David Ponce
Escuela del vals peruano
Lucho Oliva hizo sus primeras actuaciones en 1945 en la célebre quinta de recreo del Parque Rosedal, situada en la capitalina Gran Avenida, según la información difundida en 2003 por la Sociedad Chilena de Derecho de Autor (SCD) cuando el músico fue nombrado socio emérito de esa entidad. En 1952 inició su época de mayor actividad como atracción en los principales escenarios del Santiago de la época.
Fueron sus canchas de esa época la confitería Goyescas, el Waldorf, El Violín Gitano, El Patio Andaluz, El Sótano de la Quintrala, el Bodegón, la Taberna Capri, el Tap Room, el Bim Bam Bum del Teatro Ópera, el Picaresque, el Humoresque y el Club de la Medianoche. Según registran a su vez el musicólogo Juan Pablo González y el historiador Claudio Rolle en Historia social de la música popular en Chile, 1890-1950, sus grabaciones de comienzos de los años '50 iniciaron la tendencia hacia una interpretación del vals al modo peruano que luego marcaría el camino para voces tan populares como la de Lucho Barrios.
El bolero vino antes en la vida de Lucho Oliva. Los mencionados González, Rolle y Oscar Ohlsen en Historia social de la música popular en Chile, 1950-1970, segundo volumen de la citada colección, datan en 1952 el momento en el que el cantante empezó a grabar boleros con el sello RCA Victor, para luego buscar un repertorio distinto a sugerencia de la casa disquera: el vals peruano. Entonces la música del hermano país era grabada sobre todos por artistas de esa nacionalidad en Chile, como Ramón Urízar y los Mensajeros del Perú, Alicia Lizárraga, Yolanda Vigil, el Trío Añoranzas y Los Cholitos del Perú, entre otros citados por González, Rolle y Ohlsen.
Oliva había aprendido el vals peruano en 1954 de la cantante chilena Mirtha Carrasco, recién llegada de una gira por ese país, y con el nombre de Lucho Oliva y sus Melódicos grabó valses para el sello RCA desde 1956. Tres discos consecutivos dan cuenta de ese éxito ya entrados los años '60: Fiesta limeña (1961), Un chileno canta al Perú (1961), con versiones de autores chilenos en "Reminiscencias" (de Luis Aguirre Pinto) y "Después de una ilusión un desengaño" (de Armando González Malbrán), y Éxitos peruanos (1961), con "Fina estampa" (de Chabuca Granda), junto a composiciones del propio cantante como "Olvida, corazón".
Cien chiquillas había a veces
Fue la época de mayor auge en la popularidad del cantante, temprano exponente de los clubes de fans surgidos en Chile, según el propio Oliva recuerda en el citado segundo volumen de Historia social de la música popular en Chile.
"El club de fans era una pila de chiquillas corriendo atrás. Yo tenía cuatro clubes de amiradoras. Hacíamos reuniones, tomábamos té en La Isleña, en el Waldorf. Cien chiquillas había a veces", estima ahí el cantante, que desarrolló además su carrera en radios como Minería y Magallanes.
Más ritmos peruanos de marinera, landó y polka fueron parte de su repertorio, y desde 1959 actuó en las ciudades peruanas de Lima, Arequipa, Tacna y Trujillo, según consigna en 1969 la revista "El Musiquero" citada por los referidos autores. De acuerdo con la información de la SCD, Lucho Oliva actuó también en Argentina con las orquestas de Juan D'Arienzo y Rodoldo Biaggi, los cantantes Charlo, Sabina Olmos, Luis Sandrini y Tita Merello y los grupos La Tropilla de Huachipampa, Los Trovadores de Cuyo y el trío Irusta-Fugazot-Demare.
Iniciado en la época de vigencia de los viejos discos de acetato de 78 revoluciones por minuto y activo luego en la era del long play, el cantante grabó sobre cien discos en los que prensó un cancionero cuantioso. Según el registro de la sociedad autoral, en ese repertorio figuran los boleros "Ansiedad", "Rondando tu esquina" y "Mi niña bonita", infinidad de valses como "La flor de la canela", "Ódiame", "Nube gris", "El espejo de mi vida", "Limeña" y "El plebeyo", tangos y otros éxitos como "Malena", "En vano", "Yo la quería, Patita", "Fueron tres años", "Soledad", "Tiempos viejos" y canciones propias como la citada "Olvida, corazón", "Chiquita y bonita", "Adornaré tus sienes", "Amigo, escucha", "Quítame la vida", "Fumé mi cigarrillo" y algunas alusivas a Chile como "Valdivia mía", "Puerto Montt de mis amores" y "Llámame Chile".
Hasta entrado el nuevo siglo el hombre se mantuvo vigente, con discos más tardíos como Valses peruanos (2003), Ritmo tropical para bailar (2005) y "Eternamente romántico" (2006) editados en CD. "Oliva fue un gran artista local de una voz bonita, afinada, cuidadoso en su lenguaje de cantante. Su dicción es de las mejores que he visto en su género y en el mundo musical en el que me desenvuelvo", comentó en 2003 el pianista y director de orquesta Valentín Trujillo, con motivo de la citada ceremonia en la que el cantante fue nombrado socio emérito de la SCD junto a Luis Arenas, de Los Caporales. Pionero en la interpretación de un repertorio melódico para las grandes audiencias, Lucho Oliva surgió además en coincidencia con el esplendor de las orquestas y audiciones radiales previas al reinado de la televisión, y la suya es una escuela que sigue afianzada en la sensibilidad popular chilena.