Marisol García
La precariedad que caracterizó a la actividad musical bajo dictadura explica que parte importante de su difusión se haya encauzado por canales alternativos a los oficiales, y que sus grabaciones sean escasas. Como muchos en los años '80, Zegers se valió de la recomendación personal y los encuentros en vivo para dar a conocer sus canciones, al menos dos de las cuales ("Los pasajeros" y "Canción a Magdalena") se inscriben dentro de lo más popular trabajado en esa época en el país. Con estudios formales de arquitectura y música, ha estado vinculado por largo tiempo al ámbito de la publicidad, pese a lo cual no ha dejado de componer e interesarse en la música.
Primer triunfo en Viña
Creció en una familia aficionada al canto. Sus padres eran amigos de Jaime Atria, por ejemplo, y Zegers estuvo rodeado desde temprano por un ambiente en el que, en sus palabras, «ni me di cuenta de cómo empecé a componer». Sus primeros socios musicales fueron sus hermanos, con quienes se presentó en festivales universitarios y ensayó la llegada a público de sus primeras canciones. Pese a ello, nunca consideró la música como un camino profesional formal, y apenas concluyó sus estudios en el colegio Saint George's se inscribió en arquitectura en la Universidad Católica de Valparaíso.
Se reencontró allí con la música por causas circunstanciales. «Estudiaba y necesitaba plata, y participar en festivales podía ser algo rentable», explica con sencillez. Su primera postulación destacada se dio cuando le entregó a Gloria Simonetti el tema "Para cuando vuelvas", que obtuvo el segundo lugar en el Festival de Viña de 1968. Más tarde, volvió a quedar seleccionado para Viña, esta vez con un tema de sugerentes referencias visuales, "Canción a Magdalena". «Para ser sincero, a mí entonces ni siquiera me gustaba el Festival de Viña. Envié una canción que no tenía nada que ver con el estándar. No esperaba en lo absoluto ganar», explicaría más tarde.
Dada su trayectoria hasta entonces, lo lógico hubiese sido que alguien más defendiera el tema ante el público de la Quinta Vergara. Pero ese alguien terminó siendo él mismo. Nunca antes el autor se había parado solo en un escenario, y quizás ese dato ayude a dimensionar aun más su sorpresa ante el primer lugar con el que terminó imponiéndose a compositores e intérpretes ya consagrados. Su triunfo permitió la grabación de un primer disco, El paso del caminante, aparecido bajo etiqueta RCA en 1971.
"Los pasajeros"
Varios viajes ocuparon a Zegers durante esos primeros años de los setenta, y en ellos encontró parte importante de la inspiración para sus primeras composiciones, influenciadas fuertemente por uno de sus autores favoritos de entonces, el catalán Joan Manuel Serrat.
La canción "Los pasajeros" comenzó a tomar forma mientras el cantautor se encontraba en Brasil y fue concluida tiempo más tarde en Italia, con el propósito de enviarla al Festival de Viña del Mar: «Trabajé de la mañana a la noche hasta tener la letra terminada, y la mandé desde Nápoles».
El tema volvió a brindarle un triunfo en febrero de 1973, imponiéndose esta vez sobre una melodía que poco tiempo después se convertiría en un clásico internacional (en voz del francés Romuald, "Laisse-moi le temps" se quedó con el segundo lugar; pero se haría famosa años más tarde, con la regrabación en inglés de Frank Sinatra: "Let me try again"). Según la revista Apsi, "Los pasajeros" «dio con una verdad que no cambia el tiempo. Tradujo la experiencia arquetípica del viaje. Indagó en el sentido profundo de lo humano». En otros momentos, Zegers la definió como «no mi viaje personal, sino el que todos hacemos». El tema quedó grabado para un disco RCA que Zegers dejó listo —incluso con su carátula diseñada— justo antes de emprender un nuevo viaje a Europa, pero que los sucesos por venir en el país dejaron para siempre perdido e inédito, y sin que el creador haya recibido alguna vez explicaciones sobre el paradero de esas pistas.
El cantante se enteró del Golpe de Estado en Londres, leyendo en un quiosco sobre el bombardeo a La Moneda y el asesinato de Víctor Jara (con quien había estado el día antes de partir a Europa). La impresión que todo ello le causó a la distancia fue decisiva para lo que eligió hacer a partir de entonces. Si bien tenía ofertas concretas para radicarse en Europa, prefirió volver a Santiago. En vez de ejercer la arquitectura, tomó a partir de 1975 clases particulares de música con Carlos Botto. Si bien no fue Zegers uno de los cantautores que llevaron a sus canciones un planteamiento político directo, consideró que su inquietud ante la situación del país debía reflejarse de algún modo en su insistencia por cantar a su modo y donde él eligiese.
En el contexto del Canto Nuevo
Julio Zegers volvió a probar suerte en el Festival de Viña con una canción que creó cierta polémica por sus complejas armonías. El mismo autor reconoce que hubo una intención provocadora en su decisión de enviar "El cuento del lobo" a la competencia; una canción basada en metáforas y que al final se quedó con el primer lugar del apartado chileno del certamen de 1983.
Las presentaciones en vivo eran la plataforma promocional natural para Zegers, y fue allí que destacaron temas como "A Rapa Nui", "Ancho camino", "Barcos de papel", "Caminado", "Canción del carpintero" y "Un día feliz". Se repetía en sus versos el interés por el mundo popular y apegado a la naturaleza, o, como explicó él mismo en una entrevista, «todo lo que tiene que ver con los oficios, y el paso del hombre por la tierra». De acuerdo a esta inquietud reflexiva, Zegers se mudó durante un tiempo junto a su familia a una casa en el campo.
A mediados de los años ochenta, la escasa prensa especializada local hablaba de «la trova chilena», y solía presentar a Zegers y Eduardo Gatti como sus principales representantes. Las comparaciones con el ex cantante de los Blops han sido una constante en su carrera («... mediana estatura, aspecto frágil, suaves para hablar y cantar, un poco retraídos y de una misma generación. Sus canciones como que también se parecen», dice una nota de agosto de 1983 en Apsi). Si bien, tal como muchos, Zegers había enfrentado con genuina admiración el trabajo de los cantautores cubanos, al poco tiempo, recuerda, «no quise seguirme metiendo porque todos estaban componiendo trova». En general, su guía ha sido puramente personal:
«Desde muy temprano sentí que estaba fuera de todo lo que se estaba haciendo. Siempre mi música ha tenido algo de raíz folclórica y algo de raíz internacional, con la guía común de la búsqueda».
En 1985, el músico grabó el que terminaría siendo su último disco por más de dos décadas. Que vivan los que regresan fue producido por Jaime de Aguirre y publicado por Alerce.
Regreso a Viña
Inscrito en una inédita competencia para elegir la mejor canción que haya ganado alguna vez el Festival de Viña del Mar, Julio Zegers volvió a la Quinta Vergara en el año 2000 para interpretar "Canción a Magdalena", esta vez junto al grupo Santiago del Nuevo Extremo. Se dio al final una suerte de revancha tardía, pues la que se quedó con el primer lugar fue la famosa canción desplazada antes por "Los pasajeros", "Let me try again" (aunque esta vez en inglés, y en voz del estadounidense Peabo Bryson).
Fue una excepción en un período que lo ha ocupado principalmente en el mundo publicitario, en el cual ha creado una agencia en la cual también se ocupan su mujer y uno de sus hijos. Famosos jingles, como el del champú Pilotonic, han salido del ingenio de Zegers, quien concretó a fines del año 2006 su retorno a la composición y grabación de discos. Canciones de autor fue su primer disco en veintiún años, la colección de antiguos y nuevos temas, presentados todos con grabaciones y arreglos frescos e invitados de trayectoria destacada (entre ellos Magdalena Matthey, Quique Neira, Pedro Greene y Luis Le-Bert), además de su hijo, Max Zegers, también cantautor. Al presentar ese álbum (reconocido más tarde con un premio Altazor), el músico dio una definición que bien puede aplicarse al estilo de su trayectoria completa:
«Trato de que las canciones sean un poco sin tiempo. No me he subido a ni un carro, entonces no hay carros que se pasen ni que se pongan de moda».