Verónica San Juan
Taquígrafa y cantora
"Hija de músico de esas viejas filarmónicas y de una cantora campesina", es la filiación que la propia Catalina Rojas anota al remontarse a la cuna. Nacida en la localidad de Lontué, en la región del Maule, empezó a cantar en sus días de liceana en Curicó, y a su arribo a Santiago a fines de los años '60, además de estudiar taquigrafía y trabajar como secretaria en el Congreso Nacional, hizo estudios de música y teatro y fue parte del Coro de la Universidad de Chile.
Las condiciones cambiaron después de 1973. Catalina Rojas se había casado con el cantor Roberto Parra, hermano de Violeta Parra y cultor de las cuecas choras y el jazz guachaca, a quien conoció mientras ambos trabajaban por el gobierno de Allende, y el dúo estuvo entre los muchos músicos chilenos desfavorecidos bajo la dictadura. Actuaron en el mercado santiaguino de La Vega durante un par de años, impulsados por el veterano payador Lázaro Salgado, al mismo tiempo que en actos poblacionales y en las primeras peñas organizadas desde 1975 por Dióscoro Rojas.
Cuecas, tonadas, canciones populares y repertorio de Violeta Parra daban forma a su cancionero. La cantante estrechó lazos con la folclorista Gabriela Pizarro, madrina de su hija Leonora Parra, y en la misma época tomó clases de canto con la soprano Lucía Gana y el tenor José Quilapi en 1976, adiestramiento que reanudó entre 1982 y 1986 con la cantante de jazz Inés Délano. Para entonces había iniciado ya sus grabaciones, a partir de la canción "Puerto Esperanza", con el subtítulo "A Valparaíso", del aludido Dióscoro Rojas, incluida en una de las compilaciones Canto Nuevo del sello Alerce.
La batuta de la filarmónica cuequera
El compromiso de Catalina Rojas queda registrado además en su participación en el compilado El derecho de vivir en mi tierra. Cantos al exilio volumen 2 (1983), editado por el Comité Pro Retorno de Exiliados, y tres años más tarde grabó su primer disco completo, Catalina Rojas (1986).
Ahí, junto a la voz de su hija Eleonora Parra, aparecen canciones de Dióscoro Rojas como "El lanchero", "Cueca triste", "Las ganas de llamarse Domingo" y "Puerto Esperanza", además de "Hijo que tiene a su madre", de Violeta Parra, y la canción religiosa "Andrés (A Fray Andresito)".
En los años '90, en paralelo con sus presentaciones en vivo en actos y centros culturales, Catalina Rojas reanudó sus grabaciones con las cassettes Décimas de nuestra tierra (1992), producida por la Fundación de Comunicaciones del Agro del Ministerio de Agricultura, y A Fray Andresito (1993), firmado por Catalina Rojas y sus amigos, en una producción de la Orden Franciscana de Chile que recoge el repertorio devoto al que también ha sido fiel durante su carrera.
También participó junto a la investigadora Patricia Chavarría en el disco 20 cuecas recogidas por Violeta Parra (2000), de Gabriela Pizarro, a partir del hallazgo de un desconocido conjunto de obras campesinas recopiladas por Violeta Parra en el sur de Chile. Y otra recopilación es la que practicó en Ya salió el sol (2001), un disco a dúo con canciones inéditas de Roberto Parra publicado seis años después del fallecimiento del popular cantor.
El elenco de La Filarmónica de la Cueca es otro frente que mantiene vivo, dedicado al legado de cueca chora acuñado por el mismo Roberto Parra, mientras en su propio repertorio la cantante declara ir en busca de representar a las personas sencillas de este pueblo: modistas, obreros de fábrica, dependientas de tiendas. Y una presentación afín está anotada en la carátula de esa cassette de 1986, a mano por el antipoeta Nicanor Parra, como definición de Catalina Rojas. "Una de las últimas cantoras chilenas que nos van quedado. Verdad. Una de las primeras. Nicanor Parra, Conchalí, 2 XI 81".
Actualizado el 11 de marzo de 2020