Philipina Bitch

Iniciado en 2006 pero incubado años antes en Concepción, Philipina Bitch fue uno de los estandartes de la escena de rock que floreció en la región durante esa década. Referentes en grupos de la zona como Los Tres y Santos Dumont y su cercanía inicial al sello valdiviano Discos Tue-Tue fueron algunos rasgos de esa condición sureña, además de su sonido acústico, que articulaba rock y psicodelia. Desde 2013, con un drástico cambio en su alineación, adoptaron cultivaron un sonido diferente que los llevó incluso a transformarse en Filipina Bitch.

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Años

Concepción, 2006 -

Región de origen

Biobío

Décadas

2000 |2010 |

Géneros

Integrantes

Sebastián Orellana, voz, guitarra, batería y bajo (2006 - 2013)
Felipe Ruz, voz, guitarra y teclado (2006 - •)
Ivan Molina, batería (2009 - 2013)
Marcos Muñoz, voz y guitarra (2014 - •)
Matías Cena, bajo (2014 - •)
Jorge Quelempán (2014 - •)

 

Gonzalo Vargas / Rodrigo Alarcón

Felipe Ruz y Sebastián Orellana se conocieron al ser compañeros de curso en la enseñanza básica y en esa época surgió la idea de hacer música, el primero en la guitarra y el segundo en la batería. Llevaban un buen tiempo tocando juntos cuando en 2006 grabaron por primera vez composiciones originales a nivel casero. El tema inicial se tituló “Ahí va” y ahí fue, cuando guardaron la grabación en el computador, que decidieron adoptar el nombre de Philipina Bitch.

Con variadas influencias, desde el clan Parra y Los Tres hasta los primeros Pink Floyd, Syd Barrett y los Beatles, Philipina Bitch compuso y grabó música para un documental, material que fue la base de su disco debut Té, papaya y completos (2007). La grabación contiene 19 canciones, incluida “Colores y sabores”, difundida como single por Discos Tue-Tue, el sello creado en Valdivia por el músico Iván Molina, que publicó el disco.

Instalado en Santiago, el dúo publicó luego Philipina Bitch en la gran ciudad (2009), un registro de actuaciones en vivo, y ese mismo año editaron su segundo disco de canciones originales: Vecindad maldita. Sebastián Orellana definió así el momento en que se hizo: “Hubo un cambio en la forma de hacer música entre el primero y el de ahora, pasaron cosas importantes, nos fuimos de Concepción, nos fuimos de la casa de nuestros padres y la vida es distinta, eso obviamente cambia la manera de hacer música y al momento de escribir una letra”, dijo al portal El Ciudadano.

Calificado como “un rock subterráneo, cavernoso y de mala leche” en Super 45, el disco tuvo difusión con temas como “Aplasta a tu generación” y “Seis arriba” y los mostró en el mismo camino sonoro, pero con más búsquedas y profundidad. Al año siguiente editaron el EP Eine langsame abend, un nuevo registro en vivo de canciones nacidas en los mismos procesos de Vecindad maldita, cuando ya estaba incorporado el baterista Iván Molina como miembro estable y la banda actuaba a veces como soporte para Fernando Milagros.

En los años siguientes la banda siguió presentándose, pero cada vez con menos regularidad. Cuando publicaron un EP titulado simplemente A, en diciembre de 2013, lo hicieron rebautizados como Filipina Bitch y reconocieron que la formación del grupo ya no existía.

Un año más tarde, sin embargo, sumaron otro registro de mediana duración, O de yo o no, que los mostró con una nueva alineación: Felipe Ruz se mantenía en voces y guitarra, pero ahora junto a Marcos Muñoz (también responsable del proyecto Prójimo Bil) en guitarra y voz, Matías Cena en bajo y Jorge Quelempán en batería. Ligados ocasionalmente al colectivo Ciudad Bombardeada, reformularon su estética y lógica de trabajo, editando -de forma casi subterránea- discos en vivo, grabaciones de ensayos y registros audiovisuales.

Animales del espanto (2017), el disco que publicaron con el sello Algorecords, consolidó una nueva imagen, potenciada en vivo con guitarras ruidosas, pasajes de improvisación, voces gritadas o susurradas y letras tan crípticas como evocadoras. El grupo acompañó el álbum con un breve texto que, de alguna forma, también funcionaba como guía para esta nueva etapa: “Es un trabajo sonoro que no sucumbe ante las clasificaciones contemporáneas mientras se sostiene con ambos brazos a la esperanza de un presente libre, es el disco de una banda que venció la muerte con la simple idea de querer hacer. De quererse y de querer”.

Actualizado el 22 de septiembre de 2018