Fernando Milagros

Ganar seguridad en sus canciones fue un proceso que a Fernando Milagros se le fue dando en la adultez. Por varios años compartió su interés por la música con los requerimientos de su profesión: la de diseñador teatral. Sin embargo, la atención creciente a su estilo de firme melodía y recio carácter lo convencieron más tarde de definirse como un cantautor a tiempo completo. Milagros es parte de la generación de solistas que desde el año 2000 ha elegido trabajar de modo independiente, gestionando por sí misma las condiciones de su trabajo. Desde la edición del aplaudido disco San Sebastián (2011), parte de su esfuerzo de promoción se ha dirigido al extranjero, donde además ha ubicado a valiosos colaboradores musicales. "Reina japonesa", "Otra vida", "Carnaval" y "Puzzle" se cuentan entre sus singles de mayor difusión radial.

Fechas

Talcahuano - 04 de febrero de 1980

Región de origen

Biobío

Décadas

2000 |2010 |2020 |

Géneros

Grupos

Marisol García

Labor teatral
Fernando Briones se ganó su seudónimo artístico durante los tres años en los que trabajó como bajista y vocalista del grupo de rock Maríamilagros. Aunque el grupo no llegó a grabar más que un EP, sirvió para que el cantautor mostrara allí sus primeras composiciones y se afirmara en un sonido de banda (luego de algunos años de experimentos electrónicos en casi completa reclusión bajo el seudónimo Niñocicatriz).

En agosto de 2006, en un local del capitalino barrio Bellavista, Fernando Milagros ofreció su primer concierto bajo ese nombre. Fue una presentación puntual, aún sin ambición profesional, cuando el joven invertía la mayor parte de su tiempo en encargos como diseñador teatral, carrera que estudió en la Universidad de Chile. Había afianzado a esas alturas su alianza con la prestigiosa compañía Teatro de Chile, dirigida por la dramaturga Manuela Infante, y con la cual había participado de montajes como Prat (2001), Juana (2003), Cristo (2008) y Rey Planta (2006); este último, también musicalizado por él.

Milagros era, entonces, un músico infiltrado entre actores, parte de una de las compañías teatrales más alabadas del país. Pero al mismo tiempo era un compositor de canciones con una urgencia creciente por grabar y defender en vivo sus discos. «A la altura de Cristo yo ya tenía un ritmo regular de tocatas, y los horarios se hicieron muy difíciles», recuerda. «La compañía estaba consolidándose, y ahí tuve que decidir: “Lo siento, pero si no me dedico ahora a la música, no lo haré nunca”, les dije. No lo podían creer». Años más tarde, el proyecto Bahía Inútil (en el que Milagros participó sólo temporalmente) lo reencontraría con Infante, esta vez en su terreno, el de la música.

Según él, la inmediatez de la canción fue lo que terminó de convencerlo a dedicar el grueso de su tiempo a la música. En sus recitales comprobaba cómo una melodía sencilla podía alcanzar a mucha más gente que la que había visto alguna de las elaboradas obras en las que se involucró. «Y ahí comencé a entender que mi interés es descubrir cómo encauzar lo que antes hacía en otros lugares en una vehículo de tres minutos», explica.

Guitarras acústicas y eléctricas se oían entre las pistas de su primer disco, Vacaciones en el patio de mi casa (2007), un disco grabado efectivamente en su domicilio, y que lo llevó desde bares hasta al Teatro Oriente, donde en marzo de 2008 abrió el primer concierto en Santiago de la cantante anglo-francesa Jane Birkin. El siguiente, Por su atención, gracias, afirmó canciones igualmente despojadas pero de mayor fuerza melódica, y que incluso consiguieron pequeños hits entre leales, como “Reina japonesa” y Avenida Perú”. Las presentaciones para ese disco se hicieron junto a un grupo de acompañamiento formado por amigos a quienes Milagros bautizó como The Falsos. En una agenda constante de presentaciones —de las cuales queda el registro online En estudio elefante (2010), con Philipina Bitch como apoyo—, Milagros fue llamando la atención por su canto áspero y su curiosidad en torno al neofolk puesto de moda por extranjeros como Davendra Banhart.

Hacia el extranjero
San Sebastián (2011) confirmó que ése tránsito podía llevarlo a un sonido propio (afinado, en parte, por la producción de Cristián Heyne), más rockero, imaginativo y atrevido que antes; asociado, según su autor, a la idea personal de un «folk de ciencia ficción». Fue un disco muy aplaudido, y que le permitió a Milagros acomodar mejor su cruzada por la difusión internacional. Ayudó a esto, por cierto, que en dos canciones del álbum (incluido el single “Carnaval”) estuviese la voz de Christina Rosenvinge, conocida cantante española a quien el chileno había conocido poco antes en Santiago.

San Sebastián ubicó al fin a Milagros como un cantautor de proyección profesional, pese a su firme decisión de mantenerse junto a sellos independientes (primero, Neurotyka y Oveja Negra; luego, Quemasucabeza) y seguir gestionando con autonomía su carrera. Una de sus decisiones al respecto ha sido aprovechar lo más posible las invitaciones a festivales extranjeros, en los que ya cuenta el paso por Primavera Sound y South By Southwest. Su contacto con el destacado Vincent Moon en 2010 —para la serie de filmaciones in-situ que el francés ha hecho famosas en el sitio La Blogothèque— es otra de las aristas de esa voz chilena pero de alcance geográficamente amplio que Fernando Milagros ha sabido proyectar.

Coronó luego ese vínculo su trabajo junto a Rubén Albarrán, el famoso vocalista de Cafá Tacvba, y uno de los invitados a su álbum Nuevo sol (2014). Fue un disco que a parte de sus seguidores le causó sorpresa por su asumida vocación pop. «Liberarse de prejuicios es un buen ejercicio para crear», respondió el músico, quien además suele aparecer en encargos de producción (como para Niño Cohete o Los Tristes) y para teatro, su vocación paralela y complementaria.

Milagros (2017), más crudo y denunciante, consiguió establecer ya como una norma que entre los discos del cantautor deben esperarse giros. Figuraban allí invitados multinacionales escogidos de una banda colombiana (Diamante Eléctrico), una mexicana (The Chamanas) y otra peruana (Kanaku y El Tigre), aportando cada uno colores vívidos e inquietudes propias. Lo latinoamericano como sensación de saludo sin solemnidades a una tradición, y el orgullo de intentar asomar su música a, en sus palabras, un «folclor bastardo» movían ya sus piezas creativas.

Fue una publicación aparecida entre al menos dos hitos dignos de destacarse: la invitación que hacia fines de 2017 recibió de parte del Instituto Antártico Chileno para presentar sus canciones ante parte de la comunidad de la base Julio Escudero, en la Isla Rey Jorge, y sumarse así a la breve lista de músicos que han tocado en el territorio antártico de nuestro país; y el debut en vivo de Laguna y el Río, un conjunto conformado por actores y músicos (como Soledad del Río, de La Guacha), con canciones y puesta en escena destinadas a una doble audiencia infantil y adulta.

Actualizado el 12 de agosto de 2020