David Ponce
Un creciente repertorio propio convive en Elizabeth Morris con las referencias a las fuentes de la Nueva Canción Chilena que son parte de su escuela. Cantada o instrumental, su creación se basa en especial en la gama de cuerdas latinoamericanas de guitarra, charango, cuatro y tiple, y describe una travesía por las décimas, la cueca, la música afroperuana, las variedades del joropo venezolano, los ritmos caribeños y el bolero entre muchas otras influencias, en un catálogo con el que además ha provisto de canciones a Francesca Ancarola, Pedro Villagra, Laura Fuentes, Carmen Prieto, José Seves, Magdalena Matthey, Clarita Parra y los mencionados Pedro Aznar y Eva Ayllón entre otros.
Primeros años de música a leña
Elizabeth Morris Keller nació en 1972 en Valparaíso y pasó una buena parte de la niñez con su familia en la República Democrática Alemana, desde donde volvió a Chile a los diez años, en 1982. A los diecisiete aprendió a tocar guitarra y luego estudió las carreras de licenciatura en artes con mención en ciencias del sonido (1990) en la Universidad de Chile y composición y arreglos (1995) en la Escuela de Artes de la Música Popular de la SCD, donde coincidió con los músicos Alexis Venegas y Magdalena Matthey como compañeros de generación.
Para 1997 ya actuaba en vivo con gente del mismo círculo como Antonio Restucci, Juan Antonio Sánchez y Francesca Ancarola. En sus inicios tocó en el conjunto de raíz y fusión Chilhué, en la batucada Os da Quinta y en el grupo de fusión latinoamericana Fa-Fandango, y entre 1998 y 2000 fue parte de un trío embrionario de sonido latinoamericano: Alheña, integrado por Magdalena Matthey, Laura Fuentes y Elizabeth Morris.
Entre 1999 y 2000 también fue guitarrista del grupo de Pedro Villagra; en octubre de 2000 tocó en el primer Festival Internacional de Guitarra Entre Cuerdas organizado por Alberto Cumplido y en julio de 2002 viajó con Ancarola a Toronto, Canadá, como parte de la delegación chilena presente en la XVII Jornada Mundial de la Juventud convocada por el papa Juan Pablo II.
Instrumentista, autora y productora: grabaciones iniciales (1996-2004)
Elizabeth Morris toca guitarra, charango, tiple, cuatro venezolano, cuatro puertorriqueño, zampoña, cajón peruano y otras percusiones, y ha puesto esos instrumentos como invitada en diversos discos. El primero de ellos es Que el canto tiene sentido (1996), de Francesca Ancarola; seguido por Pagano (1998) y Quiebracanto (2000), de Pedro Villagra; Salvo tú y yo (1999), de Santiago del Nuevo Extremo; ¿Conosci Víctor Jara? (2000), grabado en Italia por los cantores José Seves, Daniele Sepe y Auli Kokko; Cancionero nocturno (2002), de Carmen Prieto, y Mañana será otro día (2004), de Magdalena Matthey. Con José Seves inició su colaboración más duradera a partir del disco Canto remolino (2002) del cantante, y ambos formaron un dúo que en 2004 se incorporó además a una de las dos versiones de Inti-Illimani, liderada por Horacio Salinas.
Pero fue en mayo de 2001 que Elizabeth Morris actuó por primera vez como solista, en una carrera personal iniciada con el disco Hacia otro mar (2002). En ese trabajo, poblado de ritmos inspirados en landó, cueca, marinera, música brasileña y décimas, dispuso parte de la creación hecha desde sus inicios y grabó canciones presentes para siempre en su repertorio, como las citadas "Darte luz" y "Décimas".
En febrero de 2006 ganó la competencia folclórica del Festival de Viña con la "Canción de agua y viento", y dos años más tarde esa composición era parte de su segundo disco, Nazca (2008). Además de confirmar su vocación por los instrumentos acústicos y las raíces de huayno, candombe, milonga o tonada entre otros ritmos, en ese disco suma timbres de violines, violas y cellos, e incluye canciones como "La barca emplumada" y su ritmo de pericona, la instrumental "Al galope" e "Itzá", basada en la novela "La mujer habitada", de la escritora nicaragüense Gioconda Belli.
En paralelo, "Décimas" y "Darte luz" fueron grabadas respectivamente por Pedro Aznar en el álbum Quebrado (2008) y por Eva Ayllón en el álbum Eva Ayllón + Inti-Illimani Histórico (2012). El cine ha sido otro de sus quehaceres, con la banda sonora de "El edificio de los chilenos" (2010), y con las imágenes en primer plano de las manos de Elizabeth sobre la guitarra en la interpretación de "El gavilán", para el largometraje Violeta se fue a los cielos (2011), de Andrés Wood.
A raíz de este último trabajo, entre 2011 y 2013 Elizabeth Morris fue parte de los espectáculos "El cantar de Violeta" en el Teatro Municipal de Las Condes y "Violeteando" en el Centro Gabriela Mistral, a trío y a dúo con Magdalena Matthey y la actriz y cantante Francisca Gavilán, protagonista de la película de Wood. También en 2011 inició un trío en vivo con Vasti Michel y Fabiola González, La Chinganera, y al año siguiente presentó su tercer disco, Pájaros (2012), con un nuevo repertorio basado en ritmos americanos de cueca, cumbia, huayno o festejo entre otros. El primer single "Toca y retumba", la cumbia "Agua para el chocolate", la "Cueca del tiempo" y la canción tradicional venezolana "Pajarillo" son parte de ese disco, junto a una versión de "Con toda palabra", de la cantante norteamericana Lhasa de Sela. Dos años después, en junio de 2014 la autora estrenó la canción "La mejicana" como adelanto de su cuarto trabajo, y con ella ganó por segunda vez la competencia folclórica del Festival de Viña, en febrero de 2015.
Además de sus habituales actuaciones en lugares íntimos y teatros, en los últimos años Elizabeth Morris ha tocado en lugares de mayor aforo y festivales, además compartiendo escenario con músicos extranjeros como Pedro Aznar, Víctor Heredia y Raly Barrionuevo.
Entre los reconocimientos merecidos en su carrera, además de los dos triunfos en el Festival de Viña en 2006 y 2015, figuran el segundo lugar que la autora ha obtenido en las versiones del Concurso de Composición Musical Luis Advis, con las canciones “Pájaros” en 2011 y “Cueca del tiempo” en 2012, y el premio Altazor que recibió en 2013 por “Toca y retumba”, de Pájaros (2012), en la categoría de “mejor canción de raíz folclórica”. Elizabeth Morris se tomó su tiempo, pero estuvo bien empleado: vino a enriquecer la nueva canción chilena abierta a Latinoamérica con una voz que faltaba en ese concierto, suave y quieta en el canto, rigurosa e inquieta en la música.