La historia del gran escenario consagrado al jazz en Chile, activo desde 2014 en la Casa Maroto de Plaza Egaña, se inició hace cerca de 80 años en el segundo piso de un edificio de calle Santo Domingo al llegar a Bandera. Allí un puñado de músicos y sus amigos detonaron, sin esperarlo, un estallido musical.
Se trataba más bien de un grupo de amigos músicos que buscaban un lugar para ensayar. Pero una cosa llevó a la otra y transcurridas las décadas el Club de Jazz permanece en el tiempo como el segundo espacio capitalino para la música de mayor vigencia después del Teatro Municipal de Santiago. Toda una institución en la historia, su sede actual se encuentra en la magnífica Casa Maroto, una centenaria residencia de tres plantas ubicada en el sector de Plaza Egaña. Es la séptima ubicación donde el club ha funcionado, ofreciendo conciertos de jazz toda la semana. Pero esa zigzagueante cronología comienza en 1943 en el segundo piso del edificio de Santo Domingo 1081, donde hoy palpita un tradicional barrio comercial en el centro de la ciudad, a pasos de calle Bandera.
Esos amigos músicos eran el cornetista Ernesto Tito Rodríguez, el clarinetista René Eyheralde y el baterista antofagastino José Luis Córdova, un párrafo aparte en la historia del jazz chileno como su gran personalidad, fallecido en 2015 a los 93 años. Juntos tocaban como trío hacia 1941. La llegada a este espacio céntrico fue fortuita e informal. Lo alquilaban cada sábado para escuchar discos a las dos de la tarde y luego tocar jazz hasta las doce de la noche.
Allí acudían, primero, sus amigos, y luego otros aficionados a la música. En un cuaderno cuadriculado apuntaban los nombres de quienes se convirtieron en socios de este club y sus aportes monetarios. No cobraban entrada, ni tenían barra. Según recordaba Lucho Córdova, disponían de “sólo un cajón de Bilz y otro de Pap. Y pagábamos el agua, la luz y dejábamos limpiecito”.
La historia tomó un curso insospechado cuando los grandes músicos profesionales de las orquestas de Santiago se enteraron de la existencia de este espacio nuevo. Si bien tenía un estatus informal y no consideraba pago por tocar, contaba con el espíritu que en los grandes salones, hoteles, confiterías y auditorios radiales escaseaba: la libertad musical.
Así fue que figuras como el trompetista Luis Huaso Aránguiz, el saxofonista Mario Escobar o el pianista Hernán Prado y otros astros de traje y corbatín comenzaron a aparecer los sábados luego de tocar en sus números formales en escenarios del circuito capitalino. Ese encuentro entre músicos profesionales interesados en la improvisación y la generación joven de jazzistas cristalizó la mística del Club de Jazz de calle Santo Domingo.
Los Ases Chilenos del Jazz
La cronología avanza en esos años vibrantes para la música chilena y la consolidación de la bohemia capitalina. La sede del Club de Jazz siguió adelante con mucha acción, ampliando las noches de música. Al año siguiente llegó a tener 64 socios, que siguiendo la práctica de revistas estadounidenses de jazz como “Metronome” o “Downbeat” elegirían a los mejores músicos en cada instrumento para montar una all stars, lo que los norteamericanos señalan como “agrupación estelar”. Al interior del club esta agrupación se llamó Los Ases Chilenos del Jazz y fue el sello del lugar.
En 1944 se votó a una pléyade de músicos, la mayoría activos en el grupo hot jazz del propio Huaso Aránguiz, conocido como Los Ases de Ritmo. El octeto grabó dos piezas para RCA Victor: "Rosetta", de Earl Hines, y "Copenhaguen", de Charlie David, en la que fue entonces el primer registro fonográfico de jazz de la historia. Al año siguiente la agrupación renovó sus nombres en esa misma elección popular y allí apareció como mejor baterista Lucho Córdova, que dentro de muy poco sería célebre. Un muchacho metido entre los grandes ases: Aránguiz, Escobar, Prado, Cazabón y otros apellidos. Este segundo elenco también ingresó al estudio para grabar dos piezas: "Jazz me blues", de Tom Delaney, y "Darktown strutters’ ball", de Shelton Brooks.
No se tiene registro de cuándo el Club de Jazz se mudó de esa primera sede de calle Santo Domingo para instalarse en una casona de calle Merced, a pasos de Miraflores y frente al cine Sao Paulo, donde sí se sabe que ya funcionaba hacia 1952. La historia del club seguiría de ahí en más atravesando los tiempos, en sucesivas dependencias: una tercera sede en el centro, en calle Mac-Iver; y luego en Lota y California, en la comuna de Providencia, y en José Pedro Alessandri, en Ñuñoa, donde permaneció activo entre 1979 y el día del terremoto de 2010.
Iñigo Díaz