Iñigo Díaz
Se inició como bajista a los 18 años. Sus influencias internas fueron Ernesto Holman como hombre revolucionario del Congreso progresivo, y Pablo Lecaros afinando la puntería en el jazz fusión. Con esas referencias llegaba en 1981 al grupo Abril. El regreso de Los Jaivas al Teatro Caupolicán ese mismo año, cambió para siempre a un grupo de raíz folclórica acústico que detectaba en la electricidad nuevas capas sonoras. Aedo y su recién adquirido bajo Rickenbacker le dieron la profundidad que le faltaba Abril. El grupo se presentó en el Festival de Viña del Mar de 1982 y Aedo llegó componer para ellos un par de piezas: “Tonada uno” y “Sueño americano”.
En 1984 se incorporó a la gira de Isabel y Ángel Parra por Argentina y Uruguay, en 1985 se inició como músico de soporte de artistas del Canto Nuevo, tocando con Eduardo Gatti (para el álbum Esencialmente así no más, 1986), Isabel Aldunate, Cecilia Echenique, Schwenke & Nilo o Cristina González. Y tras tocar jazz eléctrico en 1986 con el grupo Kameréctrica (del violionista Roberto Lecaros), Aedo llegaría a uno de los proyectos más trascendentales de su carrera: el grupo Alsur.
Un país sin puntos cardinales
En el quinteto liderado por el guitarrista Edgardo Riquelme se proyectó como solista y compositor (“Pudú”, “Isla grande”) y logró además un nombre. Ya había tocado con Rudy Wiedmaier y Pablo Herrera, pero comenzaba una larga colaboración con Alberto Plaza, de quien sería director musical. Su trabajo como solista iba a comenzar tras la experiencia en un festival de compositores contemporáneos jóvenes, donde improvisó en solitario sobre un estudio de bajo eléctrico de su autoría.
Acto seguido y con la certeza de poder liderar música desde las cuatro cuerdas, Aedo se encerró en el estudio para trabajar sus composiciones de fusión, que luego se traducirían en los álbumes Polosur celeste (1999, con el baterista de Congreso, Sergio Tilo González) y Norte verde grande (2005, con el pianista chileno residente en Alemania Pablo Paredes). Una serie discográfica que se completaría como trilogía con Azul del nuevo extremo (2009). Aedo ajustó así su propia filosofía musical como bajista: producir una línea tipo Jaco Pastorius o una negra por compás para él significaba lo mismo, porque las cuerdas entorchadas del bajo de Aedo podían estar siempre al servicio de la música.
Alternando su trabajo como académico y director musical, Aedo regresó a la composición durante la década siguiente. Un nuevo conjunto de jazz fusión de enfoque latinoamericano tomó forma en la localidad de Las Vertientes, en el Cajón del Maipo, donde Aedo instaló su residencia a comienzos de los '90 y también su estudio de grabación. Allí, junto a sus tres hijos músicos presentó un cuarteto para retomar ese primer catálogo musical. Marcelo Aedo lideró las acciones junto a Benjamín Aedo (guitarras), Simón Aedo (pianos) y Gaspar Aedo (batería), a su vez integrantes del grupo de fusión latinoamericana creado en San José de Maipo, Halchic.
Actualizado el 08 de octubre de 2020