Es noble la inspiración de este libro pero su título es impreciso, y confundirá a quien busque en él la crónica del género al que alude. No es ésta una investigación sobre la cueca sola ni la cronología de su desarrollo, sino que el registro —básicamente testimonial— de parte de las experiencias de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), el espacio en el que esta manifestación de denuncia y música surgió y hasta hoy pervive.
Luego de una introducción que brevemente establece las pautas sobre las que se levantó el terrorismo de Estado durante la dictadura en Chile, se consignan las historias de seis mujeres que resultaron víctimas de ésta, con familiares cercanos detenidos y luego hechos desaparecer por militares y sus cómplices civiles. Sólo una de ellas, Violeta Zuñiga, alude a su trabajo musical junto al grupo folclórico de la AFDD. Cuenta de su debut en vivo, el 8 de marzo de 1978 en el Teatro Caupolicán, de su encuentro con Sting y de un baile suyo frente a La Moneda. Pero se trata de menciones muy breves, que no alcanzan para conocer la génesis, sentido y protagonistas de una de las expresiones musicales de denuncia más importantes surgidas en el mundo. Nada se cuenta, tampoco, sobre Gala Torres, la folclorista que precisamente compuso el tema «La cueca sola», ni sobre las presentaciones más importantes o las grabaciones del conjunto folclórico de la AFDD. Aquí el título es una suerte de saludo a un código en común, y no la presentación de un texto que lo explaye.