1970
El éxito de los boleros grabados por artistas chilenos durante los años '50 tiene a dos primeras figuras en los nombres de este cantante y de Lucho Gatica, y es en sí misma una época dorada en la música popular del siglo veinte. Pero así y todo es sólo un comienzo para la trayectoria de Antonio Prieto, un hombre que desde entonces supo multiplicar su alcance más allá de bolero, como cantante de baladas y otras canciones populares, como actor de cine internacional y figura de la televisión de su tiempo, en una carrera que además fue reconocida y exitosa en países como Argentina, México, Brasil y España, y que lo transforma por añadidura en un adelantado para la estirpe de las figuras de exportación en la música popular chilena.
El movimiento del Canto Nuevo en los años '70, la experiencia internacional del entonces famoso festival de la OTI y una canción popularizada en la época con el nombre de "Oda a mi guitarra" son antecedentes principales en la historia de Capri, una cantante anticipada. Su nombre estuvo entre los primeros en trascender desde los circuitos iniciales del Canto Nuevo al reconocimiento mayor, y cuando varios otros grupos y cantantes de su generación tomaron el mismo rumbo en la década siguiente, la cantante suspendió su carrera en Chile y se estableció en el extranjero. "Oda a mi guitarra" permanece como su primer legado, incluida hasta hoy en varias compilaciones del Canto Nuevo.
Compositor, cantante y productor, Wildo es una figura que ha cruzado varias décadas y conecta géneros y momentos diversos de la música chilena, desde la Nueva Ola hasta la balada de los años 90. Sus canciones han sido grabadas por artistas como José Alfredo Fuentes y Buddy Richard y por estrellas continentales como José José, fruto de un recorrido que también incluye alta exposición televisiva e incluso capítulos deportivos.
Sólo cuatro canciones publicadas bastaron a En Busca del Tiempo Perdido para delinear su interesante propuesta a principios de los años setenta, en momentos en que el rock chileno dejaba el beat y se adentraba en terrenos psicodélicos y de fusión latinoamericana. Lo anterior junto a toques progresivos y jazzísticos más una carismática voz femenina, la de Sol Domínguez, dieron al cuarteto una impronta bastante particular.
Considerado dueño de una de las mejores voces de la canción popular en Chile, Osvaldo Díaz fue un cantante activo en la televisión de los años '70, pero ha pasado por otras escenas como la última época de la Nueva Ola en la que se inició en 1968, su carrera como baladista en programas y festivales y el importante rol que jugó en el Canto Nuevo, al margen de los medios oficiales. De esa carrera quedan en la memoria canciones de diversa data, como "Ternura" (1968), "Los carasucias" (1976) y "Reflexiones" (1978) y las más recientes "Por favor no te vayas" y "No digas que no me amas" (1993).
Compositora, intérprete, directora, profesora y gestora, Sylvia Soublette fue una figura relevante sobre todo para el desarrollo de la música coral chilena. A través de su trayectoria estableció vínculos con compositores e intérpretes en Francia, Estados Unidos y Venezuela y se vinculó con distintos repertorios, pero su impacto fue especialmente visible a través del Conjunto de Música Antigua UC y la creación del Instituto de Música de Santiago.
Aunque ambos cantautores se han destacado en sus respectivas carreras solistas, Isabel Parra y Ángel Parra formaron, también, un exitoso dúo, y bajo ese nombre publicaron sobre una docena de discos desde mediados de los años '60. Su trabajo en vivo se hizo leyenda a través de la Peña de los Parra, en Santiago de Chile, y se extendió bien entrados los ochenta durante el exilio de ambos en Europa. Juntos y por separado, sus nombres se enlazan con lo más trascendente del movimiento de Nueva Canción Chilena.
La Sonora Palacios es el nombre fundacional de la cumbia chilena. El conjunto se inspiró en el formato instrumental cubano de la sonora, pero con el ritmo colombiano de la cumbia que en los '60 se extendía por América Latina. En 1964 editaron un single con dos canciones: “El caminante”, de origen argentino, y “La mafafa”, del autor cubano Julio Gutiérrez. Desde entonces nunca dejaron de grabar discos, presentarse en vivo y sonar en radios. “Los domingos”, “Un año más”, “El galeón español”, y muchísimas otras son clásicos y números imperdibles de toda fiesta en Chile, en sus versiones originales o en interpretaciones que han realizado centenares de grupos profesionales y aficionados. En 1982, con la partida de varios músicos incluido el cantante Tommy Rey, desde la Sonora Palacios se inició La Sonora de Tommy Rey, otra historia referencial en la música tropical chilena. Pero el grupo original, bajo el liderazgo de su trompetista y fundador, Marti Palacios, y su hijo Marti, timbalero desde 1979, ha recorrido los tiempos sin detenciones. Completa una discografía de más de 30 títulos, con un show que ha presentado permanentemente en grandes y pequeños escenarios en Chile y en el extranjero.
La popularidad de Paolo Salvatore viajó permanentemente entre España y Chile, y lo mantuvo como figura de la canción romántica en mercados cruzados y con un éxito considerable y de larga duración. Hits suyos como “La ladrona”, “La playa está vacía”, “El tomavista” y “El bikini amarillo” son emblemas del tipo de melodía adherente y sencilla que adopta los tópicos de las vacaciones junto al mar y se acomoda en el subgénero de «canción del verano», del cual Salvatore fue muchas veces soberano.
Ariel Rómulo Aguirre Montaldo, mucho más conocido solo como Yelo, es un baterista de jazz que cruzó las décadas en el oficio musical y llegó a ser considerado un referente jazzístico en la Quinta Región. Con un estilo percusivo elegante y de gran swing, apareció como adolescente a fines de los años '60 en Viña del Mar y Valparaíso, sobre todo junto a su hermano mayor, el trompetista Pablo Aguirre. Pintor y músico, mantuvo un perfil bajo pero llegó a ejercer una influencia importante entre los músicos de ese eje territorial, cruzando generaciones y proyectos.
El Trío Jazz Moderno fue un conjunto en el que se iniciaron los músicos Moncho Romero y Alejandro Espinosa, solistas que durante cinco décadas protagonizaron parte de la historia del jazz chileno. Además vino a revitalizar la escena del jazz de Concepción, ciudad con vasta historia en este campo. El trío surgió en los años ‘70 como el primer ensamble vinculado a los lenguajes modernos del bop y el cool jazz.
La tradición del bolero tiene a una cantante chilena inscrita entre sus grandes voces femeninas, y no es entusiasmo nacionalista sino dato reconocido en varios países. Sonia von Schrebler destacó primero, desde niña y junto a su hermana, como parte del dúo Sonia y Myriam, y al fin de esa asociación decidió continuar a solas con un nombre artístico. Sonia la Única fue una de las voces importantes de la canción chilena en el siglo XX —no sólo en el bolero, cabe aclarar—, asentada en México durante parte importante de su carrera, y con colaboradores y apoyos cercanos tan relevantes como Armando Manzanero, Consuelo Velásquez, Lucho Gatica, el director de orquesta Chucho Ferrer, y los reputados compositores Joaquín Prieto y Rubén Fuentes. "La bikina", "Esta noche la paso contigo" y "Te amaré toda la vida" fueron canciones que ella grabó por primera vez, y que hoy figuran entre clásicos románticos en castellano.
Este dúo de vida breve y sólo un disco en su trayectoria alcanzó en los años de la Unidad Popular gran difusión televisiva y radial, gracias a un par de temas de inspiración pop y una reconocida influencia de grupos como Carpenters. Lo formaron dos estudiantes de la Universidad de Chile, Sonia Paz Soto-Aguilar (entonces estudiante de Teatro) y Pablo Rossetti (de Música), ambos con experiencia en grupos escolares (Pablo incluso había alcanzado a grabar algunos temas en singles) y la coincidencia de haber pasado parte de su crianza en Europa por el trabajo de sus padres.
Un capítulo enigmático del rock chileno de la década de los setenta está representado en la historia de Miel. La banda se inició en 1974 con músicos provenientes de grupos como Sacros, Tumulto y Escombros, se mantuvo durante todo el resto de la década y fue la gran vitrina pública para Juan Carlos Duque, quien no tardó en desarrollar una carrera como cantante solista y productor. Miel no legó ningún álbum, pero sí un gran prestigio entre entendidos por su incursión en la sonoridad progresiva.
Conocido principalmente como integrante del grupo de jazz fusión La Marraqueta, Andrés Pollak es pianista, compositor y productor en diversos campos de la música, aunque desde la posición creativa con aquel conjunto que confundó en 1992 ha dejado sus señales en la autoría de una música de marcada sofisticación. Sin álbumes solista pero con un catálogo amplio de composiciones para piano y para el ensamble, Pollak es además uno de los músicos que primero tuvo experiencia de formación en Berklee. En esa historia aparecen también distintos momentos como pianista y tecladista de grupos tan disímiles como Los Trapos en los '70, Cometa en los '80 y la reunión de los Blops en los 2000.
La figura de la "OEA chica" con que se conoció a este conjunto es mucho más que una anécdota de la historia. Los de Ramón fueron ciertamente el primer proyecto de investigación e interpretación de la música de folclórica latinoamericana que se tenga registro. Una verdadera organización de estados americanos sintetizada en este núcleo familiar de músicos encabezados por Raúl de Ramón, y que de paso generó el impulso definitivo para cultores del folclor regional, indistintamente de si pertenecieron a las articulaciones del Neofolklore y la Nueva Canción Chilena. Si desde los años '60 la música de raíz chilena llegó a buscar referentes en manifestaciones similares tras los Andes, Los de Ramón representan el punto cero.
Probablemente una de las voces más dotadas de Chile es la que a fines de los '60 dio a conocer Germaín De la Fuente en Los Ángeles Negros. El cantante dio el sello a la popular agrupación, y fue su cara de presentación ante la creciente presencia continental de la banda, hasta que, a los cinco años, inició una carrera solista que mantiene hasta hoy. Con la voz sin las atribuciones de antaño, De la Fuente sigue siendo un referente para las viejas y nuevas generaciones de músicos.
Un apego de vida a la tradición campesina y la música de su zona, Colchagua, animó por más de dos décadas el trabajo de Los Hermanos Morales —o Los Hermanos Morales de Lolol, como también se les conoció—, conjunto familiar que tuvo su mayor conquista en el primer lugar del Festival del Huaso de Olmué de 1979. Varias grabaciones registran la amplitud de un repertorio alimentado tanto por la composición original como por el material recolectado en terreno, y en el que pueden encontrarse sobre todo cuecas, tonadas, periconas, décimas y canto a lo poeta. Sus cuatro integrantes combinaron la interpretación, la autoría, la investigación y diversas labores para la divulgación del folclor chileno del Valle Central, tanto en escenarios formales como en encuentros comunitarios de campo, como bautizos, matrimonios, trillas y fondas.
Cancionista melódioco de la década de 1940, José Gastón Aguirre fue figura de la era de pa radiofonía. Grabó canciones de Luis Aguirre Pinto, interpretó tonadas, valses y tangos. Fue solista de la orquesta de Porfirio Díaz. En 1974 viajó a Colombia para actuar en un festival de tango. De ese país no volvería más. Sus éxitos anotan títulos como "Jornalero", "Frivolidad", "Muñeca de loza", "Maldito cabaret" y "Dolor de ausencia", entre otras. Su hija Gloria Aguirre fue una estrella de la Nueva Ola.
La breve duración del cuarteto de rock progresivo Kalish no pasó inadvertida a principios de los años '70, pese a que se trató de un grupo poco dado a tocar en vivo y que sólo registró un single. El conjunto plasmó el acercamiento más apegado al rock progresivo tradicional logrado en Chile en ese momento, con dos fieles versiones de "Stones of years" y "Bitches cristal" (de Emerson, Lake & Palmer), tras cuya publicación concluyó su historia.