Instalada en Santiago, Christell quedó con su nombre de pila como marca propia y pasó a ser una “mascota” querendona y aplaudida por la teleaudiencia. Al mismo tiempo, los ejecutivos de Warner ponían a punto la producción de un primer disco de éxitos adhesivos y saltarines (“Mueve el ombligo” y medleys de clásicos infantiles, como “Alicia va en el coche”, “Arroz con leche” y “Yo tenía diez perritos”). La placa se llamó Christell y sus amigos (2003) y alcanzó las 160 mil copias vendidas, y terminó siendo uno de los discos más vendidos de la música chilena en la era del CD

Así, la pequeña cantante se convirtió en un torbellino, obtuvo portadas y contratos (algunos tan jugosos que hicieron perder la cabeza a sus padres-managers) y en menos de un año editó dos nuevos superventas, La fiesta continúa y Ponte las pilas, ambos de 2004, con 160 mil copias y una nominación al Grammy Latino de 2005. Fueron los tiempos en que Christell fue manejada por sus padres y se registró entonces un controversial episodio que fue calificado como abuso de trabajo infantil. donde su papá le exigía permanecer en el escenario a pesar que ella le manifestaba que se sentía mal.

El impacto público de esa grabación llevó a la familia a tomar la decisión de sacarla del medio, para seguir sus estudios escolares y, al mismo tiempo, aprender piano y canto. Regresó cuatro años más tarde para participar de producciones televisivas, como actriz o como panelista, y el año 2018 comenzó a estudiar Fonoaudiología. Ya como adulta ha participado en programas de baile en televisión, y se ha mantenido muy activa en redes sociales. Si bien ha presentado esporádicos singles, no ha retomado regularmente su carrera musical.