Rulo se titula de cantautor:«Es descubrir una identidad; una identidad que tiene una raíz»
Foto: José Moraga.
Entrevista

Rulo se titula de cantautor:
«Es descubrir una identidad; una identidad que tiene una raíz»

 

Su primer disco solista no es el ensayo de funk y R&B que hubiese sido natural esperar de su extensa trayectoria junto a bandas como Los Tetas y Esencia. Tampoco es exactamente un quiebre. El músico habla aquí de «la vuelta larga» que lo ha dejado atento a la música de Perú y Brasil, tomando clases de piano cuequero, y firme al fin en la composición de canciones. «No tengo para nada claro por dónde voy a seguir, pero al menos ya sé que puedo hacer un disco solista, con canciones que me gustan». El sorprendente y hermoso Vendaval es recién el debut de un cantautor hacia la madurez.

 

Entrevista de Marisol García | 26 de enero de 2017 Fotos: José Moraga.

Rulo se titula de cantautor:«Es descubrir una identidad; una identidad que tiene una raíz»

Hace poco, Rulo quiso inscribir su disco en un concurso para música chilena. Revisó las categorías abiertas y no supo qué hacer. Recordó lo que otro músico le había dicho luego de escuchar por primera vez sus canciones:

«Esto es como vals-funky-psico-judeo-cuequero.»

No hay ya novedad ni hazaña en que canciones del siglo XXI combinen géneros e influencias. La real conquista, a estas alturas, es que quien compone consiga decantar las infinitas referencias alrededor suyo en un sonido que afirme una identidad propia. Aparecerán entonces canciones finas en su factura y frescas en su flujo, del estilo que sean. Vendaval es el primer disco que David Eidelstein, 38 años, firma como solista —tan sólo como «Rulo», el apodo que lo identifica desde Los Tetas—, y al escuchar su avance no hay cómo negar que cumplió esas dos metas.

—Es el resultado de una vuelta súper larga, y agradezco haberme dado el tiempo —cree el músico sobre el trayecto que lo ha llevado del funk de su juventud a la canción latinoamericana de su adultez—. Encontrar mi identidad como autor era un anhelo muy grande. Lo que más me interesa en la vida es ser compositor.

Las canciones de Vendaval toman ideas de la cueca brava, el vals peruano, la música popular brasilera y el funk, pero tienen también la contundencia de algo diferente a lo conocido. Suena en el disco el carácter de su autor y también su oficio acumulado en ya veinte años como músico. En los arreglos, cajón peruano, piano, bronces y órganos, guitarras de todo tipo y percusión africana.

La primera reacción ante el primer disco solista de Rulo, un hombre asociado hasta ahora a géneros e instrumentos puntuales,  es por eso la sorpresa.

—Sí, es cierto, a mucha gente le ha sorprendido. Pero la verdad es que a mí también me sorprendió.

—¿De verdad tu propio disco te sorprendió?
—Es lo interesante de la historia. Toda la vida, desde siempre, quise hacer un disco solista. Desde chico, chico, chico (mucho antes de Los Tetas) tenía muy claro que quería dedicarme a la música y avanzar en ella por mi cuenta. Componer canciones me ha costado, y todavía me cuesta, pero cuando un día me salió “Tu misterio” en ritmo de vals quedé alucinado. Y así empezaron a salir las canciones una tras otra, y era la primera vez que sentía que podía encontrar la hebra para componer algo que me convenciera. Uno piensa: «… mmm, algo está pasando aquí».

 

Repasemos un trayecto sinuoso: un año de vida en Barcelona, luego una carrera universitaria completa en Santiago (es ya Licenciado en Lengua y Literatura) y clases diversas en diferentes ramas musicales (canto lírico con José Quilapi, saxo en la Escuela Moderna, piano cuequero) ocuparon a Rulo en los años de distanciamiento entre Los Tetas, la banda más importante en la que ha trabajado hasta ahora (reunida, recordemos, y con disco nuevo por salir).

Su interés por la bossanova y la MPB lo llevó también a tomar lecciones de portugués y organizar varios viajes a Brasil. Para la tesis universitaria que tuvo que hacer en esos años eligió analizar “Construcción”, la fundamental canción de Chico Buarque.

Aprovechó el intertanto también para mantener dos proyectos musicales ordenados. Funk Attack fue una suerte de continuación de Los Tetas, con varios de sus integrantes a bordo y un único disco como resultado (El ritmo, 2010). Luego, Esencia lo acostumbró a una nueva dinámica de composición, canto y colaboraciones, en principal sociedad junto a David de Flores. Dos discos influenciados por el soul y el R&B registraron la marca de diez años de trabajo a dúo.

—Ahí pasó algo interesante porque comenzamos a definirnos más como autores —dice Rulo sobre tu trabajo en Esencia—. Pero también fui escuchando nuevas cosas, sobre todo bossanova. Y de la música brasilera pasé al folclor latinoamericano… en realidad, a la cueca brava y el vals peruano.

—¿Hay algo en común entre esos géneros, crees?
—Yo creo que sí. La sofisticación rítmica y armónica de la música brasilera, sobre todo de la bossanova (que es casi otro planeta), es increíble. Pero en géneros como la samba hay muchas similitudes en las armonías con músicas populares en general, como con la música gitana, el vals…

Su interés por la canción popular latinoamericana lo acercó a algunos grupos que suelen reunirse a ensayar y tocar en la Casa Huemul, junto al barrio Franklin. La música de Los Celestinos, La Gallera y La Plaza lo hizo descubrir, según él, «una fuerza poética especial».

—Y comencé a tomar clases de piano cuequero con Cristián Mancilla, de La Gallera. Con todos estos músicos fui desarrollando amistad, y a través suyo llegué a Los Chileneros, que me volvieron loco. Me pasaron cosas súper fuertes y profundas, siento… hasta físicas. Suena a hueveo, pero yo digo que a través de Los Chileneros encontré «el chileno interno». 

—¿Con qué rasgos de esa cueca, específicamente?
—Con la cueca comencé por primera vez a sentirme identificado y orgulloso con la música chilena, lo digo en un sentido no chovinista. Toda mi vida había visto mal todo eso; metido en el funky, mirando a Estados Unidos. Pero escuchando la cueca, yendo a la Casa Huemul, compartiendo con todos estos músicos, sentí un valor muy grande. Y eso me influyó mucho. Es descubrir una identidad. Una identidad que tiene una raíz.

—… y que tiene que ver con uno mismo.
—Que tiene que ver conmigo, exacto. Imagínate toda la creatividad que hay en el habla que tenemos los chilenos. En el humor. Es algo que un extranjero nota inmediatamente de nuestra idiosincrasia.

—Eres conocido, todavía, como bajista, pero en los créditos del disco apareces con siete instrumentos a cargo. ¿Cómo llegaste a ampliarte así en estos años?
—Entiendo que la gente pueda asociarme todavía al bajo y el funk, pero a estas alturas yo llevo más años fuera de Los Tetas que en Los Tetas. El bajo con ellos fue para mí algo casi circunstancial. En Tercero Medio comencé a jugar con un bajo eléctrico que había en mi colegio. En ese tiempo yo tenía un gusto rockero-glam, tipo Guns’n’Roses, Motley Crue, donde ser bajista… ni un brillo [sonríe]. Pero descubrí Red Hot Chili Peppers, Primus… y ahí pasó a ser bacán. En eso estuve mucho tiempo. Pero el bajo nunca ha sido mi único instrumento.

Como nunca antes, Rulo cuidó esta vez las letras de sus canciones hasta añadirle a Vendaval otro elemento llamativo. Las mayoría de declaraciones de amor del disco siguen versos nada gastados sobre atracción y distancia, búsqueda personal y señas en la naturaleza. Son letras personales que salen con un canto atrevido (que no teme recurrir al falsete o al grito). No hay cómo saber si existe un vínculo directo entre estos versos y los estudios de Rulo en Lengua y Literatura, pero también desestimarlo sería impreciso.

—Lo de las letras del disco también tuvo que ver con estar tocando otra cosa. Algo pasa con lo ternario, con la poesía del vals, de la cueca… es bien directo, vivencial. Y me sirvió también ser más grande y tener a estas alturas cierto desapego con el material de las palabras, por así llamarlo; de poder experimentar sin estar tan involucrado emocionalmente con lo que resultara.

 

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—Sentirse al fin cómodo con la composición puede ser una conquista que cierra una búsqueda o, por el contrario, un camino que se inicia.
—Mucho más lo segundo. Mi anhelo es desarrollar una discografía más larga. Me interesan mucho las canciones. Sigo componiendo, y quiero darme el tiempo de buscar algo interesante para otro disco. Por ahora me he mantenido grabando ideas, escribiendo cosas, y ojalá tenga material para grabar el próximo verano, por muy ocupado que esté mostrando Vendaval en vivo, haciendo más videoclips. No tengo para nada claro por dónde voy a seguir, pero al menos ya sé que puedo hacer un disco solista, con canciones que me gustan.

—¿Es otra cosa ser parte de una banda que ser autor, crees?
—Hacer un disco solista es como… el pregrado [se ríe]. Ya tengo el título.

—Puedes, si quieres, seguir con el posgrado.
—Claro. Mi sueño es tener una discografía larga, explorar otros sonidos, temáticas. Los discos van registrando toda una época de la vida de uno. Como no había hecho antes un disco solista, siento que es lindo que quede registro en Vendaval de esta etapa, y mirarla en diez años más y saber en qué estaba. Es cierto que el concepto de la importancia de un disco se ha relativizado, pero no tanto para mí. Me gusta presentar canciones con una coherencia entre sí.

—Ese camino extenso y explorativo no siempre inquieta a los músicos de tu generación. ¿No debiese ser un objetivo más frecuente, crees?
—No es tan frecuente, es cierto. Creo que muchos músicos siguen en el género que siempre les ha gustado y no se salen casi de ahí, lo que es una visión súper conservadora… del arte en general, de cómo las cosas tienen que ser. A veces pienso que deberíamos hacer un esfuerzo por la identidad e interesarnos por la raíz, pero luego pienso que tiene que ser algo genuino, que no hay que forzarlo, que hay gente que se siente cómoda en otros estilos y es cosa de gustos.

»Sí dan ganas de que hubiese más mezclas para que surjan cosas más locas. Creo que lo más interesante ocurren en las fronteras. En las mezclas, en las cosas inesperadas. Ahora que estoy más grande, que ya no tengo esa cosa militante que alguna vez tuve con el funk y con el soul, me doy cuenta de que los gustos se abren con los años. Y eso es maravilloso. A Gilberto Gil le escuché hace poco una frase que me encantó: Me gusta gustar de gustar. Es bacán descubrir lo que uno gana con abrirse.

 

RULO - VENDAVAL

Producido por Cristóbal Carvajal & Rulo.
>Arte: Mauricio Garrido.

Rulo: voces, guitarra eléctrica, guitarra nylon, guitarra acústica, cavaquinho, saxo alto, bajo eléctrico, bajo Moog;
Cristobal Carvajal: programacion TR - 808 y MPC, guitarra eléctrica;
Cristian Carvacho: cajón peruano, bombo legüero, percusiones;
Javier Mardones: guitarra eléctrica, guitarra nylon;
Martín Benavides: órgano Farfisa, bajo Farfisa;
Cristian Mancilla: pandero cuequero, tañador, platillos de café, coros;
Giancarlo Valdebenito: coros;
Andrés Celis: batería;
Alfredo Tauber: trombón, arreglos;
Rodrigo Chino Aros: chekere, shakers;
Sebastian Aracena: cavaquinho;
Alexa Skillicorn: violín;
Felipe Bórquez: acordeón;
Ricardo Santander: arreglo y dirección para conjunto de cámara;
Juan Ángel Muñoz: cello;
Valentina Maza: viola;
Paulina González: fagot;
Santiago Bruna: clarinete;
Antonieta Espinoza: flauta traversa;
Pascal Montenegro: oboe.