Rock
Con más de cinco décadas de vida cumplidas a escala mundial y con la guitarra eléctrica como su arma predilecta de sonido, el rock es casi igual de antiguo desde su primera adopción en Chile a mediados de los años '50, y ha descrito una de las evoluciones más múltiples de la música popular local. Imitado al comienzo, chilenizado en parte por la Nueva Ola, transformado en himno nacional para el Mundial de 1962, puesto al día por jóvenes airados a fines de los '60, revolucionado por toda una nueva generación hippie y telúrica a comienzos de los '70, aguerrido bajo la dictadura, agitado por la new wave a mediados de los '80 y abierto hacia formas como el punk, el metal, el reggae o el pop, la música rock se ha multiplicado en un sinnúmero de nombres y tendencias desde los años '90 hasta la actualidad.
Ya se Fueron es la banda de rock que desde 2014 presenta en sus líneas al escritor, cronista y poeta Roberto Merino, autor de libros como Horas perdidas en las calles de Santiago y Transmigración, quien había iniciado un proceso de composición de canciones antes de estudiar Literatura en la universidad y había abandonado por años. Acompañado además por otros músicos fundadores, como Sebastián Astorga y Nicolás Letelier (ambos con militancia en Puta Marlon), la banda se centró de lleno en una estética de la psicodelia, con rasgos nítidos de música improvisada y de atmósferas de sonido. Ya se Fueron apareció entonces en una escena musical independiente con sus álbumes Uno (2014) y Enero (2017), editados por el sello Cápsula Discos.
Diego Álvarez llegó a la cantautoría solista luego del paso por Mecánica Popular (1999) y Bocallave (2005), sin que ambos planos entraran en conflicto entre sí. Su formación de algún modo auguraba su deseo de trabajar en solitario. Álvarez estudió en la Escuela Moderna de Música Composición y Arreglos en Música Popular para luego perfeccionarse en jazz con profesores como Jorge Díaz y el legendario Panchito Cabrera (con quien integró en 1999 la agrupación Santiago Hot Club). Pero fue su tiempo de trabajo junto a Mecánica Popular lo más definitorio en su formación de guitarrista.
Como un puente entre el primer rock de raíz folclórica desarrollado en Chile y la canción política asociable a la Nueva Canción puede verse, en retrospectiva, al grupo Amerindios. Pese a su férreo compromiso con el proyecto allendista y su activa participación con la solidaridad chilena en el exilio, el dúo de Julio Numhauser y Mario Salazar (ampliado en un período por Patricio Castillo) trabajó un sonido diferente al de la canción comprometida convencional, con influencias de rock y de jazz, y abierto a nuevos timbres y arreglos. Esta vocación por la mezcla terminó de consolidarse con las carreras solistas que ambos músicos continuaron en paralelo a partir de su separación, a fines de los años setenta. "Los colihues", "Juan Verdejo" y la atrevida "Cueca beat" son algunos de los títulos más memorables de un grupo muy significativo para la canción chilena de los años sesenta y setenta, pero en torno al cual persisten escasas pistas históricas y cuya discografía se ha convertido hoy, desgraciadamente, en material de coleccionistas.
Lilits se mueve en el territorio de los grupos femeninos que delatan el sexismo existente en sociedades como la chilena, pero si se escuchan con detención sus canciones se puede decir que por las venas de esta banda hay más urgencia por ejercer la libertada a hacer y expresar que las luchas de género. Con estructura de power-trío, Lilits nació en el punk rock como base de su lenguaje, pero con los años su sonido se nutrió de otros colores, incluso del pop. Su trayectoria ha sido extensa, con presentaciones por varias ciudades de Chile y también en el extranjero.
Conocido inicialmente como bajista eléctrico en agrupaciones de rock avant-garde como MediaBanda (2000) y Yonhosago (2001), Santiago Astaburuaga ha sido un creador múltiple en diversos círculos de la música experimental, desde la improvisación libre a la composición contemporánea. Formado en el Instituto de Música de la Universidad Católica, tempranamente se vinculó a proyectos de investigación del sonido y métodos no regulares de narración. Además ha participado en distintas magnitudes con proyectos como Akinetón Retard, Tárabust y Klaine Trío. En 2017 publicó con la plataforma ala1RECS piezas camerísticas para solistas y ensambles, considerando músicos de su entorno y generación, como Edén Carrasco, Benjamín Vergara, Diego Aguirre, Matías Mardones, Marcelo Maira o Nicolás Carrasco Díaz.
Uno de las pocas bandas chilenas que desde los márgenes de la industria ha tendido puentes entre décadas ha sido Fiskales Ad-Hok. Muchos nombres asociados al punk surgidos en medio del interesante momento creativo que motivó la resistencia a la dictadura fueron quedando en el camino o se vieron agotados una vez que Chile entró en la transición democrática. Pero Fiskales Ad-Hok ha ido encontrando con los años nuevos blancos de denuncia, ampliando su grito hasta asegurarse de que a nadie le sea fácil evadirlo. Su discografía, su trayectoria, y sus decisiones de autogestión la convierten en un grupo de referencia para el punk, la canción de denuncia y el rock independiente en nuestro país. Late en sus discos un mismo pulso de arrojo y disconformidad, capaz de convertir sus canciones en dardos veloces contra autoridades, promesas vacías y, a veces, hasta contra ellos mismos. Su sistema de trabajo autogestionado ha resultado de gran influencia para varias bandas formadas a la luz de su ejemplo, y demuestra que incluso un grupo de punks chilenos está capacitado para manejar su propia empresa (el sello C.F.A.), organizar giras a Europa, y agitar los escenarios locales sin más ayuda que la de sus fans. «Antifascistas, antisexistas y a favor de la autogestión», según propia definición, Fiskales Ad-Hok es, además, un grupo de características únicas en la historia de nuestro rock, con vaivenes en su historia y formaciones pero un trabajo activo por más de cuatro décadas. En febrero de 2025, la banda anunció una pausa que se hizo efectiva de inmediato.
A través de diversas formaciones, ediciones discográficas y niveles de difusión, Los Miserables han mantenido al menos una valiosa seña de identidad que permite reconocerlos de inmediato en el panorama rockero local: su concepto del punk está más vinculado a la esencia de la canción-protesta que a aspectos formales de indumentaria o reglas de sonido. Los Miserables son por ello una banda que asocia su nombre a valores profundos del activismo, como la reflexión social, la crítica al poder y la energía propia de la juventud. Más allá de puntuales hits de gran difusión, su circuito natural de difusión está al margen de los grandes medios, y su canto representa mucho mejor a los suburbios de las grandes ciudades chilenas que al centro de toma de decisiones y de bienestar.
Una marabunta es una población masiva de hormigas migratorias que devora todo lo comestible que encuentra a su paso. También un conjunto de gente alborotada y tumultuosa. Y además, una canción del primer disco de Santo Barrio, Tumbao rebelde (1997), que ilustra con propiedad el carácter del grupo: una banda de numerosos integrantes que, durante su historia, barrió con todo a la hora de presentarse. Sus shows en vivo fueron sinónimo de una jarana de largo aliento, pero, sobre todo, de una revisión atípica hasta entonces en Chile para sonidos aprendidos de la tradición ska, funk, salsa, jazz y de rock latino. Santo Barrio fue una banda enérgica y con contenido, cuyo recuerdo avivó una entusiasta reunión a fines de 2024.
Metal étnico. Pesados riffs de guitarra que conviven con ritmos que remiten a sonidos autóctonos y fuerzas ancestrales. Ése es el sello de una de las bandas con más identidad en la escena del rock duro local. Y fue en la búsqueda de una identidad más definida, justamente, que los cuatro integrantes del grupo Stonehenge, decidieron a mediados de 2001, rebautizarse como Huinca, nombre bajo el cual trabajan hasta hoy.
Guitarrista, productor musical, arreglador y activo músico de sesión durante la década de 2010, Ivo Yopo tuvo su despegue solístico con el disco Calle (2014), donde dio curso a sus propósitos creativos en el campo del pop-rock moderno y masivo. Yopo se dio a conocer frente al gran público como el guitarrista de la banda de Myriam Hernández, desde el año 2010.
Un desvió de su trabajo de años junto a bandas —sobre todo, aquel junto al grupo Umbría en Kalafate— significó en 2018 la decisión del porteño Cristián Bustamante de publicar un disco a solas y bajo seudónimo. Nara de Shile lo identificó al momento de publicar Ejercicios decimales (un experimento a lo humano), valiosa exploración en la poesía popular chilena y el atrevido cruce de sus formas tradicionales con instrumentos como el trompe, sonoridades experimentales y teclados de origen europeo (MonotronKorg).
Indygo fue un grupo formado a fines de los años noventa en Santiago, que, en ocho años de historia, grabó un disco, integró el catálogo inicial del sello Cápsula y acogió la primera experiencia de banda de Edita Rojas, que más tarde destacó como baterista de Electrodomésticos y Carlos Cabezas. Activo entre 1997 y 2005, el grupo cultivó un rock oscuro, influenciado por grupos como los estadounidense Tool y Deftones y los locales Lucybell, entre otros.
Los integrantes de Bandhada se conocieron en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, donde el baterista Juan Coderch y el bajista Alfonso Feeley estudiaban percusión e ingeniería en sonido. En 1983, el guitarrista Carlos Chung (también estudiante allí) los reunió para comenzar a funcionar con la primera formación del grupo. Influenciados por el guitarrista estadounidense Pat Metheny, y la música sinfónica y de fusión de los años setenta, Bandhada se convirtió en una banda pionera del rock progresivo y el jazz-rock hecho en Chile (junto a nombres como Cometa y Quilín), pese a que en los recuerdos suele asociársela a la camada del llamado «boom pop» chileno de esa década.
Emilio García es uno de los solistas de la guitarra eléctrica mejor dotados y más virtuosos en el campo del jazz-rock. Alcanzó prestigio e identidad como líder desde mediados de los '90, a la cabeza de poderosos tríos que lo llevaron a ser el heredero de una atlética guitarra de fuerza rockera y aventura jazzística detrás de sus antecesores, Alejandro Escobar (líder de Quilín), Edgardo Riquelme (de Cometa y Alsur), John Clark (de Kameréctrica), Eduardo Orestes (de Ensamble) y Vladimir Groppas (de La Red).
Un trabajo extenso y sin interrupciones en proyectos musicales propios y ajenos ha convertido a Cristián Heyne en un compositor y productor respetado, con logros en géneros disímiles y una llamativa lista de encargos. Pese a su crédito en discos de nombres populares, Heyne no ha abandonado hasta ahora el desarrollo de un exigente rock eléctrico en su propio proyecto, Shogún. Y en su trabajo como productor y diseñador de sonido, ha dirigido los sellos independientes Luna y Música del Sur.
Este quinteto de rock melódico y vida breve tuvo la peculiaridad de contar con un vocalista español (cuya voz a veces hizo pensar que Raudales no era una banda chilena), la de Carlos Marín, proveniente de la provincia de Murcia, y a quien el resto del grupo conoció en un karaoke de cumpleaños. Con él debutaron como cuarteto en octubre de 2005 en un bar del barrio Bellavista, y se mantuvieron activos los siguientes dos años. Su disco Aunque el mundo sea un disfraz (2006) aludía a la vida «en una ciudad de imágenes y caretas», según ellos. Los contactos de Marín permitieron editar el disco también en España, pero terminó siendo la única publicación de la banda, que anunció su separación poco después de participar en el Festival Fénix 2007.
El librepensamiento de un percusionista como Juan Coderch hizo posible que mundos tan históricamente “opuestos” como la música desde la academia y la música desde la calle pudieran conectarse en ciertos instantes. Coderch no sólo revolucionó la mentalidad y las capacidades técnicas de un percusionista sinfónico, sino que igualmente fue un ejemplo de versatilidad estilística, uno de los más agudos y respetados percusionistas de la música popular chilena desde los años '80.
Electrodomésticos agitó la escena artística chilena de los años ochenta no sólo desde un punto de vista musical, sino también en lo visual y técnico. Sus inclasificables grabaciones mezclaron como nadie antes en el país instrumentos en vivo, new-wave británico y rock progresivo, ruidos callejeros, la voz grave de Carlos Cabezas y ciertos experimentos técnicos que constituyeron el primer uso sistemático de, por ejemplo, samplers como recurso de trabajo rockero. Todo ello lo convirtió en un referente ineludible de la creación de resistencia durante la dictadura, y en un nombre de gran influencia para las corrientes independientes por venir en el país. Su historia, dividida en dos etapas, aún se escribe, con un trabajo de grabaciones y presentaciones en vivo que esquivan el imperativo puramente nostálgico.
"Cumbia social melodramática romántica" fue el nombre del estilo específico registrado en un principio por este grupo, sumado desde su inicio en 2008 a la oleada joven de la cumbia chilena. Con el cantante Max Vivar a cargo de la dirección y de la composición de las canciones, Villa Cariño ya cuenta con su primer disco, Terapia intensiva, lanzado un año más tarde de su debut, en 2009.
Es probable que Parkinson haya sido el grupo preciso en el momento incorrecto. De haberse formado en otro período, su rock enérgico e imaginativo podría haberse impuesto entre un público extenso, pero la banda tuvo la desventura de trabajar durante una etapa especialmente árida para la difusión de música chilena. Recién se desinflaba el llamado boom del pop local que pocos años antes había convertido en estrellas por igual a Los Prisioneros y a Cinema. Los sellos contaban las pérdidas que les había generado entusiasmarse de más, y las radios retrocedían luego de haber convertido en éxito hasta a las más dudosas grabaciones. Entre tanto recelo, no deja de ser un mérito que Parkinson haya logrado imponer dos canciones recordadas por siempre: "Papel floreado" y "El vino"; éste último, un título del que se hicieron fanáticos hasta Nicanor Parra y Don Francisco. El conjunto ha tenido amagos de reunión desde su separación de 1995, pero nada lo suficientemente firme como para pensar en nuevos discos.