la larga tradición de músicos chilenos que han adoptado los ritmos latinos y el espíritu festivo como vocación. En su caso, ese camino les ha permitido mostrar sus canciones en países como Perú, Colombia y Brasil.
"Chicas osadas y sin miedo a mostrar su música" fue la carta de presentación que este elenco tropical femenino propuso en una industria que en el cambio de década estaba experimentando un boom de agrupaciones y solistas vinculados a la cumbia romántica, representada mayormente en las voces de Leo Rey y de Américo. El grupo se reunió como un proyecto de laboratorio encabezado por un equipo de productores alrededor de la cantante pop Mónica Victoriano, quien se había dado a conocer como la voz femenina solista en la canción "La meta final", tema principal del reality show "Protagonistas de la fama" (2003). Con integrantes que tenían experiencias en diversas áreas de la música popular, incluso con estudios clásicos, Diávolas difundió su proyecto a partir de la canción "Miénteme". Pero tras la salida de un único disco, y de una serie de apariciones en escenarios capitalinos, regionales, el proyecto perdió impulso. Sus integrantes rediseñaron sus carreras en la música. Paula Rojas (teclados) y Catalina Pizarro (bajo) organizaron un nuevo conjunto femenino de música tropical, que se consolidó en 2014 con la formación de Taconeras, que en su disco Loca obsesión (2015) grabó esa misma "Miénteme".
El carnet de identidad de Guadalupe del Carmen es impreciso. Tiene el nombre de Esmeralda González Letelier y asume que el nacimiento de la principal voz de la ranchera chilena, de la propulsora de los charrasqueados y de la diva de villorrios y peones, se registra el 7 de enero de 1931 en una pequeña casa de adobe y troncos levantada en una suave loma de Quilhuiné (otro registro apunta su natalicio el 12 de octubre de ese mismo año). Guadalupe del Carmen es una de las figuras fundamentales de la música popular chilena de toda la historia, igualable a nombres como Ester Soré (n. 1915) en la interpretación de tonadas, a Margot Loyola (n. 1918) en su trabajo de proyección folclórica y a Violeta Parra (n. 1917) en la composición de música chilena de raíz.
Canciones de resonancia popular como "Lo conocí tarde", "Estúpido capricho", "Dulce de coco", "Por qué lo conocí", "Necesito un amante" y "Eso no es de hombres" han marcado la trayectoria de Danissa, cultora de ritmos que mezclan la cumbia chilena y la ranchera pop.
Toda una vida de ritmos hecha fuera de Chile vivió el baterista y percusionista Alejandro García, desde que sus padres fueron exiliados por el gobierno militar. Terminó por construirse como músico, compositor y cultor del jazz latino y la fusión latinoamericana primero en La Habana, donde aprendió el rudimento y el lenguaje percutidos, y luego en Nueva York, megápolis donde consolidó su carrera a la cabeza del ensamble latin Afromantra.
La llamada "faraona de Rojo" no fue cantante sino bailarina, una de las más populares y mediáticas de la generación de estrellas en el programa juvenil de TVN. Pero aún con una voz insuficiente para el canto, Yamna Lobos apareció encabezando sesiones de reguetón en la época en que este ritmo tropical terminó por ocupar el espacio dejado por el axé brasileño tras las partidas de los cuerpos de baile Axé Bahia, Porto Seguro y Porto Bahia.
El Grupo Albacora nace en una de las capitales cumbiancheras chilenas por excelencia, Coquimbo, en septiembre de 1987. Según William Carrasset, más conocido como Agüita, fundador, compositor y director musical del grupo, la inspiración de sus composiciones viene del puerto, de lo cotidiano, del trabajo, de la fe, del amor y de la identidad coquimbana. Dentro de sus referentes musicales señala a Los Fénix, de Calama; a Los Cumaná, de la región de Coquimbo, y por supuesto la influencia de las cumbias peruanas que tan sabrosamente han nutrido el repertorio nacional.
El éxito, popularidad y espectacularidad de la Orquesta Cubanacán atraviesa la línea cronológica de la música tropical desde mediados de los años '50, de la mano de un puñado de jóvenes encandilados con los nuevos ritmos del mambo y el chachachá provenientes desde Cuba y el resto del Caribe, y fundamentalmente por la figura del cantante Roberto Fonseca, conocido popularmente como Pachuco.
Punitaqui es una localidad de la provincia de Limarí, en la región de Coquimbo, que ganó notoriedad nacional tras el violento terremoto de 6.8 grados en la escala Richter que asoló la zona el 14 de noviembre de 1997, con epicentro preciso en ese pueblo. Pero el lugar es desde antes epicentro de otro movimiento nacional de alcance aún mayor: el exitoso sonido de cumbia que emergió desde allí en la primera mitad de los años '90. Y Fantasía es el grupo iniciador de ese sonido.
La música tropical ubica protagonistas en lugares y funciones diversas, y Juan Chocolate Rodríguez se ganó esa figuración merecidamente en el micrófono. Fue desde los años cincuenta voz para la cumbia, la salsa, el bolero y otros ritmos de raíz centroamericana, y sobre todo como el gran cantante afrodescendiente de carisma, estilo e impronta en orquestas de época como la Cubanacán y la Ritmo y Juventud.
El clan de los hermanos Cuturrufo, reconocidos músicos de Coquimbo, proyectaron su idea de una música contemporánea mestiza y terrenal, que utilizara las raíces del Norte Chico, desde la ancestralidad diaguita a las fiestas patronales, a través del ensamble denominado Cutus-Clan. Los Cuturrufo fueron históricamente una familia religiosa, devota del culto mariano y sus integrantes activos peregrinos al santuario de la Virgen del Rosario de Andacollo. Así fue como el compositor y percusionista Rodrigo Cuturrufo (n. 1968) llegó a crear primero el grupo Vernáculo, cuya música se planteó como ofrenda a la “Chinita” (Viva la Chinita de Andacollo, 1999). El Cutus-Clan representa la otra vida de los Cuturrufo, la de las boites, la cumbiamba, es decir la movida de la cumbia nortina, la improvisación jazzística y el rock.
Conocida inicialmente como “la princesa mexicana”, Carolina Molina se consagró en definitiva como «La Rancherita», título que le quitó de las manos a la propia María José Quintanilla, con quien compartió espacios de música mexicana en la tercera generación del programa de talentos “Rojo, fama contrafama”. Sus espectáculos en vivo en discoteques, restoranes y parrilladas populares y su permanente presencia en pantallas de televisión la convirtieron en una de las favoritas entre el público masivo del pop. A quince años de su estreno discográfico, y ya instalada en México, la cantante practicaba un giro musical que la ubicó como exponente de la música latina urbana, con aproximaciones a los ritmos del reguetón, la bachata, la cumbia y la kizomba, en un nuevo perfil como cantante.
Fue un baño de lágrimas el origen de la carrera de Zalo Reyes, el hombre que a partir de los éxitos "Una lágrima y un recuerdo" (1978) y "Con una lágrima en la garganta" (1979) ganó el favor popular chileno, encarnó un fenómeno de masas en 1982 y 1983, y llegó a ser uno de los cantantes más exitosos de esa década, con los impactos radiales "Motivo y razón" (1982), "Amor sin trampas" (1985), "Un ramito de violetas" (1985), "Mi prisionera" (1988) y "María Teresa y Danilo" (1988). Es un heredero de la genealogía de cantantes populares chilenos que empieza con los boleros de los años '60, hermanados con la llamada "canción cebolla", y que sigue con los conjuntos melódicos de la edad de Los Ángeles Negros, Los Galos y Los Golpes. Esa sintonía con el gusto popular le permitió además mantenerse activo y acceder al reconocimiento generacional de un público joven en el nuevo siglo, donde consolidó su categoría de nombre principal de la música popular chilena. Afectado por distintos problemas de salud, en agosto de 2022 falleció a los 69 años. Miles de personas llegaron a su funeral.
Delineado desde los años de esplendor de la radio, la orquesta, la boite y la industria discográfica propias del siglo veinte, la figura del músico de oficio capaz de valerse en los diversos géneros populares de la época en Chile tiene una expresión exacta en Rafael Traslaviña. Con más de seis décadas dedicadas a la música, este pianista tocó y grabó en discos de jazz, cueca, tango y otros ritmos bailables, y a su muerte ocurrida en 2011 dejó como herencia una estatura bien ganada entre los principales instrumentistas de esa era en la música popular.
Si en los años '30 la música de México se instaló para siempre en el gusto popular nacional gracias a los mariachis y rancheras difundidos por las películas, en los '60 la llegada de los corridos norteños fue una segunda revolución mexicana en Chile. Y sus caudillos fueron Los Hermanos Bustos. Vigente desde 1965, éste es el grupo chileno más longevo del estilo, el pionero en tocar y grabar aquí corridos con guitarra y acordeón y en elevar el género a cumbres de popularidad similares a las del bolero, el vals peruano o la cumbia, como lo prueban una discografía de más de cuarenta grabaciones y éxitos como "La carta número 3", "La de la mochila azul" o la cumbia "Morena de quince años".
Baladista, cantante pop, integrante original del grupo Sum, y con incursiones en la música urbana, la cumbia y el reguetón como solista, Lucía Covarrubias fue ganadora de la Gaviota en la competencia internacional del Festival de Viña del Mar de 2016, con la canción "Te quiero", que presentó junto a su hermano, Cristián Covarrubias. Fue una antesala a la publicación de su primer disco, que incluyó la canción "¿A quién no le gusta el reggaetón?", una defensa del estilo en boga durante esa década y un ensayo de ritmo y texto.