Marisol García
Su fresco sonido de inspiración andina y argentina, la armonización de sus voces y la preferencia por abordar los mundos proletario y estudiantil en sus letras son características de su repertorio.
Al menos dos discos en su trayectoria son ineludibles en el estudio de la Nueva Canción, ambos publicados en 1972 y asociables al género del álbum-concepto: La población, uno de los mejores trabajos de Víctor Jara, tuvo a Huamarí como banda de apoyo; y en el Oratorio de los trabajadores el conjunto se hizo cargo de toda la interpretación instrumental. Este último fue un disco hecho para el sello Dicap por encargo de la CUT Juvenil con el fin de relatar la historia del movimiento sindical chileno y homenajear su resistencia. Fue levantado con la música de Jaime Soto León, las letras de Julio Rojas, la voz solista de Violeta Ludwig, y el relato del locutor Freddy Hube. Fue un proyecto importante, en la línea de otras grandes obras de largo aliento que en esos años buscaron combinar Historia de Chile, música popular y compromiso. Se escuchan allí géneros como cueca, tonada, sajuriana y zamba, luego de una partida con la siguiente proclama: «Millones de personas son autores de este relato, años de lucha. Muchos hombres caídos son autores de este relato. Porque el pueblo es el dueño de la historia y el pueblo es quien escribe con su fuego, millones de personas y ninguna persona son autores del movimiento obrero».
Huamarí venía vinculándose a la política mucho antes de esa grabación. Sus integrantes —todos ellos estudiantes universitarios y militantes de algún partido de izquierda— recuerdan incontables presentaciones en actos politicos de las JJ.CC., sindicatos y otras agrupaciones sociales. «Actuábamos gratis la mayor parte del tiempo, pero era parte del compromiso», explicaba Marcelo Castillo en entrevista con el espacio Perspectivas A Través de la Nueva Canción Chilena. «Eso para nosotros tenía la doble conveniencia de consolidar nuestras propias convicciones y al mismo tiempo darnos a conocer».
Fue importante en su historia la participación, por dos años consecutivos, en el Festival Folclórico de la Casa de la Cultura de Ñuñoa. Si la primera vez perdieron el primer lugar por un voto ante el grupo Ñancahuazú, en la segunda se quedaron no sólo con el triunfo sino que con el compromiso de parte de Ángel Parra, miembro del jurado, de apoyarlos en su proyección discográfica. Así, el disco Chile América (1971) apareció por etiqueta Peña de los Parra —«hubiéramos preferido despertar el mismo apetito en Dicap, pero después de tanto colaborar para ellos y gratuitamente, Dicap no se interesa en nuestro trabajo, cosa que nunca logré comprender, hasta hoy», cuenta Marcelo Castillo en un valioso documento escrito con la historia del grupo—, y una mayoría de composiciones de Adrián Otarola. Huamarí se consolidaba así como un conjunto no sólo de recreación musical sino, también, de autoría.
Ese primer álbum mostraba un cancionero de aproximación fresca a temas contingentes: la reforma agraria, en “Palabra de campesino”; el compromiso estudiantil, de “En las universidades”, y el nuevo desafío del «hombre nuevo» en la administración allendista, en “No me vengan con chamullos”. Otros reconocimientos proletarios en esa producción son “Zamba del carpintero” y “El mar”.
Con Víctor Jara
La primera colaboración entre Huamarí y Víctor Jara se dio cuando el cantautor los convocó como banda de apoyo para una grabación suya en el entonces canal de la Universidad de Chile. Más tarde, el grupo se sumó a su proyecto conceptual y colectivo La población (1972), en torno a las tomas de terreno en Santiago, tanto para la grabación de ese fundamental trabajo como en su única presentación en vivo, en el capitalino teatro Gran Palace. «Sus apreciaciones siempre fueron muy alentadoras», recuerda Marcelo Castillo en la citada entrevista. «Trabajar con él era un gusto, porque daba siempre la impresión de un tratamiento de igual a igual. Respecto a mi trabajo con él no tengo nada sino elogios y emoción».
El único viaje al exterior del conjunto fue el que emprendieron a Quito, Ecuador, para participar del Festival Latinoamericano de la Cultura Popular, en una delegación oficial comandada por la Secretaría de Cultura del gobierno de la Unidad Popular que también integró a Patricio Manns, Cuncumén y Amerindios. En general, Huamarí fue un grupo de contactos entusiastas con otros músicos de su época, tal como lo prueba su involucramiento en las giras nacionales del programa radial “Chile Ríe y Canta”, de René Largo Farías. En ese intercambio, el grupo elegía aprender de los músicos de mayor oficio, pero también buscaba el modo de dotarse de identidad distintiva. Dejar de usar ponchos fue, en ese sentido, toda una declaración de principios en torno a su ubicación dentro «de la uniformidad dominante, en el aspecto formal, al menos», según el texto de Castillo.
Todo el entusiasmo propio de su juventud y curiosidad por aprender comenzó a verse amenazado por las dificultades económicas y ciertas tensiones entre algunos integrantes. El anuncio de Marcelo Coulon de mudarse a Francia precipitó el fin del grupo, que ya no existía como tal al momento del Golpe Militar.
Actualizado el 24 de septiembre de 2016