Marisol García

Criados en una familia de estrecha relación con la literatura chilena —sobre todo por la influencia de su madre, la académica Paula Miranda (autora de importantes libros sobre la poesía de Violeta Parra)— , Martín (n. 1993) y Pascal Torres (n. 1994) asistían desde niños a encuentros de payadores y canto a lo poeta, lo cual fue educando en ellos un particular respeto hacia la palabra cantada y una cercanía natural con la tradición.

Continuaron con esa formación a través de estudios musicales no sistematizados, aunque constantes. Ya en el colegio formaron una primera banda en la que mostraron temas originales, y con la cual se sumaron a las manifestaciones estudiantiles del año 2011. Y aunque su camino universitario los llevó luego por los campos de la literatura y la astronomía (Pascal iba a cursar más tarde un doctorado en Astrofísica) la dupla no dejó de tener a la música como distracción principal, con más composiciones y tocatas en espacios al margen de los grandes escenarios, como casas okupas o encuentros de poesía. El paréntesis de la pandemia les ofreció la oportunidad de aplicarse en la grabación y producción de sus temas. La música de Metalengua fue tomando así un color propio, de arreglos intencionalmente cruzados entre la raíz latinoamericana (bolero, vals criollo, cumbia) y recursos del pop contemporáneo (reggaetón, trap). La definición de ese cruce —incómodo para los circuitos más ortodoxos del folclor— tomó para el dúo la intención de un manifiesto: «Nos ha tocado representar un folclor urbano y moderno, uno que habla de nuestro territorio e identidad actual, pero desde lugares que han sido históricamente invisibilizados en las páginas de nuestra historia oficial», describen.

Varios singles editados desde 2018 adelantaron la publicación de su primer LP. Chispop (2024) mostró trece composiciones propias; algunas de ellas, grabadas en colaboración con músicos ya establecidos del medio (Juanito Ayala, Banda Conmoción, Chinoy, Rosario Alfonso, Javier Barría). Ya bajo un foco más amplificado que antaño, Metalengua conseguía instalar una identidad distintiva, basada en el color, el juego y un abrazo a la disidencia de lo convencional.

Su participación en la competencia folclórica del Festival de la Canción de Viña del Mar 2025 reabrió viejos debates sobre si acaso la tradición musical actualizada por nuevos códigos puede (o no) considerarse folclor. El triunfo en ese certamen de su tema "La baba del sol", un vals criollo con muchas licencias de estilo, no hizo más que agudizar las contradicciones: el desprecio de los haters y la alegría de seguidores dispuestos a transitar con ellos nuevas vías de expresión para la canción chilena atenta a su historia. Tras la Gaviota al primer lugar, el dúo recorrió con su gira "Cyberfolk" al menos cinco ciudades del país, para luego emprender su primera visita promocional a Europa. «Queremos expandir las fronteras del chispop, y que el mundo sepa que en Chile está naciendo una nueva forma de entender la música latinoamericana», han comentado.