Marisol García
El conjunto grabó algunas de las más populares melodías difundidas en Chile durante la década de los sesenta, incluyendo "Qué bonita va", "Los viejos estandartes" y "Ay, ay, ay"; tuvo un disco súperventas (Al 7º de línea) y motivó el surgimiento de varios conjuntos inspirados en sus armonías vocales y disposición escénica. Tras un par de separaciones más o menos extensas, Los Cuatro Cuartos se mantienen hoy con vocalistas ingresados luego de su período de mayor éxito.
Jóvenes de provincia
Su primera formación fue entre porteños. Pedro Messone conocía desde la infancia a Luis Enrique Chino Urquidi, y compartieron desde jóvenes la afición al jazz, así como un gusto por el folclor chileno atípico entre los de su generación. Era una época en que a la zona central apenas llegaba el sonido de los extremos del país; y en que la música andina o el folclor chilote eran, para los chilenos urbanos, géneros tan lejanos como la música árabe o rusa, asegura Messone. En ambos jóvenes, su gusto por la música incluía la afición por leer, investigar y establecer relaciones entre lo que aprendían.
Formaron Los Cuatro Cuartos en Valparaíso, en 1962, también con Fernando Torti y Raúl Conejo Morales. Todos ellos ya habían concluido su educación escolar y estaban en proceso de mudarse a Santiago para ejercer diversos oficios. El asentamiento del grupo fue, por lo tanto, con ellos ya en la capital.
Luis Chino Urquidi —un pianista, compositor y arreglador autodidacta— quedó a cargo de la dirección vocal. «Tenía un enorme talento para armar las armonías», recuerda Pedro Messone, quien asegura que sus primeros ensayos estuvieron influenciados por lo que conocían de coros alpinos, afroamericanos, rusos y brasileros. Sus reuniones eran ratos de esparcimiento en sus cada vez más ocupadas jornadas laborales (en bancos, ventas diversas y clases escolares). Ninguno de ellos llegó a pensar entonces que su afición por la música se convertiría alguna vez en algo profesional.
Profesionalización del grupo
Por sus obligaciones como profesor primario, Morales debió retirarse al poco tiempo, y fue reemplazado por Guillermo Willy Bascuñán, quien recién había dejado el uniforme de subteniente en la Escuela Naval. Con él a bordo y la posterior incorporación de Carlos Jorge Videla, saxofonista del Club de Jazz, el grupo consiguió un trabajo para interpretar jingles en "El show efervescente Yastá", espacio de radio Corporación producido por Camilo Fernández. Con sus impecables smokings, Los Cuatro Cuartos comenzaron así cantándole al dolor de cabeza.
Algo sucedió un día que agitó al coordinador del espacio. «Se nos acercó muy nervioso diciendo que había que rellenar, que por qué no lo ayudábamos con algo improvisado», rememora Messone. El grupo tenía varias canciones ensayadas y ofreció una interpretación a capella para "Bajando pa' Puerto Aysén". «Perfecto», les respondieron. Los Cuatro Cuartos comenzaron entonces su primera interpretación formal ante un auditorio. Al terminar, Messone recuerda segundos de silencio. «Y, de repente, el estruendo de los aplausos».
No habría vuelta atrás. Al día siguiente, las oficinas de radio Corporación recibieron todo el día llamados de quienes querían volver a escuchar al grupo. El propio Camilo Fernández les sugirió volver al escenario, esta vez con la canción argentina "Juan Payé". La nueva lectura del folclor trabajada por Los Cuatro Cuartos daba forma a un sonido nuevo y capaz de cruzar generaciones y audiencias. En palabras de Messone, «nunca se habían hecho armonías como las nuestras, menos con voces masculinas. La tesitura era muy abierta, y sonábamos como un coro alpino o negro».
También el efecto del experimento era sin precedentes. En el texto que Camilo Fernández escribió para la contracarátula del primer álbum del grupo, se lee: «Nunca antes las hordas coléricas habían desgarrado la ropa de un conjunto de música chilena ni jamás se habían pedido con tal fervor fotografías y autógrafos a cultores del folklore». Era una suerte de manía de agudos femeninos.
Además de la selección de repertorio sudamericano, se activó un sistema de colaboraciones con una serie de compositores locales. Gente como Rolando Alarcón y Patricio Manns les entregaron canciones de su autoría, en una asociación que hoy parece al menos curiosa, a la luz de las diferencias políticas que terminarían por distanciar a esos antiguos compañeros de canto. En los dos primeros LPs del grupo se encuentran, también, grabaciones para temas de Segundo Zamora y Francisco Flores del Campo que el conjunto convirtió en clásicos, aunque acogiendo también creaciones de su integrante Willy Bascuñán (de quien el grupo llegó a grabar diecinueve temas).
Los Cuatro Cuartos regularizaron una temporada de presentaciones en el Teatro Caupolicán y en diversos escenarios de provincia. Poco a poco se concretaba lo que alguna vez había sido un sueño lejano: profesionalizar su afición por la música. Para entonces su estilo ya estaba bien definido: canciones sencillas pero de arreglos complejos; enraizadas en el folclor chileno del Valle Central, pero con la mirada abierta hacia lo que en simultáneo trabajaban grupos argentinos de similar orientación, como Los Charchaleros y Los Trovadores del Norte. A diferencia de los grupos folclóricos, la estampa del conjunto era la de jóvenes en extremo formales, siempre vestidos de smoking y con un físico que daba para confiar en un seguimiento femenino entusiasta. El dato es importante. Hasta entonces seguían siendo las cantoras quienes dominaban el trabajo en ese género. Según Willy Bascuñán, «buscamos canciones más viriles para retomar el folclor que en este país siempre lo tuvo la mujer. Hay que recordar que antes las canciones, y esto lo digo con todo respeto, eran solamente "que sí, que no, qué linda la chinita"».
Generación del Neofolklore
El éxito de Los Cuatro Cuartos determinó el más interesante movimiento de recuperación de la raíz folclórica chilena que haya acogido la música comercial antes de la irrupción de la Nueva Canción. Vinieron Las Cuatro Brujas, Los de Santiago, Los Paulos y Las del Juncal, entre otros; y Los Cuatro Cuartos consiguieron uno de los mayores éxitos de su carrera, con "Qué bonita va".
La historia de cómo esa tonada de Francisco Flores del Campo llegó a las voces del conjunto es una de las más curiosas anécdotas de la música de esa época. Era el tema que presentarían Los Huasos Quincheros a la competencia del Festival de Viña de 1964, al que Los Cuatro Cuartos irían como invitados del show internacional. El conjunto de Messone y Urquidi ya lo conocía, y no tenía dudas sobre su valor. Motivados por Camilo Fernández, invirtieron entonces los últimos meses de 1963 en idearle arreglos y grabarlo como disco 45. Así, cuando Los Quincheros mostraron y llevaron el tema al triunfo, Los Cuatro Cuartos estaban listos para capitalizar ellos las ganancias. Al día siguiente de la final del festival, "Qué bonita va" ya estaba en todas las disquerías del país... pero en voz de Los Cuatro Cuartos. Casi todos creen hasta hoy que fue este grupo el de la interpretación primera.
El conjunto sufrió un golpe importante cuando, en 1964, Pedro Messone anunció su decisión de alejarse para actuar durante una temporada en el montaje de La pérgola de las flores con el que el Teatro de Ensayo viajaría a México. Había alcanzado ya a grabar el álbum debut del grupo, publicado ese mismo año por Demon. La salida de Messone resultó definitiva, y permitió la entrada de Sergio Lillo al conjunto. Con él ganaron el Festival de Viña de 1965 (con "Mano nortina", de Hernán Álvarez) y viajaron más tarde ese año a Perú, México y Estados Unidos.
Primera separación
Los Cuatro Cuartos trabajaron el álbum Adiós al séptimo de línea (1966) como la obra más ambiciosa de su carrera, y el éxito que obtuvo apenas ésta se publicó fue coherente con ese espíritu de gran logro. El conjunto se inspiró en una novela histórica homónima de Jorge Inostroza para las hazañas de la Guerra del Pacífico, y dejaron de hecho al escritor a cargo de la composición de versos. La grabación completa (en los estudios Splendid, con Luis Torrejón a cargo) tomó seis meses, con al menos diez horas diarias de ensayo. Fue uno de los primeros discos chilenos grabados en estéreo, y su carátula incluyó un trabajo gráfico excepcional, incluso con textos introductorios para cada título.
El mayor éxito del disco llegaría a ser el tema "Los viejos estandartes", que el Ejército de Chile adoptó más tarde como himno institucional. En los ránkings locales de abril de 1966, el tema destrona del primer lugar a "Girl", de los Beatles. «La historia de Chile ahora se puede estudiar por música», tituló la revista Ritmo un reportaje sobre el disco, sin duda un hito en el subgénero de la canción de ancla cronística y en el esfuerzo de la época por darle a los LPs nuevas categorías conceptuales y narrativas.
En medio de un innegable auge, Los Cuatro Cuartos se vieron obligados a disolverse por primera vez y por una dramática razón. En diciembre de 1966, un choque automovilístico mató a Fernando Torti, la voz baja del conjunto. El resto de los integrantes decidió una pausa total que se extendió por tres años. Lillo, Videla y Bascuñán se reagruparon entonces en Los Solitarios; y Urquidi, quien venía trabajando hacía un tiempo con Las Cuatro Brujas, armó una apuesta pop que resultaría de gran éxito: Los Bric-A-Brac.
En 1969, el conjunto volvió a aceptar algunas invitaciones para ofrecer presentaciones televisivas (Urquidi convocó entonces al hermano de Nano Torti, Patricio). Se trató de una rearticulación circunstancial, que se afirmó un poco mejor hacia fines de los setenta, aunque sin Urquidi, y con Bascuñán —recién llegado de unos años de residencia en España— al mando.
De modo intermitente se mantuvieron trabajando hasta 1984. Nada volvió a escucharse del conjunto, hasta entrados los años noventa. Patricio Torti se reencontró entonces con Fernando Jiménez, y buscaron a algunos músicos jóvenes para completar la formación. Desde entonces, una nueva alineación mantiene vivo el repertorio del grupo con periódicas grabaciones y presentaciones en vivo. Parte de la historia de su formación original puede encontrarse al detalle en el libro autobiográfico de Willy Bascuñán Tiempo y camino.