Juan Pablo Abalo

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Juan Pablo Abalo
El cruce entre una formación particular como instrumentista, de compositor en academias y la colaboración con músicos pop encauza el particular camino creativo del cantautor Juan Pablo Abalo, quien diversifica su trabajo entre proyectos solistas —para disco y escenario—, la asociación con otros autores e intérpretes y también algunos años como comentarista musical para medios. Es una vocación amplia y diversificada, que el autor aborda sin ansiedad: «He pasado por muchas músicas, y modos de pensarla, y gustos y convicciones», explica. «Es un proceso legítimamente lento, pero enfrentado a un modo de escucha. En ese desfase, lo difícil es encontrar la voz propia».
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Marisol García
La formación musical de Juan Pablo Abalo comenzó temprano, y ya entonces apuntaba a la búsqueda. Largó en la preadolescencia con estudios de batería y de piano. Vino luego el ingreso a la Escuela Moderna. Pero entonces una tendinitis súbita —él cree que sicosomática— le impidió seguir más allá del primer año de estudios. Hubo que dejar un rato en pausa la interpretación, y permitirse pensar en la composición. Se inscribió como alumno del Conservatorio de la Universidad de Chile, donde entre lecciones y maestros recuerda con admiración la impronta de las clases con Cirilo Vila: «Él era parte de esa escuela de músicos que estaban abiertos a lo popular, al tango, a las bandas sonoras. Como Luis Advis». Son perspectivas que, guardando las proporciones, Abalo se iba a permitir aplicar también a sí mismo.
Un posgrado de composición en París, Francia, lo decidió a detener el trabajo con partituras y animarse al fin a la autoría de canciones y piezas asociables a la música popular. Regresó a Santiago, y en el disco Siete canciones plasmó sencillas piezas a cuerdas y voz (la suya), como en las antípodas de todo lo aprendido hasta entonces.
Un poco antes, Abalo había alcanzado a mostrar por única vez en el GAM una rareza. Su opereta El participante (2010) se inspiraba en la aparición del poeta Rodrigo Lira (1949-1981) en un episodio del antiguo programa de talentos "¿Cuánto vale el show?". Y el mismo absurdo inscrito en la dinámica social chilena —combinado esta vez con el espanto— animó Canciones de misa (2013), el único álbum inspirado hasta ahora en los años de abuso e impunidad macerados en la parroquia capitalina de El Bosque bajo el mando de Fernando Karadima. Abalo lo subió para descarga libre durante la Semana Santa de 2013. El trabajo llegó a los oídos del dúo Dënver, y le aseguró su primer encargo para un disco pop. Todos los arreglos del aplaudido Fuera de campo (2013), y también las partituras de cámara para su lanzamiento en vivo estuvieron a su cargo. Más tarde, el músico se involucraría en las baterías para las presentaciones del dúo Marineros y en los arreglos para orquesta de cámara que sostuvieron dos conciertos especiales de Eduardo Gatti, en 2015.
Ambientes sonoros
Abalo ya se había largado al pop, y en parte esa corriente sostuvo sus discos Como un animal (2014) y Música ambiental (2017), además de su trabajo en discos para Los Días Contados y Estancia La Mar (Sesiones de Panamá, 2017). Muy distintas entre sí, se trata de canciones que tienen la guía en común de la búsqueda, según etapas de escucha y ejecución que avanzan como la curiosidad de su autor.