En el sostenido avance que experimentó el jazz durante la década de los 2000, alcanzó uno de sus momentos más relevantes a través de Quintessence 2005-2007, estreno discográfico del proyecto diseñado por los guitarristas Roberto Dañobeitía y Federico Dannemann. Tanto desde la perspectiva de una filosofía creativa como de la estética musical se exhibe gran anchura y profundidad musical con las orquestaciones que ambos compositores escriben para la primera versión del conjunto, que no es otra cosa que la reunión de los dos quintetos de jazz que ambos lideraban por cada lado. Es la huella de autores y arregladores modernos como Gunther Schuller o Gil Evans la que queda a la vista, con entramados armónicos, melódicos y rítmicos, y por supuesto el uso del timbre como elemento determinante en esta alquimia. La música abre también el espacio para un solismo avanzado, dados los atributos de los músicos de cada fila, que en rigor son estrellas jóvenes del jazz de la época: Sebastián Jordán (trompeta), Cristián Gallardo (saxo alto), Andrés Pérez (saxo tenor), Agustín Moya (saxo tenor) o Diego Manuschevich (clarinete bajo) en los vientos, y la sección rítmica con Rodrigo Galarce (contrabajo) y Félix Lecaros (batería), entre otros nombres. El álbum reúne entonces todo ese primer período de trabajo, con obras originales de Dañobeitía ("Black blues", "Rocafort") y de Dannemann ("Homesick", "Nia", "Tony's changes", un rhythm change que luego se convertirá en un standard chileno), junto con encargos a Martin Joseph ("Diálogos") y Marcelo Vergara ("La mosca"). —Iñigo Díaz