Milena Bahamonde
Sofanor Tobar nació en 1902 en la oficina salitrera Santa Lucía, próxima a Iquique. Se trasladó con su familia a Antofagasta, y reconoce como su patria chica a esa ciudad, la tierra del poeta Andrés Sabella. Muchas de sus creaciones son retratos de ese paisaje, en "Viento calameño", "Tamarugal", "Camino de pampa rica", "Pampa de la paciencia", "Mamá querida", "Lunita antofagastina", "Navidad del desierto", "Canto de las acendraderas", "Arreo al sol", "Huellas muertas", "Mulas... mulitas" y "Llanto en la puna".
En la época del Neofolclor surgieron músicos que usaron bombos, charangos y quenas para tocar y cantar cachimbos, trotes y cuecas nortinas, formas musicales entonces no tan difundidas en todo el país. El Trío Kunza, los conjuntos Lonquimay, Millaray y Los del Pillán y compositores como Rolando Alarcón, Willy Bascuñán, Kiko Álvarez y Richard Rojas desarrollaron la música nortina. Entre ellos Sofanor Tobar tuvo especial importancia y fue el compositor pionero en enviar al Festival de Viña un trote, "La peña del arriero", seleccionado entre los diez mejores.
Dedicado también al oficio de la poesía, Tobar publicó los libros El asado al palo: veinte poemas chilenos (1965), Los menumentos: veintiocho poemas sencillos (1966), Viejos verdes (1971) y ¡Cómeme perro!: poemas chilenos (1971). Este hombre de sello costumbrista recorrió Chile, estuvo en Santa Cruz, Concepción, Victoria, Temuco, Valdivia y fue capaz de interpretar los prototipos chilenos del huaso, el roto, el porteño, el minero, el jornalero, el lobero, el pescador, el empleado de oficina o el marinero. Pero fue el norte lo que definió su espíritu.
«Mi padre nació en la Rinconada de Los Andes y mi madre en El Peñón, al interior de Ovalle; juntaron sus corazones en la Pampa del Tamarugal…», es la genealogía de Tobar, descrita por el mismo autor:
Voy diciendo que soy viento caliente que recorre el desierto; soy caliche; soy cuarzo en las sierras escarpadas; soy chuca, ese polvillo que corre y no tiene consistencia; soy puna por lo seguidor; soy camanchaca; bien pude haber sido un ojo de mar que el tiempo convirtió en salar; soy cerro por lo macizo y tranquilo; cardón por lo sufrido.
Actualizado el 06 de mayo de 2020