Antes de su tercer disco, Nicole era una artista en permanente sala de espera hacia la consagración, una apuesta de la industria que hasta su colaboración con Gustavo Cerati aún no mostraba ni todos sus colores ni todos sus recursos. La princesa del pop chileno iba a ganar esa corona con Sueños en tránsito, una propuesta de modernidad y frescura en la época posdictadura. A su vez, el líder de Soda Stereo ya venía de vuelta, muy cómodo en su rol de arquitecto sonoro, desde el que asoman sus acercamientos al pop de discoteca con toques de ambient, los guiños al tecno y al shoegaze. Las sesiones de grabación tuvieron lugar en Londres, junto a Cerati y el tecladista Andrés Sylleros, lo que desembocó en un disco internacional, sumamente moderno, de toques trip hop, con las exquisitas costuras emocionales del new wave ochentero domadas por canciones de combustión lenta y larga. Se convertirían en clásicos para una Nicole de 20 años, ahora platinada y con imagen de femme fatale, después de Esperando nada (1994). La adolescencia romántica ya quedaba atrás, relevada por el llamado erótico y ciertos momentos existencialistas. "Me concentraré en tus tactos y envíos / No separaré lo dulce de lo tibio", canta en "Despiértame", el single de máxima popularidad, junto con la tibieza acústica de "Noche" y la sensualidad de la fábula queer que aparece en "Sirenas". —Julio Osses