Vicente Bianchi

Bianchi fue el hombre que puso música a los versos en los que Neruda conjetura ‘‘Puede ser un obispo / puede y no puede / Puede ser sólo el viento / Sobre la nieve’’. Es ‘‘Tonadas de Manuel Rodríguez’’, su composición más escuchada. Y mostró de qué modo él llevó como nadie la música popular a otros campos: la poesía, el Conservatorio, la iglesia, el folclor y hasta el deporte están en sus obras completas. Después de 17 frustradas candidaturas, en 2016 obtuvo el Premio Nacionales de Artes Musicales, a sus 96 años. Así se convirtió en el primer compositor popular distinguido y en el segundo nombre de la música no docta en conseguirlo, tras la folclorista e investigadora Margot Loyola, que lo obtuvo en 1994.

Fechas

Ñuñoa, Santiago - 27 de enero de 1920
La Reina, Santiago - 24 de septiembre de 2018

Región de origen

Metropolitana de Santiago

Décadas

1930 |1940 |1950 |1960 |1970 |1980 |1990 |2000 |2010 |

Géneros

David Ponce

Vicente Bianchi compuso en géneros docto, folclórico, popular y religioso, y fue intérprete, compositor, arreglador, director de coros y orquestas. ‘‘Tonadas de Manuel Rodríguez’’, grabada por primera vez en 1956, es una de las dos célebres canciones dedicadas al guerrillero chileno junto a ‘‘El cautivo de Til-Til’’ (1968), de Patricio Manns, y en su catálogo hay composiciones instrumentales, canciones líricas tempranas en los años '40, tonadas típicas como ‘‘Chile compañero’’, los arreglos para el himno deportivo de Universidad Católica (1943), su trilogía nerudiana completada por ‘‘Romance de los Carrera’’ y ‘‘Canto a Bernardo O'Higgins’’ y sus obras religiosas: Misa a la chilena (1965), Te deum (1970) y Misa de la Cruz del Sur (1970). Éste es el músico que escribió canciones codo a codo con Pablo Neruda y el que determinó buena parte del modo en que se cantan las misas en Chile, entre otros hitos.

Los inicios: fantasías orquestadas
Vicente Bianchi Alarcón nació en Ñuñoa en 1920. El 27 de enero. ‘‘El día de Mozart. Muy importante haber nacido en una fecha así’’, sonríe. Hijo de Germán Bianchi y de Blanca Alarcón, creció junto al piano de la casa. ‘‘La gente cree que todos los italianos son músicos, y a mi padre le gustaba la música, pero mi madre era aficionada, entendía y me alentaba. Ella tocaba piano, como en ese tiempo todas las señoras cantaban, tocaban algún instrumento. Yo les pedía discos, escuchaba mucha música, y me cedió el piano, que se lo había regalado mi padre cuando se casaron’’.

Un año antes de iniciar sus estudios formales de música, ya a los diez años tuvo su estreno en el campo popular, en el programa para niños ‘‘El abuelito Luis’’ de la desaparecida radio santiaguina Otto Beckers, situada en la primera cuadra de calle Ahumada. Ahí sus padres llevaron al niño Bianchi Alarcón a tocar piano. Era 1930. Y tras esa actuación, mientras asistía al Conservatorio en las tardes, formó una pionera orquesta infantil con niños de su edad. ‘‘No era una orquesta clásica ni mucho menos: tenía un acordeón, una batería, un violín, un piano’’, recuerda. ‘‘Con este grupo dimos dos vueltas a Chile’’.

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Foto: Zig Zag

Bianchi había empezado a los seis años a estudiar con los maestros Daniel Julio y Olga Águila, y a los once, en 1931, entró al Conservatorio de la Universidad de Chile, donde cursó estudios completos de piano, composición y dirección orquestal. Se iba en tranvía desde su casa hasta el viejo edificio de San Diego con Cóndor. ‘‘En ese tiempo quién no quería ser un Arrau’’, explica, aunque su camino iba a ser otro. ‘‘Al final, a los veinte años, tocaba mucho piano pero dije ‘estoy perdiendo el tiempo’ y me dediqué a lo que me gustaba: orquestación, dirección de grupos. Así que me metí en la música chilena’’.

‘‘Fantasías orquestadas, tonadas rítmicas y variaciones con aire de cueca’’ son los nombres genéricos que acuñó para sus composiciones ‘‘al estilo chileno’’. A los dieciocho años empezó a escribir. Sus primeras piezas figuran en la película musical Amanecer de esperanzas (1941) de Miguel Frank, con la cantante María Eugenia Guzmán: el vals ‘‘Rayito de sol’’ y la canción lírica ‘‘Amanecer’’ que, arreglada luego por Donato Román Heitmann para coro y orquesta, fue empleada como cortina en el cine Rex y grabada por el cantante mexicano Pedro Vargas cuando visitó Chile en 1937. ‘‘Con todos los compositores de ese tiempo hicieron un almuerzo en la RCA Victor, e incluso me tocó acompañar a Vargas ahí’’, recuerda Bianchi. ‘‘Nos hicimos muy amigos, nos encontramos después en Buenos Aires, en varias partes’’.

Entre sus obras de esa época está ‘‘Abejorros’’, definida por el autor como ‘‘fantasía orquestal tipo americana’’, también usada como cortina musical en radio y TV y compuesta hacia 1942, durante una sesión con Malú Gatica. Además le pertenecen los arreglos del himno del club deportivo de la UC (1943). Sonia y Myriam, Lucho Gatica y Los Huasos Quincheros, con quienes grabó boleros, son algunos de los cantantes que trabajaron con Bianchi, quien en la época se perfiló como autor y director y abordó con su orquesta la floreciente escena radial en las emisoras Agricultura, Corporación, Minería y Cooperativa.

‘‘La radio iba creciendo y yo fui creciendo con ese movimiento. Tipo diecisiete años ya organicé la primera orquesta grande, con doce o catorce músicos profesionales’’, recuerda. A comienzos de la década del '40, con poco más de veinte años, ganó un contrato para dirigir una orquesta en la radio El Mundo de Buenos Aires, actuó en Uruguay y participó en grabaciones del sello RCA Victor argentino con Juan Arvizu y Pedro Vargas, entre otros. Por tres años trabajó alternadamente entre Argentina y Chile. Y en 1950 consiguió un segundo contrato, esta vez con la radio El Sol de Lima, Perú. Ahí llegó como director del Trío Llanquiray, integrado por la cantante Hely Murúa, con quien se había casado en 1947, y trabajó hasta 1954 como director musical.

A su vuelta a Chile, después de haber grabado para el sello RCA Victor, Bianchi se cambió a EMI Odeon. ‘‘Empecé a insistir en grabar música chilena. Porque había hecho un trabajo similar sobre la música peruana’’, recuerda: de su estada en ese país datan canciones como el vals ‘‘Peruanita bonita’’ y las tonadas típicas chilenas ‘‘Campito de mi tierra’’ y ‘‘Chile compañero’’. Y su regreso iba a quedar marcado sobre todo por su trabajo junto a Pablo Neruda.

Bianchi y Neruda: tonadas
En 1955, durante las Fiestas Patrias de ese año, el 18 de septiembre Vicente Bianchi se sentó al piano a concretar una idea que traía desde Perú: componer música para versos de Neruda. Escogió el poema ‘‘Manuel Rodríguez’’, del libro ‘‘Canto general’’ (1950): una cueca nerudiana dedicada la vida, pasión y muerte del guerrillero. Aunque cambió el ritmo original de cueca.

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‘‘La forma que me parecía más lógica era como tonada y no como cueca’’, recuerda. En el mismo año, durante una velada entre Neruda y Bianchi en la casa del juez René Pica, Silvia Infantas y los Baqueanos llegaron a cantar esa noche por primera vez, para el poeta, la canción ‘‘Tonadas de Manuel Rodríguez’’.

‘‘Me junté con Neruda para presentarle las tonadas y se volvió loco con esta cosa porque dijo que era lo que había siempre soñado: tener la oportunidad de llegar al pueblo con sus versos cantados. Porque la gente lo leía, pero ahí quedaba todo’’, recuerda Bianchi. Fue el inicio de un trabajo sostenido: siguientes pasos fueron el ‘‘Romance de los Carrera’’ y el ‘‘Canto a Bernardo O’Higgins’’, escritos por Neruda para Bianchi. Grabadas por la propia Silvia Infantas y los Baqueanos, ‘‘Tonadas de Manuel Rodríguez’’ fue un hito de popularidad de la década de los ’50, comparable a los boleros de Lucho Gatica o los primeros discos de Los Huasos Quincheros.

En total Bianchi suma catorce canciones sobre versos del poeta. Además puso música a ‘‘A la bandera de Chile’’, ‘‘Salitre’’, el ‘‘Poema XV’’ o a cuatro de los ‘‘Cien Sonetos de Amor’’ como ‘‘Antes de amarte’’ y ‘‘Te quiero porque te quiero’’. Es un trabajo que se extendió más allá de la entrega del premio Nobel a Neruda en 1970. Bianchi visitó a su amigo en Isla Negra pocos días antes de la muerte del poeta, en 1973, y éste le entregó unos últimos versos, inéditos, bajo el título de ‘‘La noche de Chillán’’.

‘‘Fue una amistad como de veinte años. Incluso quiso grabar su voz, también. El problema era político. Como él era tan de izquierda, era un hombre siempre resistido. Costó, pero se hizo. Terminó haciendo cuatro o cinco long-plays’’, recuerda. Gracias a Vicente Bianchi, y un cuarto de siglo antes de que Los Jaivas consiguieran un efecto similar con su disco Alturas de Macchu Picchu (1981), Neruda traspasó por primera vez las fronteras de la poesía y llegó incluso a los ránkings de ventas de discos. Y con esos versos que Neruda le entregó en su lecho de muerte en 1973, y que Bianchi guardó por 25 años, volvió a hacerlo: ‘‘La noche de Chillán’’, interpretada por el grupo Santiago Cuatro, ganó la competencia folclórica del Festival de Viña del Mar en 1998. Con música de Vicente Bianchi y letra de Pablo Neruda.

A la chilena: misas criollas
El siguiente hito en su carrera volvió a ampliar el alcance musical de Vicente Bianchi: esta vez fue una incursión en el repertorio religioso. En 1964, tras el Concilio Vaticano II, el Papa Juan XXIII permitió cantar y celebrar las misas, hasta entonces en latín, en el idioma de cada país. Bianchi ya había preparado una ‘‘misa chilena’’ que presentó al Cardenal Raúl Silva Henríquez. Con ritmos mapuches, cantos corales, danzas nortinas y una cueca al cierre, su Misa a la chilena fue presentada en 1965 en el programa ‘‘¡Aún tenemos música, chilenos!’’ de José María Palacios en Radio Cooperativa, y estrenada por el Coro Chile Canta en la capilla Santa Adela de Cerrillos.

‘‘Había que empezar muy suavemente porque era un movimiento demasiado arriesgado. La iglesia entró en un movimiento de cambio total con el Concilio Vaticano. Cambió la actitud de los curas incluso frente a la asamblea. Hasta ese momento ellos celebraban de espaldas, mirando hacia el altar’’, recuerda el autor. ‘‘Todo lo nuevo generalmente provoca oposición. Pero al final logramos imponernos. Viejitas llorando llegaban a comulgar, vinieron de la televisión francesa a filmar cómo era esta cosa de las misas criollas’’.

En 1968 el mismo Cardenal Silva Henríquez encargó a Bianchi otra obra religiosa: esta vez hacía falta una versión chilena del Te deum laudamus, el rito católico de acción de gracias celebrado cada septiembre y que por más de un siglo había sido oficiado en latín. Con letra del sacerdote Felipe Lázaro, fue estrenado en 1970, y en el mismo año Bianchi rubricó este repertorio con su Misa de la Cruz del Sur o Misa sudamericana, que se basa en ritmos de diez países del continente como el samba, la zamba, una danza boliviana, el triste, la guarania y la cueca.

La Misa a la chilena es una de las obras más difundidas de Vicente Bianchi. En octubre de 1990 el autor dirigió una versión con la Orquesta Sinfónica de Paraguay en Asunción, y en mayo de 1993 fue interpretada por el coro Ina-Naftaplin de Zagreb en la ciudad de Varadzin, Croacia. ‘‘Ha viajado más que yo. La he dirigido en Estados Unidos, en Brasil, casi en todo Chile. Y me la piden de todos lados: de España, de Italia, casi toda Europa, de Ucrania…’’, dice Bianchi. ‘‘Quién va a pensar en Ucrania’’.

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Foto: SCD

El autor también reanudó su trabajo en el cine con la música de la película Ayúdeme usted, compadre (1968), de Germán Becker.  En 1996 presentó la que fue una de sus últimas creaciones: ‘‘Danzas regionales de Chile’’, con bailes folclóricos en arreglos para orquesta sinfónica, que ya han sido estrenados por el director en Antofagasta, La Serena, Concepción, Temuco y también en Paraguay.

Bianchi compitió dos veces en el Festival de Viña antes de ganar en 1998: obtuvo el segundo lugar en el primer festival con la canción ‘‘Viña de mis amores’’ (1960), y llevó en 1973 la ‘‘Canción a la bandera’’, sobre otro texto de Neruda, interpretada por Los Fortineros. Su triunfo en 1998, a los 78 años, coincidió además con la época de los reconocimientos.

El Premio Nacional, las últimas obras y el adiós
En 1996 Bianchi recibió el Premio Nacional del Folclor de parte del Sindicato de Folcloristas de Chile. En 2002 obtuvo la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral, otorgada por el Ministerio de Educación, y el mismo año recibió el gubernamental Premio a la Música Chilena. En agosto de 2016, tras la insólita cantidad de diecisiete postulaciones previas, recibió por fin el Premio Nacional de Artes Musicales —a sus 96 años—, siendo el primer compositor popular y el segundo nombre de la música no docta en conseguirlo (tras Margot Loyola, que lo obtuvo en 1994). «Me siento entre los grandes de Chile», dijo al recibirlo.

Tras su premio, y revelando que estuvo activo hasta el final de sus días, editó dos trabajos más: en 2016 el disco Chile fértil, que grabó en tres jornadas, junto a la Orquesta Sinfónica de Chile, a cargo del histórico ingeniero Luis Torrejón, y con un grupo especialmente armado para la grabación: el Ensamble Vicente Bianchi. Las canciones las había acumulado hacía varios años, y eran poemas unidos porque "hablan de Chile", como lo definió. Diez canciones de autores como Pepe Cornejo,  Héctor Rodríguez, Humberto Tassara, y el propio Pablo Neruda, de quien incluyó "La noche de Chillán", con la que ganó el Festival de Viña del Mar en 1998.

Dos años después lanzó Bianchi inédito, con registros sinfónicos de obras de música folclórica nunca antes grabadas, e interpretadas por la Orquesta de Cámara de Chile, bajo la dirección de Alejandra Urrutia. Ese sería el último disco de su vida. En la madrugada del lunes 24 de septiembre de 2018 falleció en su casa en La Reina a los 98 años. Con honores oficiales, Bianchi fue velado durante dos días en la Sala Arrau del Teatro Municipal y su misa fúnebre tuvo lugar en la Catedral Metropolitana de Santiago, donde se le despidió con música. Ese 26 de septiembre participaron la soprano Verónica Villarroel, la Orquesta de Cámara de Chile, el Ballet Folklórico Nacional (Bafona) y el Coro Vicente Bianchi, formado por 80 voces.

 

Actualizado el 12 de julio de 2021