Raúl Acevedo

Raúl Acevedo es el nombre de uno de los muchos obreros que tuvo en los años setenta y ochenta el movimiento del llamado Canto Nuevo, heredero de la Nueva Canción Chilena con las herramientas de la trova y la oposición a la dictadura. Encarna la figura del cantante con guitarra iniciado en los escenarios universitarios, fogueado por decisión propia en los espacios más populares de canto de barrio y resistencia, y que ha prolongado hasta la actualidad su trabajo según los dictámenes de la autodefinición que él prefiere, la de «cantor popular». O, en sus palabras, «la articulación de música y poesía en función de una identidad».

Fechas

Santiago - 22 de diciembre de 1957

Región de origen

Metropolitana de Santiago

Décadas

1970 |1980 |1990 |2000 |2010 |

Géneros

raul-acevedo

Verónica San Juan / Marisol García

Extremo sur
Estudió en la sede magallánica de la Universidad Técnica del Estado, y se inició como solista en peñas estudiantiles de la región austral. Allí participó en el coro polifónico de la UTE regional y, a través de éste, de iniciativas como el Taller Alturas, el grupo que en octubre de 1976 montó junto a destacados músicos locales la primera cantata de la que se tenga registro después del Golpe: Canto a Magallanes, de Fernando Ferrer y Rolando Arancibia.

Más tarde, en Santiago, el joven se afirmó en el canto en paralelo a sus estudios universitarios de diseño industrial. Fue expulsado de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile bajo el cargo de «incitación a actividades político-partidistas dentro del recinto universitario» (describiría más tarde este absurdo en “Callejeando por decreto supremo”), y no pudo librarse de unos días de secuestro y tortura a manos de la CNI. Aunque abarcan historias diversas, no hay canción suya de esa época que no haga referencia a las desventuras de la vida bajo mando militar; a veces con asombrosa franqueza, como en “Yo no dialogo”, otras con dramáticas descripciones de violencia (en “18 de agosto”, por ejemplo, se escuchan helicópteros y metralletas militares); y, al fin, con graciosa perspicacia, como cuando en “El show no debe continuar” parte burlándose de la soberbia de Los Prisioneros («el disco súperventas / que reclama sin modestia / ser La voz de los 80»), sigue recordando el “Manifiesto” de Víctor Jara y termina en una denuncia más amplia contra quizás quién: «Y me asombró el oportunista / que vendía disidencia / como quien vende conciencia…».

No fue sino hasta fines de la década que Raúl Acevedo empezó a grabar. En cassettes colectivos, como MDP (1985)  o El Camotazo  (1988), pero sobre todo en grabaciones individuales, de distinguible identidad. Una guitarra electroacústica, algunos precarios efectos de sonido, cierto fraseo como heredado de Payo Grondona y metáforas de protesta fueron proponiendo en su voz sucesivas instantáneas de la época, no exentas de humor negro y vibrante insolencia tanto a la autoridad como a los más acomodados, incluso en los años de transición democrática. Acevedo optó por instalar en su repertorio a personajes, espacios y episodios incómodos, de los que casi nadie cantaba. Diecisiete poblaciones periféricas se asoman por el paseo que propone en "A una Legua de La Victoria", y es reconocible la pobladora esforzada y abusada de "Simplemente despierta, María". Ahí estaban, también, las «doce vidas apagadas» por la llamada Operación Albania en un tema cuyo título asumía su fe en la canción como crónica noticiosa: “Lo que no se publicó aquel miércoles 17 de junio de 1987”.

Analiza el libro Canción valiente:

No siempre gracioso, aunque sí de una brillante agudeza, Raúl Acevedo ha sido un cantor de ejemplar exploración poética, que en trabajos como Callejeando por decreto supremo (1987, autoedición) buscó vincular lucha colectiva y afecto privado (como en “Canción de amor y revolución” o “Desagravio a un sentimiento allanado”), y que a la vez se propuso compartir su inquietud por la función del cantautor en aquellas circunstancias extremas. En “Poniéndome un poco más denso”, por ejemplo, Acevedo elabora una larga disquisición sobre quien no se siente «poeta ni trovador / tampoco soy mero espectador», y que asocia la urgencia del combate a un silenciamiento demasiado extendido en el tiempo:

 

Por otra parte, ya estoy cansado
de noticieros prefabricados.
Y si no acepto seguir callando
las injusticias del que decreta,
no es un motivo para que piensen
que la guitarra es mi metralleta.

 

En el Chile de transición, una canción suya como "Protestópolis" dejó claro que el cambio en marcha no aquietaba su sarcasmo: «Se instaló la democracia / No nos dieron ni las gracias».

En 1988 había cumplido una gira por ocho ciudades de Canadá, y luego pasó la primera mitad de los años noventa entre actuaciones junto a músicos como Jorge Venegas —su más frecuente aliado— y Transporte Urbano y su participación en 1994 en el Festival de la Patagonia en Punta Arenas. Fue después de un receso de más de diez años, durante los cuales descubrió su vocación y aptitud por la aviación civil, que reapareció con un cuarto disco, Deslindes (2006), en el que rinde tributo a los poetas litorales Vicente Huidobro y Pablo Neruda y recrea un contrapunto en décimas junto al payador Pedro Yáñez.

Tal actividad autogestionada no ha cesado hasta hoy, en iniciativas desplegadas en barrios de comunas populares, actividades solidarias en sedes sindicales y vecinales, y conciertos colectivos de música, tributo y homenaje, que muchas veces él mismo convoca, como aquellos a los estudiantes de la Escuela de Ayotzinapa asesinados en México, en noviembre de 2014; a Víctor Jara y Fidel Castro, en la primavera de 2016; a Daniel Viglietti (noviembre 2017) y a Max Berrú (enero 2018).

Actualizado el 25 de octubre de 2023