Marisol García
Los Prisioneros fueron su sociedad profesional más conocida y relevante, pero Fonseca también asesoró etapas de las carreras de La Ley, Inti-Illimani, Nadie, Emociones Clandestinas, Los Morton, Elso Tumbay y Pablo Herrera, entre otros, y más adelante se ocupó en períodos de las carreras de Ana Tijoux, Teleradio Donoso y —de modo más duradero— Manuel García, entre otros. Como director artístico de la filial chilena de EMI gestionó, a mediados de los años '90, el llamado «Proyecto de Rock Nacional», que, pese a las suertes diversas de sus protagonistas, permitió la grabación de al menos una decena de bandas y solistas.
La marca Fusión
Chileno, nacido en Lima, cuando tenía tres años su padre regresó a un trabajo en Santiago, y seis años más tarde la familia partió a Buenos Aires, donde Fonseca vivió su adolescencia y donde, a los 18 años de edad, montó una disquería importadora. Apenas regresó definitivamente a Chile, verificó el potencial del negocio disquero, entonces limitado a unas pocas y pequeñas tiendas. Con un préstamo de su padre, montó y abrió en el corazón de la comuna de Providencia la disquería Fusión, en abril de 1981. Ninguna otra tienda reunía hasta entonces tal cantidad de títulos y nuevos artistas. Las importaciones de jazz, bandas sonoras y el primer new wave identificaron sus repisas con una novedosa especialización.
En 1983 Fonseca comenzó a trabajar como productor de conciertos, a la vez que se inscribía en la carrera de Licenciatura en Música, en la Universidad de Chile. Junto a él se sentaba en clases un joven de San Miguel llamado Jorge González. El interés de ambos por la música derivó en amistad, y un día González le mostró las letras de canciones que había estado trabajando en solitario. «Me impactaron», recordaría luego este último, quien sin embargo abandonó la carrera luego de un trimestre y perdió por un tiempo la pista de su compañero.
El reencuentro se produjo cuando Fonseca comenzó a buscar nuevas grabaciones chilenas para emitir en "Fusión c'ontemporánea", un espacio casi diario que entre 1982 y 1985 le cedió radio Beethoven para difundir música alternativa a la del resto del dial (por entonces, el joven además ya tenía su propia columna de música en revista Mundo, un comentado espacio editorial que lo ocupó durante cinco años). Para cuando lograron recontactarse, González trabajaba junto a dos amigos en un trío al que habían llamado Los Prisioneros, y con el que había grabado artesanalmente dos temas: "La voz de los 80" y "Paramar". Para Fonseca, la calidad del material estaba fuera de discusión. Convencido de que ante él figuraba un éxito en potencia, invitó al grupo a grabar sus canciones de un modo profesional. Entonces comenzó el vínculo más importante de su vida profesional. Entre 1984 y 1991 Fonseca acompañó como único mánager la primera y más significativa etapa de trabajo de Los Prisioneros, el grupo más exitoso del país desde Los Jaivas, y uno de los protagonistas del movimiento de rock en español desarrollado continentalmente.
El sello Fusión y La Ley
La voz de los 80, el primer disco de Los Prisioneros, apareció en 1984 bajo etiqueta Fusión. La idea de Fonseca era desarrollar una marca que combinara la producción y venta de discos con la gestión de conciertos y el manejo comunicacional de bandas y solistas. Bajo ese concepto amparó más tarde a los grupos pop Emociones Clandestinas y Aparato Raro, al cantautor Pablo Herrera y, a partir de 1987, a La Ley.
En paralelo a su trabajo con Los Prisioneros, Fonseca intentó ayudar en el concepto y promoción de un grupo casi en las antípodas del que formaban González, Narea y Tapia. La Ley se inspiraba en el pop de sintetizadores que por entonces llegaba desde Inglaterra y en los primeros experimentos pop-rock desarrollados en los tiempos de «la movida» posfranquista española. Si había una inquietud social, ésta era más bien estética y apenas expresada en metáforas. Fonseca captó la diferencia pero también apostó por un trabajo inicialmente independiente. Pagó los primeros demos del trío, y consiguió que EMI comprara y distribuyera su primer cassette (La Ley, 1988). El siguiente, Desiertos (1989) salió a tiendas bajo etiqueta Fusión y cuando Beto Cuevas era ya el reemplazo oficial de la cantante Shía Arbulú. Sin embargo, Fonseca apenas tuvo tiempo para promocionarlo. Argumentando que necesitaban de dedicación exclusiva, La Ley rompió con Fonseca en junio de 1990 y contrató como representante a quien hasta entonces había sido su asesor, Alejandro Sanfuentes. La separación produjo una innegable tensión entre las partes que derivó en el cese de la distribución de Desiertos (que se mantiene hasta hoy descatalogado y puede considerarse una joya de coleccionistas). Según Fonseca, la ruptura marcó «uno de los momentos más difíciles de mi vida profesional».
Proyectos en EMI
Fonseca se mantuvo ocupado con Los Prisioneros hasta su primera disolución, en 1991. Un año más tarde aceptó manejar la carrera solista de Jorge González, cuando éste se aprestaba a debutar a escala continental con un vistoso contrato firmado en Londres con EMI y una suma de adelanto nunca antes acordada por un músico chileno. En los vaivenes de esa carrera se mantuvo hasta 1993. Sus relaciones con EMI mantenían un buen trato, y así el 1 de enero de 1994 Fonseca asumió como gerente de márketing de la filial chilena de esa compañía.
Desde su nuevo cargo, trabajó, observó y comenzó a sentirse cómodo en la lógica de una gran disquera. Cuando se le ascendió a director artístico, propuso una apuesta hasta entonces inaudita: fichar a una decena de bandas jóvenes y trabajar con ellas a lo largo de un llamado «Proyecto de Nuevo Rock Nacional». Eran ya mediados de los años '90, y un sinfín de nuevos grupos —algunos, tan bien comentados como Lucybell— prendían los escenarios del país sin que un sello se interesara en ficharlos. En vez de buscar potenciales talentos y conceptualizarlos artísticamente a los ojos del público –a la manera que lo había hecho, por ejemplo, gente como Camilo Fernández en tiempos del Neofolklorey la Nueva Ola–, Fonseca proponía registrar lo que ya sucedía por generación espontánea. En menos de un año, el ejecutivo se abocó a seleccionar, firmar y grabar a los músicos con los que trabajaría de ahí en adelante.
A principios de 1995, y con la publicación de Peces, de Lucybell, se presentó formalmente el proyecto. En menos de un año, EMI publicó otros nueve álbumes de debut multinacional, incluyendo los de Christianes, Machuca, Los Santos Dumont, Los Tetas y Panico. Diciembre resumió el esfuerzo con un festival de todos ellos en el Court Central del Estadio Nacional. En los dos años siguientes, los discos de, entre otros, Tiro De Gracia y Carlos Cabezas completaron la primera etapa del trabajo, sin duda señero para lo que otras multinacionales se decidieron entonces a ensayar con otro montón de nombres locales. Destaca también en esa etapa su contratación (desde Alerce) del cantautor Joe Vasconcellos y la silenciosa coordinación de Los Prisioneros para darle orden a la antología Ni por la razón, ni por la fuerza (1996).
Aunque Fonseca siempre expuso su proyecto con las bandas jóvenes como un plan de mediano plazo, éstas comenzaron poco a poco a sentir la presión de la lógica corporativa. Si sus ventas iniciales no habían sido interesantes, era probable que no contaran ya con presupuesto de promoción o que, derechamente, se les cancelara el contrato. Por ésta y otras razones, Fonseca decidió renunciar a EMI en mayo de 1997. «Tuve que actuar de verdugo, y eso se me hizo insostenible», explicó entonces en El Mercurio.
Reunión de Los Prisioneros
Pese a ello, y casi sin interrupciones, Fonseca se mantuvo en adelante vinculado siempre a la actividad musical chilena, de una u otra forma. A fines de los años '90, retomó el truncado proyecto de Fusión Discos con publicaciones para Elso Tumbay, Los Morton y Los Santos Dumont. Más tarde, como mánager de Inti-Illimani gestionó la reedición del catálogo histórico de ese conjunto en discos compactos de distribución internacional (a través de un trato con Warner-Chile). Por un trato similar gestionó la reedición de la discografía de Víctor Jara (y también el DVD para el documental El derecho de vivir en paz, de Carmen Luz Parot). Fue suya, además, la iniciativa que terminó dando forma a los discos colectivos Rock delfín del mundo (1999) y Tributo a Los Prisioneros (2000).
Fue justamente este último trabajo el que en parte motivó al famoso trío a conversar seriamente por primera vez en diez años la posibilidad de una reunión [ver biografía de Los Prisioneros]. Fonseca se entusiasmó también con la idea y accedió retornar junto con ellos como su mánager histórico. Fue tal el interés popular ante la noticia que, sin más trabajo promocional que una conferencia de prensa (ni afiches ni anuncios), Los Prisioneros terminaron llenando por dos noches sucesivas (31 de noviembre y 1 de diciembre del 2001) el Estadio Nacional de Santiago: 140 mil personas animando un encuentro único, sólo entendible a la luz del afecto masivo por la historia del conjunto. La reunión resultó, además, un negocio estimulante como nunca en su primera etapa. Carlos Fonseca retomó entonces de modo exclusivo el manejo del trío, acompañándolos durante un total de cuatro años que incluyeron cuatro discos, un DVD, varias nuevas polémicas (como la de su actuación en el Festival de Viña del 2003) y un quiebre interno que dejó fuera a Claudio Narea en septiembre del 2003.
Asumiendo que el grupo debía buscar en el extranjero el seguimiento que, argumentaban, los medios chilenos truncaban, Fonseca los acompañó en sucesivas giras por casi toda Latinoamérica, y varias ciudades de Estados Unidos y España. Apenas Jorge González anunció su intención de mudarse a México junto al grupo, el manager comenzó a evaluar el nuevo giro que tomaría su trabajo. Decidido a quedarse en Chile, dejó el puesto apenas concluyó una gira de la banda por Colombia, en febrero del 2005. Etapas de las carreras de Anita Tijoux y Teleradio Donoso fueron su principal ocupación desde entonces. A partir del año 2009, y al menos hasta 2017, su concentración casi completa estuvo puesta sobre el trabajo del cantautor Manuel García.