Jorge Peña Hen

Jorge Peña Hen
Foto: Intérpretes y Conciertos Doctos en Chile

Jorge Peña Hen

Jorge Peña Hen es el precursor de un movimiento de orquestas juveniles e infantiles que fue pionero en América Latina y, después de su asesinato a manos de agentes de la Caravana de la Muerte, gestionó e institucionalizó Fernando Rosas. Compositor, director de orquesta, educador, gestor y fundador de numerosas instituciones, su iniciativa señera dio nacimiento a la Orquesta Sinfónica Infantil de La Serena, con la participación de niños de sectores vulnerables, y a la Escuela Experimental de Música en la misma ciudad.

Fechas

Santiago - 16 de enero de 1928
La Serena - 16 de octubre de 1973

Región de origen

Metropolitana de Santiago

Décadas

1940 |1950 |1960 |1970 |

Géneros

Jorge Peña Hen

Constanza Arraño

Jorge Peña Hen fue un compositor, director y pedagogo chileno. Nació en Santiago el 16 de enero de 1928, en el seno de una familia de clase media alta. Sus padres fueron Tomás Peña y Vitalia Hen, una joven pareja con un marcado interés en la música. Ella provenía de una familia musical, pues su padre era violinista y luthier de teclados, su madre tocaba piano y su tía materna era maestra del mismo instrumento. Como ellas y como era costumbre entre las mujeres de las familias acomodadas, Vitalia también tocaba el piano. Tomás, aunque no era instrumentista sino médico, sí gustaba mucho de la música y solía escuchar discos en casa.

Jorge Peña creció en Coquimbo junto con sus padres y sus hermanos menores, Rubén y Silvia, en un hogar sin privaciones económicas. En algún momento de su infancia recibió clases de piano, pero fueron infructuosas y las abandonó. Cuando tenía diez años, la familia se radicó en París a causa de los estudios de medicina del padre. En ese entonces, Francia se encontraba ad portas de la Segunda Guerra Mundial y la tensión política era palpable tanto en las relaciones diplomáticas como en la vida cotidiana. Ya en ese momento, algunos países vecinos estaban viviendo importantes crisis: Italia y Alemania con el ascenso del fascismo y el nazismo, respectivamente; España con la Guerra Civil iniciada en 1936; y Austria con la invasión y anexión de su territorio al Tercer Reich, en 1938. Aun siendo niño, Peña observaba todo esto en silencio, mientras se concretaba en él la idea de convertirse en agente de paz.

En 1939, la familia retornó a Chile y se radicó en Santiago. Allí, su madre contrató a la pianista Olga Cifuentes para dar clases a Silvia, pero fue Jorge Peña quien se interesó y comenzó su instrucción en el instrumento. La maestra notó las habilidades del joven y le dio lecciones para preparar su ingreso al Conservatorio Nacional, dependiente de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Así, tras algunos años de estudio, Peña logró certificarse en teoría y solfeo en 1942 y en piano en 1943. También tomó clases de composición con Pedro Humberto Allende, aunque no duraron mucho. Paralelamente, estudiaba en el Instituto Nacional.

La familia de Peña volvió a Coquimbo en 1944, por lo que el joven debió abandonar sus estudios en el Conservatorio y el Instituto Nacional. Nuevamente ingresó a una escuela de élite, el Liceo de Hombres de La Serena, donde terminó su educación secundaria en 1945. A pesar de su juventud, buscó hacerse parte de la vida musical de la ciudad: cantó y dirigió en el Coro Polifónico del Ateneo, formó un coro mixto con estudiantes del Liceo de Hombres y el Liceo de Niñas y compuso y estrenó sus dos primeras obras, Chanson d’automne, para coro y orquesta, y Concertino en do menor, para piano y orquesta, cuya parte solista él mismo tocó.

En 1946 y con 18 años recién cumplidos, Peña volvió a la capital a estudiar Derecho por deseo de su padre, pero en poco tiempo desertó y continuó su formación en el Conservatorio Nacional a tiempo completo. Aun en su rol de alumno, desarrolló un notable trabajo de extensión dentro de la escuela, pues con sus amigos organizó conciertos estudiantiles dirigidos a colegios y universidades. De hecho, él y sus compañeros viajaron a La Serena y Coquimbo en una gira patrocinada por la Sociedad de Música de Cámara de La Serena y Coquimbo en 1947. En este concierto se presentaron obras de los chilenos Gustavo Becerra-Schmidt, Santiago Pacheco y Ramón Hurtado, además de otras piezas del canon europeo que fueron conducidas por Peña y su amigo Agustín Cullell.

Durante su estancia en la universidad, Peña estudió composición con Domingo Santa Cruz, pero su estilo le pareció muy conservador y éste le recomendó trasladarse a la cátedra de René Amengual. En esta época, compuso la Suite para cuerdas (1947) y la música de tres películas: Tierra fecunda (1948), El salitre (1948) y Río abajo (1949); esta última recibió el premio Caupolicán otorgado por la Asociación de Cronistas de Cine, Teatro y Radio.

En 1947, Peña sucedió a Becerra-Schmidt como presidente del Centro de Alumnos del Conservatorio Nacional de Música, en la que sería su primera experiencia formal como líder de una organización. En paralelo, continuó gestionando ensayos, conciertos y giras no tan solo con sus compañeros, sino también con colegas que contactaba en La Serena, Coquimbo y Ovalle. Además de participar como director, también interpretaba el piano, el violín, la viola y el cello, y ocasionalmente componía y orquestaba piezas. De esta forma, comenzó una serie de colaboraciones que integraban a músicos y aficionados del norte con estudiantes del Conservatorio, lo que permitió desarrollar una permanente actividad musical fuera de la capital que era complementada con el trabajo de los profesionales de Santiago.

La Sociedad Bach
Mientras todavía era alumno del Conservatorio Nacional, Peña comenzó una labor de extensión musical institucionalizada en el norte de Chile mediante la fundación de la Sociedad Bach de La Serena, el 25 de mayo de 1950. Sin embargo, no sería sino hasta 1952 que él se instalaría definitivamente en esta ciudad, cuando terminó sus estudios de composición y se casó con la pianista Nella Camarda, antigua compañera suya y solista en los conciertos estudiantiles. Juntos se mudaron a Coquimbo primero y a La Serena después, y tuvieron dos hijos, María Fedora y Juan Cristián, a quienes también formaron como multiinstrumentistas. En este tiempo, ambos trabajaron haciendo clases de música en distintas escuelas de la zona, como el Liceo de Hombres, el Liceo de Niñas y la Escuela Normal y durante años estas fueron sus únicas fuentes de ingresos, puesto que sus labores en la Sociedad Bach no eran remuneradas, a pesar de la extensa jornada que le dedicaban.

Con la Sociedad Bach en marcha, Peña impulsó la creación de dos conjuntos residentes: la Orquesta de Cámara y el Coro Polifónico, fundados en 1953 y 1955, respectivamente. Ambos grupos fueron dirigidos por él ad honorem. La actividad de la organización continuó en La Serena, Coquimbo y Ovalle con numerosos estrenos de música nacional y europea. Además de la constante y creciente realización de conciertos en distintas localidades, uno de los hitos de mayor importancia en esta época fue la realización del Festival de Música Chilena de 1955. Ahí se interpretaron trabajos de Domingo Santa Cruz, Juan Orrego Salas, Enrique Soro, Jorge Urrutia Blondel, Alfonso Leng, René Amengual, Pedro Humberto Allende y Alfonso Letelier, lo que significó una valiosa difusión del repertorio chileno fuera de la capital.

La intensa labor de extensión de la Sociedad Bach de La Serena incluyó giras de conciertos, presentaciones en radios, conferencias y publicación de revistas, todas las cuales tuvieron como efecto un considerable crecimiento en la vida musical de la región. Esto llevó a la Universidad de Chile a fundar una sede regional del Conservatorio el 27 de junio de 1956, durante el decanato de Alfonso Letelier.

En 1958, Peña fue invitado a dirigir a la Orquesta Sinfónica de Chile, conjunto dependiente del Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile, que era entonces la orquesta más importante del país. Aunque también participó en un concurso para convertirse en conductor residente de esta agrupación y sus cualidades fueron reconocidas por el jurado, el ganador fue Héctor Carvajal. No obstante, esta experiencia probablemente incidió en la visión musical de Peña, ya que al año siguiente fundó la Orquesta Filarmónica de La Serena tomando como base la antigua Orquesta de Cámara. En las secciones de cuerdas y maderas participaron los mismos instrumentistas que ya habían trabajado en la Sociedad Bach, mientras que en las secciones de bronces convocó a músicos de la banda del Regimiento Arica de La Serena. Esta colaboración fue apoyada por el propio comandante de la unidad, quien motivó a los militares a unirse debido a la necesidad de la ciudad de contar con una orquesta.

La Orquesta Filarmónica de La Serena mantuvo la actividad de extensión que había caracterizado a los otros conjuntos residentes de la Sociedad Bach. En 1959, por ejemplo, se estrenó A ceremony of carols de Benjamin Britten con el coro del Liceo de Niñas, mientras que en 1960 se ejecutó la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach, un concierto que Peña había soñado desde que egresó del Conservatorio. Toda esta actividad era financiada con fondos públicos que provenían de la Universidad de Chile, la Municipalidad y una ley de impuestos a espectáculos de Coquimbo y Atacama que Peña gestionó en el Congreso Nacional. Sin embargo, estos recursos fueron recortados de improviso a principios de 1963. Esto terminó con todo el trabajo de la Filarmónica de modo tal que, para mantener la misión de la Sociedad Bach, ésta debió convertirse nuevamente en un grupo de cámara.

La enseñanza y las orquestas infantiles
El revés provocado por la cancelación del financiamiento llevó a Peña a involucrarse en otro proyecto que había estado ideando desde la universidad. Él había observado que la educación musical era elitista, pues solo los niños que provenían de familias acomodadas podían estudiar instrumentos, ya fuese en el Conservatorio o con profesores particulares. En cambio, los niños que no tenían estas oportunidades tampoco podían desarrollarse musicalmente en las escuelas, ya que -en su opinión- esta área no era considerada por los directivos, que no entendían la importancia de educar en el arte.

Con esto en mente, Peña y Camarda viajaron a Estados Unidos a principios de 1964 para estudiar distintas metodologías de educación musical. Allí conocieron, entre otros, el método Suzuki, cuya principal característica era que los niños podían aprender a tocar su instrumento en clases grupales si luego estudiaban con apoyo de su familia. Tras observar cómo funcionaban las orquestas infantiles estadounidenses, Peña elaboró un proyecto educativo que llamó Plan Experimental de Extensión Docente: una reformulación de la instrucción instrumental que abarcaba tanto lo pedagógico como lo social, pues estaba dirigida a los niños y niñas de La Serena que no tenían acceso al Conservatorio Regional.

El Plan Experimental era muy distinto a la educación que, en ese tiempo, se impartía en el Conservatorio, donde los niños recibían lecciones individuales. A diferencia de lo que se hacía allí, Peña diseñó un modelo en que los niños tenían una práctica grupal permanente: primero, con clases colectivas de instrumento en sus propias escuelas, y luego, con participación en una orquesta cuyo repertorio estaba escrito especialmente de acuerdo a sus aptitudes y conocimientos. De esta forma, tras siete meses de trabajo continuo, los niños y niñas que estudiaban en el Plan debutaron en la Orquesta Sinfónica Infantil de La Serena con gran éxito de prensa en diciembre de 1964, lo que ayudó a Peña a incorporar el Plan Experimental de Extensión Docente como un programa de estudios alternativo a aquel que ya se impartía en el Conservatorio Regional. Esto se ratificó con la fundación de la Escuela Experimental de Música de La Serena en 1965, dependiente también de la Universidad de Chile.

Durante los años de funcionamiento del Plan, Peña continuó a la cabeza del Conservatorio Regional, que tenía dos programas paralelos: el tradicional (como su homólogo de Santiago) y el reformado, que se aplicaba a los nuevos ingresos provenientes de sectores populares. Como consecuencia, cientos de niños de familias trabajadoras se formaron como instrumentistas por cerca de una década en los distintos conjuntos que derivaron del Plan, como la Orquesta Sinfónica Juvenil Pedro Humberto Allende, la Orquesta Sinfónica Juvenil Enrique Soro, la Orquesta Sinfónica Infantil René Amengual y la Orquesta de Cuerdas, Teclado y Percusión Acario Cotapos, entre otros. Con estas agrupaciones se hicieron conciertos en La Serena, así como también giras en varias ciudades de Chile, Argentina, Perú y Cuba.

Los repertorios de los distintos grupos eran elegidos, dirigidos, adaptados y, ocasionalmente, compuestos por el propio Peña, como ya había hecho años antes con la orquesta estudiantil del Conservatorio Nacional. De estos, uno de los más significativos fue la ópera infantil La Cenicienta (ca. 1964/65), que compuso sobre un texto de Óscar Jara que se inspiraba, a su vez, en el cuento tradicional de Charles Perrault. Para la creación de esta pieza, Peña no solo consideró las cualidades de las voces blancas y la organología de los instrumentos en un nivel inicial, sino que además tuvo en cuenta las particularidades de cada niño y niña que participó en el montaje de la ópera. Es decir, acondicionó cada particella para que todos los integrantes del Plan fueran incluidos en la experiencia de hacer música colectiva sin discriminar sus habilidades.

Trágico final
Pese al crecimiento en currículum y matrícula que tuvo el Plan, la polarización política de inicios de la década de 1970 repercutió negativamente en el liderazgo del compositor frente a parte importante del profesorado del Conservatorio Regional y de autoridades de la Universidad de Chile en Santiago. En ese tiempo, Peña era simpatizante del gobierno de la Unidad Popular, con el que coincidía en la búsqueda de la justicia social y el desarrollo de la persona humana.

Pese a las tensiones que se acumulaban entre los músicos de La Serena, no fue sino hasta el verano de 1973 que sucedió un hecho que marcaría un antes y un después para él, cuando llevó a los niños de la Orquesta Pedro Humberto Allende a una gira a La Habana. La prensa local utilizó el viaje como propaganda anticomunista diciendo que los niños habían sido vulnerados en Cuba y que, a la vuelta, se habían internado armas en Chile en los estuches de los instrumentos. Si bien Peña desmintió esas acusaciones apelando al testimonio de los profesores que acompañaron a la orquesta y a lo absurdo de la denuncia sobre la importación ilegal de armas, sus adversarios continuaron utilizando estas afirmaciones para desacreditarlo y alejarlo de sus funciones en el Conservatorio Regional y la Escuela de Música de La Serena.

Tras el golpe de Estado perpetrado el 11 de septiembre de 1973, Peña fue arrestado en el Regimiento Arica de La Serena, acusado de internar armas cubanas. Permaneció encerrado allí durante cuatro semanas, tiempo en que recibió algunas visitas de su familia y estudiantes. En ese lugar compuso su última melodía, que sería recuperada años más tarde por su hijo Juan Cristián. Aun con la certeza de que sería liberado y sin que se realizara juicio alguno, fue sorpresivamente fusilado el 16 de octubre de ese año junto a varias personas apresadas ilegítimamente en el marco de la operación militar conocida como Caravana de la Muerte, comandada por el general Sergio Arellano Stark, que recorrió ciudades del norte y sur de Chile con el objetivo de ejecutar a disidentes políticos. Su muerte fue anunciada escuetamente en la prensa local y sus familiares y amigos le hicieron un breve homenaje en la radio, sin embargo, su recuerdo luego fue silenciado y borrado de la ciudad por la dictadura.

Un legado recuperado
Durante los años siguientes, su música y documentos fueron resguardados en clandestinidad, principalmente por parte de Camarda y sus hijos. Su ópera La Cenicienta fue una de las pocas obras suyas que se interpretó en dictadura: la primera representación fue en Colombia en 1986, por gestión de Blas Emilio Atehortúa, y la segunda en la Escuela Experimental de Música, en 1988. Tras el retorno a la democracia, se han sucedido numerosos homenajes que abarcan desde el uso de su nombre en la escuela, calles y concursos de música, hasta proyectos de recuperación de memoria, como grabaciones de discos, instalaciones artísticas, exposiciones de archivos, publicación de biografías y edición de partituras, proyectos todos asesorados por Camarda.

El legado de Jorge Peña Hen ha sido reivindicado sobre todo a partir de su rol con las orquestas infantiles y juveniles. Luego del golpe de Estado, algunos de sus colaboradores se exiliaron en Venezuela, donde dieron a conocer las bases del Plan, y estas aportaciones metodológicas fueron observadas por José Antonio Abreu, quien diseñó el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. Este modelo probó ser adecuado para las necesidades de comunidades vulnerables, e incluso, muchos de los niños que formaron parte del Sistema se convirtieron en músicos profesionales. Por esta razón, varios países lo replicaron, tanto en Europa como en América.

En Chile, Fernando Rosas Pfingsthorm impulsó la difusión de la música de tradición escrita fuera de los teatros durante la dictadura con la Orquesta de Cámara de Chile, y luego promovió la creación de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile (FOJI), durante el gobierno de Ricardo Lagos, en 2001. Como Peña, Rosas creía en que la música podía convertirse en un agente de cambio social. Así, por medio de la institucionalidad y las luchas por la memoria de su familia y amigos, la figura de Jorge Peña Hen salió del anonimato que impuso el régimen militar, con lo que su labor como director, pedagogo, compositor y divulgador musical ha sido reconocida por nuevas generaciones.

Actualizado el 18 de agosto de 2023