Hogar del guitarrón chileno Pirque Hogar del guitarrón chileno

Chosto Ulloa y Santos Rubio son dos nombres indispensables para entender cómo el instrumento de 25 cuerdas, tradicionalmente usado para el canto a lo poeta, se refugió en esta comuna ubicada al suroriente de Santiago. 

Pirque está a solo 20 kilómetros al suroriente del centro de Santiago, atravesando el río Maipo, cercado por cerros y al pie de la cordillera. A pesar de que limita con Puente Alto, la comuna más poblada de Chile, es una de las pocas zonas de la región Metropolitana que se resiste a la urbanización total. También es un lugar en el que encontró refugio una de las tradiciones más cautivadoras y enigmáticas de la música campesina: el guitarrón chileno.

Dos hombres que nacieron y vivieron en Pirque son esenciales para entender cómo ese instrumento de 25 cuerdas perduró en el tiempo y se multiplicó en generaciones posteriores: Osvaldo del Tránsito Ulloa Lobos y Santos Daladier Rubio Morales. El primero era conocido como Chosto, nació en 1936 y tenía su casa en el sector de El Principal cuando murió, en octubre de 2010. El segundo vivió entre 1938 y 2011, sobre todo en la zona de La Puntilla, y sus más cercanos lo apodaban Santitos.

En 2014, el investigador Claudio Mercado publicó Dos cantores nombrados, un valioso libro y disco que reúne el fruto de diez años de trabajo y cientos de horas junto a ambos. En la introducción, los describe así: "Chosto era un tesoro de patrimonio intangible, su mente estaba llena de versos y reflexiones del mundo campesino. Su sabiduría era la de los antiguos, no vivió la llegada del mundo urbano, mantuvo el modo de vida rural. No sabía leer ni escribir y tenía cientos de historias bíblicas en la cabeza y pasaba buena parte del día analizándolas y reflexionando sobre ellas (...) Ciego casi de nacimiento, Santos desarrolló un oído privilegiado que lo llevó a tocar varios instrumentos con gran belleza y maestría (...) Poseía una memoria privilegiada que guardaba -en versos, cuecas, tonadas y cuentos- muchos fragmentos de la historia pircana”.

Chosto Ulloa en la cordillera de El Principal de Pirque, 2004. Foto por Nicolás Piwonka, del libro Dos cantores nombrados.

Desde puntos distintos de Pirque, Chosto Ulloa y Santos Rubio aprendieron y luego expandieron la tradición de la “guitarra grande”, asociada siempre al canto a lo poeta y sus dos grandes vertientes: el canto a lo divino y el canto a lo humano, construidos ambos sobre el cultivo de la décima. Chosto comenzó escuchando y mirando las ruedas de poetas de las que participaba su padre, Manuel Ulloa Cortés; Santos lo hizo gracias a Juan de Dios Reyes, un guitarronero al que escuchó por primera vez siendo un niño, en un velorio de angelitos. "No salí ni un metro de mi casa para conocer el guitarrón", dice en el citado libro.

Es imposible precisar explicaciones, pero cuando el singular sonido de las 25 cuerdas se perdió en otras zonas de Chile, en algún instante del siglo XX, encontró un refugio en Pirque y en un Puente Alto todavía rural. Así lo conoció Violeta Parra, por ejemplo, que registró sus andanzas con Isaías Angulo en Cantos folklóricos chilenos. “Nosotros salimos a muchos encuentros y nunca nos encontramos con ningún otro guitarronero”, recordaba Santos Rubio ya en 2002, en uno de los muchos registros de él que conserva el Museo Precolombino.

Formados por una vieja estirpe de cantores, fueron ellos dos quienes enseñaron a nuevos guitarroneros y permitieron que su sonido atravesara el tiempo, sin perderse en el camino. Santos Rubio, de hecho, tuvo un perfil más notorio. Avezado en la guitarra, el arpa, el rabel y el acordeón, desde los ‘60 hizo clases en la Universidad de Chile, grabó el famoso contrapunto entre el Mulato Taguada y Javier de la Rosa y participó en Canto por travesura, el último disco publicado en vida por Víctor Jara. A partir de los ‘80 se unió al elenco de payadores que también integraron Piojo Salinas, Pedro Yáñez y Jorge Yáñez e incluso hoy se puede ver en una aparición televisiva junto a Nemesio Antúnez y Domingo Pontigo, payador de Melipilla. Su rastro puede seguirse en numerosos discos hasta entrado el siglo XXI, cuando fue reconocido con el Premio Presidente de la República y continuó participando de múltiples conciertos, encuentros y actividades. Entre esos registros, particular valor tienen los testimonios y entonaciones de El guitarrón chileno. Herencia musical de Pirque, donde Chosto y Santos comparten créditos con Manuel Saavedra, Juan Pérez Ibarra y Alfonso Rubio.

Alfonso Rubio, Manuel Saavedra, Santos Rubio, Juan Pérez y "Chosto Ulloa" en el Teatro Palermo de Puente Alto, 2004. Foto: Micaela Navarrete / Memoria Chilena.

Cuando murió Santos Rubio, la eminente investigadora Patricia Chavarría habló de un “legado que no va a terminar nunca” y un talento excepcional, desplegado no solo como cantor sino también como autor de tonadas y valses: “Es una de las pocas personas que conocí que tuvieran oído absoluto. Lo vi en un grupo de ocho o diez guitarristas señalar 'a ver, a ver, esa guitarra tiene la quinta (cuerda) desafinada'. Era impresionante", decía.

En los mismos días, Claudio Mercado y José Pérez de Arce calibraron su partida como una pérdida invaluable y, de paso, recordaron a su amigo: “El mundo sin Santos Rubio es un mundo distinto. Luego de la reciente muerte de Osvaldo 'Chosto' Ulloa, él era el último representante de la antigua, compleja, profunda y variada tradición del canto y poesía con guitarrón del Maipo Superior. Con ellos desaparece un modo de entender el mundo, de pensarlo en un sistema de pensamiento oral, con la memoria llena de versos, de historias contadas y vueltas a contar”, escribieron en El Mercurio.

En Pirque, sin embargo, la huella de Santos Rubio no desapareció por completo. Por supuesto, está en decenas de guitarroneros que fueron sus alumnos y en quienes lo escucharon cantar, improvisar y narrar historias nutridas por su memoria prodigiosa, pero también se puede encontrar en lugares concretos. Con su nombre fue bautizado, por ejemplo, el escenario del Pueblito de Artesanos de Pirque que acogió varios de los encuentros de guitarroneros que ayudaron a revitalizar la tradición a partir del cambio de siglo. A pocos metros de ese lugar se ubica el Cementerio Municipal, donde su cuerpo fue sepultado y se instaló una cruz que lo recuerda, creada por el escultor Francisco Gazitúa y construida con herraduras recolectadas por todo el Cajón del Maipo.

El día de ese funeral, cientos de personas llegaron al cementerio y se asomaron para saludar el cortejo fúnebre. Entre ellos estaban los niños y niñas de la escuela básica creada a mediados de los ‘50 en La Puntilla, donde Santos Rubio hizo talleres y enseñó folclor por largo tiempo. Es un lugar carente de grandilocuencia pero significativo, donde su nombre quedó estampado: antes se conocía simplemente como Escuela La Puntilla, ahora se llama Escuela Santos Rubio Morales.

Rodrigo Alarcón L.


 

Entre Santiago y la cordillera

 

 

Foto destacada: Chosto Ulloa y Santos Rubio en el VI Encuentro Nacional de Guitarroneros, realizado en 2006 / Extraída del libro Dos cantores nombrados, de Claudio Mercado, como todas las imágenes de este artículo.