Subhira

Detrás de la figura del compositor Joakín Bello, ciertamente el prócer de la música new age chilena, surgieron otros músicos inspirados en conceptos como la naturaleza, la introspección y la meditación, dándole continuidad a esa línea estética. Rodrigo Cepeda —más conocido como Subhira ("Coraje" en hindú)—, se transformó a partir de los años '90 en el nuevo portador de estos conceptos, a través de un extenso trabajo creativo y proyectos afines a la fusión étnica, pero también a la investigación de la música de los pueblos originarios, la composición de música de carácter sinfónico y camerístico, además  el liderazgo de ensambles acústicos y de electrónica étnica, la creación del sello Mundovivo y los festivales Músicas del Mundo.

Fechas

Santiago - 18 de septiembre de 1969

Región de origen

Metropolitana de Santiago

Décadas

1990 |2000 |2010 |2020 |

Géneros

Grupos

Subhira

Iñigo Díaz

Entre 1989 y 1997, Cepeda encabezó el grupo Equs, conjunto de fusión que integraba guitarras eléctricas del rock, ritmos latinoamericanos abiertos y un fondo sonoro flotante en los términos de la new age a la que Subhira se había adscrito. Por Equs pasaron algunos de sus más importantes colaboradores en el futuro: la cantante Sol Aravena (que luego seguiría con el pseudónimo de Muza) y el guitarrista Prahba (Juan Pablo Quezada).

Acústica y electrónica
El trabajo solista de Subhira como tal despunta a mediados de los '90, con el inicio del registro de composiciones paralelas, todas acústicas, que se convertirían en el debutante Cahuelmó (1995). Su siguiente trabajo, Cañi (1998), mantenía la línea de composición acústica para ensambles de cámara contemporáneos, sonoridades étnicas disímiles y una orientación medioambientalista e instrospectiva.

Él mismo lideró la conformación del sello discográfico Mundovivo, única plataforma para la edición de discos de esta naturaleza: Andrés Condon, Antonio Restucci, Marcelo Aedo y Tomás Thayer grabaron para la etiqueta especialista en esta música de cruces, étnica y de fusión.

Además de su profundización como pianista durante esos años, Subhira trabajó con instrumentación de las más diversas tribus repartidas por el mundo. Se transformó en un diestro intérprete del aerófono maorí didgeridoo —como posiblemente el primero que lo incorporó a nuestra música—, el tambor celta bodhran, el tambor medioriental dumbek, el armonio pakistaní y algunos instrumentos mapuches como el trompe y la trutruka. La paleta de colores de su música se triplicó para los siguientes años de creación.

Antes de que comenzara la vida del grupo electrónico tribal Transubhiriano (2000-08), compuso Travesía (1999) e ingresó así en líneas mucho más oscuras y de tensión que sus antecesores trabajos solista, manteniendo siempre intacto el carácter musical descriptivo que hizo de Subhira una de las llaves de esta "nueva era" en Chile y, que el compositor confirmó ya una década más tarde con Respira (2007), uno de sus trabajos más maduros.

Su lado más festivo entre rituales de meditación se dio entonces con el ensamble Transubhiriano, bajo un concepto "tecno étnico-progresivo". Subhira editó de este modo los álbumes, Transubhiriano (2003) y Gira-trip (2007), con la confirmación de su interés por un sonido explorador pero a la vez bailable. Entre diecisiete invitados, estos trabajos contaron con la colaboración de nombres de jerarquía: Muza, Joe Vasconcellos, el saxofonista Cristián Crisosto y el renombrado bajista Juan Caballero, entre otros.

Pero un regreso a la música acústica de cámara llegaría dos años más tarde, cuando Cepeda se centró en un proyecto de composición inspirado por el Libro de la vida y la muerte del Budismo tibetano, donde recapituló desde esa cosmovisión las etapas de la vida.

La sinfonía de los pueblos originarios
En su quinto álbum, Ciclo (2009), la música fue escrita para ensamble de cellos, violas, clarinetes bajo, oboe, flauta traversa, piano, marimba y percusiones latinas y evidenció el acercamiento de Subhira a la composición docta desde una perspectiva de fusiones, texturaciones y ambientaciones más allá de los lenguajes de la música contemporánea actual. En cambio, su siguiente trabajo, titulado Llueve (2012), simplificó el enfoque y reunió una serie de piezas para piano solo, inspiradas en la muerte de su padre.

Su composición en multiformato fue elevándose progresivamente, sobre todo en el material dedicado a medios y artes escénicas. En 2020, en medio de la pandemia, Subhira publicó una muy amplia muestra de estos trabajos reunidos en una saga de ocho álbumes, titulada Colores. Allí el músico reorganizaba sus composiciones de carácter incidental, con obras muy diversas en formato y contenido para montajes de teatro, danza, performance, circo y documentales, cerca de 180 composiciones en 20 años, con estéticas múltiples: piano solo, electrónica-étnica, música ambient, electroacústica y, desde luego, sonoridades inspiradas por las músicas del mundo, africana, celta arábiga, balcánica y polinésica.

También las músicas mapuche, aymara y selkman, que luego aparecerían en una nueva dimensión en la partitura de "Viaje ritual", una obra sinfónica en tres movimientos alegóricos de esos tres pueblos, grabada por la Orquesta Filarmónica de los Ríos en Valdivia. Fue resultado de una investigación realizada por Subhira para una tesis de magíster titulada "Música ritual de pueblos originarios como base de material sonoro para una obra creativa de arte”. La obra apareció en el álbum Viaje ritual y otras obras (2022), que incluía aquella sinfonía de 21 minutos y otras piezas de caracter camerístico.

Actualizado el 09 de junio de 2023