Cecilia

Cecilia Pantoja Levi representó uno de los fenómenos más atípicos y sorprendentes de la música popular chilena. Aunque irrumpó como solista en pleno fulgor de la Nueva Ola, como la mayor estrella juvenil de la época, su estilo y repertorio no respondieron a cabalidad al molde del movimiento. Mientras los pares de su generación se limitaban a doblar las canciones de éxito en Estados Unidos o, cuanto más, a proponer un pop ligero y elemental, Cecilia adquirió personalidad propia con un catálogo diverso de canciones que en gran parte bebían de la tradición musical latina y europea. Tras períodos oscuros y complejos, en la década de 1980 se alzó como un símbolo de la cultura subterránea, y sus canciones recuperaron ese impacto masivo original. Ya en el siglo XXI, Cecilia acuñó su nombre como figura femenina central de la historia musical chilena, y un referente ineludible para las nuevas generaciones de músicas y músicos. Murió en el invierno de 2023, poco antes de cumplir 80 años.

Fechas

Tomé - 21 de octubre de 1943
Santiago - 25 de julio de 2023

Región de origen

Biobío

Décadas

1950 |1960 |1970 |1980 |1990 |2000 |

Géneros

Cristóbal Peña

Bolero, tango italiano, mambo, chachachá y rock'n roll fueron algunos de los estilos con que fue construyendo una identidad musical que no tuvo parangón ni descendencia. Como lo constató a tiempo su productor musical y por entonces director artístico del sello Odeón, Rubén Nouzeilles, Cecilia fue única entre los músicos de su generación. De ahí el nombre de su segundo LP solista, La incomparable (1965), título que en adelante institucionalizó el adjetivo artístico con que se haría conocida entre las masas.

Primeros grupos
Esa incomparable Cecilia se inició en el canto a fines de los años '50 en Los de Tomé, cuarteto melódico formado originalmente por tres hermanos de apellido González y cuyo nombre tributaba a la ciudad de origen de sus integrantes. Tras la grabación de un primer y único disco sencillo para el sello RCA, a comienzos de la década de 1960 el grupo se disolvió, y su voz principal se lanzó en solitario junto a un grupo de apoyo vocal que bautiza Los Singers. Con ellos llegó en 1962 a los estudios Odeón para grabar su primer trabajo solista, un disco single que, al sumar sus dos caras, combina lo que ya entonces, en pleno despegue de la Nueva Ola, parece irreconciliable: tango italiano ("Uno de tantos") y rock'n roll interpretado en idioma nativo ("I wanna live").

Fueron estos los cimientos de la primera gran revuelta de masas generada en Chile en torno a una cantante juvenil. Un par de años después de su debut solista, impulsada por canciones italianas como "Tango de las rosas" (1963), "Aleluya" (1964) y "Baño de mar a medianoche" (1964), Cecilia cobraba una popularidad hasta entonces insospechada para una cantante juvenil. A su manera, el fenómeno de Cecilia fue en Chile similar al que en paralelo provocaron los Beatles en Inglaterra y Estados Unidos. En los años de su reinado (1963-1965), fue ella quien lideró las listas de ventas y popularidad de la prensa y la radio; sus fans se agolpaban por multitudes en las radios, teatros y estadios donde se celebraban sus conciertos; y su nombre encabezó varias de las principales giras organizadas por el país en aquellos años.

Carisma y polémica en vivo
Pero su influencia trascendió a la música y su industria local. Con un despliegue escénico como nunca antes se había visto en el país, desfachatado y provocativo, y un catálogo de cruzaba géneros musicales, Cecilia se convertiría en un símbolo de emancipación sexual. Tal como ocurrió en otras latitudes con Elvis Presley y Sandro, la juventud chilena de la época tuvo al frente un modelo que transgredía modales, convenciones y costumbres. Una prueba de ello está en su participación de 1965 en el Festival de la Canción de Viña del Mar. Compitiendo con la canción "Como una ola", de la chilena María Angélica Ramírez, la cantante se trenzó en una aguda polémica con las autoridades edilicias de la época al contravenir la recomendación de no interpretar su característico beso de taquito, gesto escénico inspirado en la técnica futbolística y considerado por entonces inapropiado para ser ejecutado por una señorita como ella.

A esta trasgresión se sumó una polémica: pese a ganar la competencia, su actuación final en esa versión del festival se realizó entre abucheo de un sector del público que reprobó la decisión del jurado. Lejos de amilanarse, la cantante de Tomé respondió con muecas, gestos burlones y uno que otro beso de taquito.

No es posible explicar el fenómeno de Cecilia sin atender a la influencia que ejerció en ella su primer productor musical y por entonces director artístico del sello Odeón, Rubén Nouzeilles. A diferencia de otros productores de la época, Nouzeilles no comulgaba con el facilismo de la Nueva Ola. Su formación musical era tan amplia como para sumar producciones de músicos disímiles, como Lucho Gatica, Violeta Parra y Los Huasos Quincheros. Las grabaciones de Cecilia que llevan la firma de Nouzeilles fueron en definitiva las más trascendentes de su carrera, y se caracterizaron por ricas orquestaciones que arreglaron directores de planta de la Odeón como Luis Barragán y Valentín Trujillo.

Resulta sintomático que el comienzo del declive artístico de Cecilia haya coincidido con su alejamiento de la Odeón. Inquieta por la progresiva pérdida de popularidad que desde la segunda mitad de la década experimentó a manos de nuevos ídolos juveniles, entre ellos José Alfredo Fuentes, en 1968 decide mudarse al sello CBS/Philips y comenzar a grabar temas que le dieran un perfil más adulto e internacional a su carrera. Así fue como a contar de ese año y hasta 1970 propuso versiones progresivas para temas de Violeta Parra ("Gracias a la vida") y Víctor Jara ("Plegaria a un labrador"). Pero sin lugar a dudas que el registro más trascendente de este período fue "Compromiso", una balada de acento rockero que tres décadas después sería rescatada por Javiera y Los Imposibles. En su momento, sin embargo, el éxito de este experimento estilístico fue insatisfactorio, y sus resultados llevaron a la cantante a probar suerte con todos los medios que tuvo a su alcance.

Tras editar un primer y único LP para CBS/Philips, Gracias a la vida (1970), intentó sin suerte iniciar una carrera en México y a la vuelta, en pleno gobierno de la Unidad Popular, fundó su propio sello discográfico, Chía Producciones, para el que grabó algunos pocos temas de corte melancólico y romántico que tuvieron escasa difusión. Fue éste el último intento importante por recuperar la gloria perdida.

Leyenda bohemia
El golpe de Estado la sorprendió cantando en boites y centros nocturnos de la capital, y desde entonces, aquellos escenarios se convirtieron en un refugio para su supervivencia artística. A diferencia de otros cantantes de su generación, la ex reina de la Nueva Ola permaneció al margen de los circuitos oficiales y masivos de difusión. En los subterráneos de la deprimida bohemia nacional, Cecilia comenzó a alzarse en leyenda de una nueva generación que comenzará a valorarla como figura de culto e ícono gay.

La primera señal al respecto la entregó el director teatral Vicente Ruiz, quien en 1984 utiliza canciones de Cecilia para musicalizar una versión de la obra Hipólito que se montó en el teatro El Trolley. La interpretación de las canciones estaban confiadas a un grupo conformado por Javiera Parra, su hermano Ángel Parra (guitarra), Rodrigo Alvarado (guitarra), Silvio Paredes (bajo) y Sebastián Levine (batería), la base de Primeros Auxilios. ¿Qué conexión vio Vicente Ruiz entre Cecilia y una tragedia griega? «Ella es como alguien majestuoso que desapareció en la oscuridad del anonimato por una posible autodestrucción. Todas sus canciones son de amor; pero de un amor fatal, imposible de concretar. Ella es una mujer que se automarginó», le comentó el director a El Mercurio.

Aunque el montaje de Hipólito tuvo una repercusión muy marginal, fue el punto de partida para que Cecilia fuese revalorada entre nuevas generaciones. Once años después, Javiera y Los Imposibles incluirían una versión de "Compromiso" en su disco debut de 1995, la cual encontraría eco en las radios locales, contribuyendo al renacimiento de Cecilia.

Del resto se encargaron Vicente Ruiz, quien el mismo año patrocinó una serie de conciertos de la antigua reina de la Nueva Ola (uno de ellos con un lleno total en el Teatro Caupolicán), y su ex director artístico, Rubén Nouzeilles, que lanzó dos discos compilados en formato digital, La incomparable (1995) y Un día te diré (1997), cuyas ventas sumaron más de 100 mil unidades, delatando el arraigo popular de sus canciones.

En el mismo período, una obra de teatro sobre la vida de Cecilia que tocaba el tema del alcoholismo y la homosexualidad alimentó el mito sobre su figura. A éste contribuirá la biografía no autorizada Cecilia. La vida en llamas (2002, Planeta), de Cristóbal Peña. Tras permanecer un mes a la venta, el libro fue requisado por orden de un tribunal del crimen capitalino, que usó el texto como medio de prueba para evaluar posibles injurias con publicidad acusadas por la propia autora en una demanda. Un año y medio después, el caso fue cerrado sin que el tribunal se pronunciara sobre el fondo de la demanda.

Pese al impacto y adoración que siguió provocando en un público diverso, Cecilia Pantoja Levi administró su patrimonio musical sin iniciativas de nuevas grabaciones, y en definitiva sus cuatros discos LP de los años '60 quedaron en la historia como su única discografía original. Sus apariciones públicas se fueron haciendo cada vez más esporádicas, usualmente para entrevistas, participaciones en los premios Pulsar junto a Ana Tijoux o colaboraciones postreras con Mariel Mariel ("Sacar los tambores") y Mon Laferte ("Jauría de mujeres"). El colectivo La Matria la postuló en sucesivas ocasiones al Premio Nacional de Música, que sin embargo no obtuvo. Tras una semana internada en un hospital debido a una enfermedad pulmonar, falleció durante la madrugada del 25 de julio de 2023, en la víspera del estreno de la serie televisiva biográfica "Bravura plateada".

Actualizado el 26 de julio de 2023