Los Cuatro Huasos

Los Cuatro Huasos
Foto: archivo de Gloria Velasco

Biografía patrimonial

La tradición de los grupos de huasos fue iniciada en 1923 por Los Guasos de Chincolco, pero la piedra angular del género la pusieron Los Cuatro Huasos. Este conjunto nació en 1927 con jóvenes provenientes de familias de los estratos altos de la sociedad, y tuvo desde su origen el propósito de recrear y difundir el repertorio del campo chileno. Su gran aceptación por parte de la elite social, los medios de comunicación y la naciente industria musical los convirtió en un símbolo del folclor chileno y de la música campesina, aunque ninguno de sus músicos tuviera ese origen. "Estamos frente a un grupo de jóvenes de élite con fuertes vínculos con la tierra, que sienten como un deber patriótico, al tiempo que una ocasión de distracción y evocación, el hacer música de tradición campesina", escribe el musicólogo Juan Pablo González en Historia social de la música popular en Chile. La precisión no es menor, pues el espíritu que subyace a Los Cuatro Huasos y a los conjuntos posteriores inspirados en ese formato, como Los Quincheros, no es sólo musical, sino también valórico: hay una abierta pretensión de constituir este formato y este sonido en algo así como una emblema de la patria y en la forma más auténtica del foclor chileno. A diferencia de Los Huasos de Chincolco, en este nuevo conjunto hay un compromiso casi ético con la música chilena.

Ficha

Años

Santiago, 1927 - 1956

Región de origen

Metropolitana de Santiago

Décadas

1920 |1930 |1940 |1950 |

Géneros

Integrantes

Eugenio Vidal, voz y guitarra (1927 - 1933).
Jorge Bernales, voz y guitarra (1927 - 1956).
Fernando Donoso, voz y guitarra (1927 - 1941 / 1954 - 1956).
Raúl Velasco, voz y guitarra (1927 - 1933 / 1946 - 1956).
Carlos Mondaca, voz y guitarra (1937 - 1956).
Aníbal Ortúzar, voz y guitarra (1937 - 1946).
Fernando Silva, voz y guitarra (1941 - 1956).

Los Cuatro Huasos
Biografía patrimonial

La tradición de los grupos de huasos fue iniciada en 1923 por Los Guasos de Chincolco, pero la piedra angular del género la pusieron Los Cuatro Huasos. Este conjunto nació en 1927 con jóvenes provenientes de familias de los estratos altos de la sociedad, y tuvo desde su origen el propósito de recrear y difundir el repertorio del campo chileno. Su gran aceptación por parte de la elite social, los medios de comunicación y la naciente industria musical los convirtió en un símbolo del folclor chileno y de la música campesina, aunque ninguno de sus músicos tuviera ese origen. "Estamos frente a un grupo de jóvenes de élite con fuertes vínculos con la tierra, que sienten como un deber patriótico, al tiempo que una ocasión de distracción y evocación, el hacer música de tradición campesina", escribe el musicólogo Juan Pablo González en Historia social de la música popular en Chile. La precisión no es menor, pues el espíritu que subyace a Los Cuatro Huasos y a los conjuntos posteriores inspirados en ese formato, como Los Quincheros, no es sólo musical, sino también valórico: hay una abierta pretensión de constituir este formato y este sonido en algo así como una emblema de la patria y en la forma más auténtica del foclor chileno. A diferencia de Los Huasos de Chincolco, en este nuevo conjunto hay un compromiso casi ético con la música chilena.

Jorge Leiva

El Cuarteto Criollo Chileno
Aunque de modo intermitente, la historia de Los Cuatro Huasos alcanzó a cubrir casi treinta años; y comenzó cuando tres amigos universitarios junto a un funcionario bancario conformaron el Cuarteto Criollo Chileno, en julio de 1927. Jorge Bernales, Raúl Velasco, Fernando Donoso y Eugenio Vidal debutaron en una función benéfica, disfrazados de huasos y con un repertorio recogido por Vidal desde las casas patronales de sus fundos familiares.

El éxito de su presentación soprendió a los propios músicos, sobre todo cuando dos empresarios les ofrecieron un contrato para musicalizar películas y animar intermedios en el teatro Dieciocho. Ahí se abrió un circuito que luego se extendió a los teatros Esmeralda y Carrera. El conjunto, entonces, mejoró sus trajes de presentación y cambió su nombre a Los Cuatro Huasos, en un camino de profesionalización que los llevó a recoger más repertorio campesino a partir de las cantoras que vivían en los fundos, ya fueran los propios o los de familiares y amigos.

En ese proceso de recolección, que regularmente dirigía Vidal, se produjo una de las claves de este tipo de conjuntos: la estilización lírica y sonora. Las canciones recogidas se limpiaban de malas palabras, primero, y su sonido rasgueado, por otra parte, se adornaba con punteos en la guitarra. Eso más los juegos vocales conformó el sonido de los grupos de huasos, cuya elegancia no tardó en convocar a la industria para llevarlos al disco.

La historia irregular
A fines de 1927, Los Cuatro Huasos registraron nada menos que veinte discos (de 78 rpm) en Buenos Aires. Luego comenzaron a grabar en Chile. Su elegancia en la puesta en escena y en su sonido los convirtió en intérpretes capaces de trascender más allá de la tonada campesina. Boleros, swing y tangos eran parte de sus presentaciones, en las que además se vestían como marineros o de etiqueta, ofreciendo un espectáculo que recorrió Chile y buena parte de América Latina.

"El tortillero", "Abran quincha, abran cancha", "Ay, agüita de mi tierra" y "El martirio" son algunas de las tonadas que registraron Los Cuatro Huasos y que se escuchan hasta hoy. Fue ésa la primera parte de una historia interrumpida en 1933. Tras una presentación en el Teatro Municipal de Santiago, que consagró ante la alta sociedad su formato musical y escénico, el grupo inició una nueva gira por Perú y Ecuador, durante la cual enfermó gravemente Velasco, obligando así a un receso en la vida del cuarteto.

Durante los siguientes cuatro años, los músicos formaron otras agrupaciones; y Los Cuatro Huasos permanecieron inactivos. Eso, hasta que en 1937, y a instancias de radio Agricultura, el conjunto se rearticuló con Aníbal Ortúzar y Carlos Mondaca en lugar de Vidal y Velasco. Presentándose tres veces a la semana, el conjunto se mantuvo en actividad, al mismo tiempo que sus músicos continuaban con sus carreras universitarias.

En 1939, y por expresa petición del gobierno de Pedro Aguirre Cerda, el conjunto representó a Chile en la Exposición Mundial de Nueva York, en un viaje que se extendió cuando Los Cuatro Huasos realizaron una mini gira en el marco de la cadena radiofónica de la CBS. A su regreso los sorprendió una serie de golpes; entre ellos la muerte de su fundador, Eugenio Vidal, el retiro de Fernando Donoso para seguir una carrera diplomática, y el encuentro de otro grupo similar en su trabajo en radio Agricultura: Los Quincheros. Precisamente en ese conjunto militaría más tarde un ex integrante de Los Cuatro Huasos, Raúl Velasco.

El grupo detuvo entonces nuevamente sus actividades; si bien, y junto a Fernando Silva en el lugar de Donoso, continuaron presentándose en radio Minería, con un repertorio basado en el bolero y bajo el nombre de Los Noctámbulos.

Polvareda en el camino: el final
En 1950, y tras años de actividad irregular, Los Cuatro Huasos volvieron a la radio Agricultura. Poco antes había regresado Raúl Velasco desde Los Quincheros, cambiando de lugar con Aníbal Ortúzar, que se incorporó a dicho conjunto. Con esa formación el grupo permaneció dos años presentándose en la emisora.

La actividad profesional de los músicos, sin embargo, dificultó la continuidad de Los Cuatro Huasos. En 1952 dejaron la radio y sólo se reunieron al cabo de dos años, ante una convocatoria de la RCA para grabar nuevamente sus canciones; esta vez, en el nuevo formato del vinilo. Bernales, Mondaca, Donoso y Velasco, con el apoyo de Silva, registraron entonces su viejo repertorio en sencillos de 45: "Matecito de plata", Bajando pa' Puerto Aysén", "Ay, agüita de mi tierra", " La palomita", "Río, río" y " El rodeo", entre otros. La grabación fue una especie de corolario de su historia, que tuvo su punto final en un especial de radio Cooperativa emitido en 1956.

En un programa animado por Raúl Matas y Lolo Achondo, los artistas y el público chileno dijeron adiós a Los Cuatro Huasos; un adiós que en esa ocasión alcanzó su punto climático con la interpretación de "Polvareda en el camino (Adiós a Los Cuatro Huasos)", de Diego Barros Ortiz y Vicente Bianchi, y en las voces de Sonia y Myriam, de acuerdo al relato que hace el musicólogo Cristián Guerra en el libro Los Quincheros: Tradición que perdura, editado por la SCD en 1999. Luego, en 2008 la colaboración entre el periodista y compositor Eugenio Rengifo (de Los Huasos de Algarrobal) y su hija historiadora Catalina Rengifo (los mismos autores de la biografía de Los de Ramón, Un arreo en el viento) profundizó en la historia angular de Los Cuatro Huasos, en el libro Alma de la tradición y del tiempo.

Tres años después de ese final de 1956 se compilaron algunas de esas grabaciones para editar el único disco larga duración de Los Cuatro Huasos: Tradición chilena (1959). Ahí se resumió su trayectoria, que acuñó el formato con el que el folclor campesino llegó al mundo urbano en los años '20. Estilizado en su lírica, su puesta de escena y su sonido, la tradición de los grupos de huasos nunca tuvo un auténtico origen campesino. Sin embargo, su arraigo en la historia chilena la validan como una de las formas más tradicionales y respetadas del folclor chileno. Un modelo que hoy sigue existiendo y cuyo primer símbolo siempre serán Los Cuatro Huasos.

Actualizado el 15 de junio de 2024