David Ponce
Son barrios afines los que acunaron en Santiago a los iniciadores de Congelador. El guitarrista y cantante Rodrigo Santis y el baterista Jorge Santis, hermanos, se criaron a unas cuadras de la Avenida Matta, y el bajista Walter Roblero es hijo de Independencia. Los tres compartieron, también, el mismo colegio. Paisajes urbanos y regulares, como la música del grupo: un rock de capas medias, citadino, nublado, denso y taciturno. Si Congelador tiene los pies puestos en el asfalto, sus cabezas son las antenas de la ciudad. Seguro que nadie en la cuadra, ni en Matta ni en Recoleta, tiene la colección de discos con que estos vecinos combinan el free jazz de Ornette Coleman, la bossa nova de Jobim o el pop retro de Stereolab. «Nos interesa la tradición de la música popular en general», dice el bajista.
Lo que les interesaba era el noise, el punk rock o el hardcore —desde grupos extranjeros, como Butthole Surfers, a locales, como Supersordo— cuando, entre 1992 y 1994, el trío publicó la revista musical Neutral. Asociados más tarde en un trío, debutaron en vivo en un concierto que el cantautor argentino Adrián Paoletti dio en el subterráneo de la capitalina disquería Background, en septiembre de 1996. Desde entonces su método ha sido privilegiar una intensa electricidad antes que la técnica.
Concentración de notas y discos
No hay composiciones en que el grupo parezca esforzarse por tocar difícil. En piezas instrumentales como "Iatroquímica", de su disco Iceberg (2001), la exigencia es la opuesta. Congelador no sólo concentra sus notas: además se concentra para tocarlas. Roblero apela a la paciencia de un monje zen para sostener al infinito un mismo compás de bajo, como saboteando todo instinto de variación. Y esa misma secuencia de notas es alterada luego en exacto engranaje con el desenfreno de guitarra y batería.
Entonces aparece el triple contraste del grupo. Primero, esa oposición entre raciocinio y desenfreno. Luego, su herramienta más elocuente: el juego entre las despojadas guitarras y los muros de distorsión eléctrica que levanta Rodrigo Santis. Y está el contraste entre la expresividad del sonido de Congelador y la neutralidad de su postura. En vivo, inmóviles, de espaldas al público, rara vez muestran una emoción por la vía usual de la arenga, el discurso, el aspaviento. El sonido es el manifiesto.
El primer registro del grupo está en el compilado Pulsos (1998), con las canciones "Tormenta eléctrica" y "Purificador". Vinieron luego otros discos colectivos, incluyendo Perdidos en el espacio (1999), Astrorama (2004) y Panorama neutral (2005). Sus discos oficiales han aparecido siempre bajo su propia etiqueta, Quemasucabeza, desde su disco debut, Congelador (1998). Desde una absoluta autogestión, el grupo ha logrado mostrar su música en el extranjero, con presentaciones en Argentina, Perú, México y España. Sus cupos de apertura de shows han contado con el debut de Stereolab y Yo La Tengo en Chile, y un show de los argentinos Babasónicos, en abril del 2003.
Durante el 2004, Jorge Santis —quien en 2021 iba a mostrar un primer disco solista bajo el seudónimo Monitogorila— comenzó a colaborar con Shogún, como baterista invitado, al tiempo que sus compañeros se ocupaban en Barco, Paranormal y Domitorio. Son proyectos paralelos que no han desdibujado por completo a Congelador, en su hacer y en su influencia.
Actualizado el 27 de agosto de 2021