Texturas y mundos sonoros
Foto: Luciano Rubio
Entrevista

Texturas y mundos sonoros

No hubo apuro ni una autoexigencia particular en el trabajo que llevó a Isidora O'Ryan a levantar un primer disco solista. Y tampoco lo hay ahora, que Ciénaga busca su lugar en un ambiente musical tan diferente al imaginado para su promoción. De algún modo, esa imprevisibilidad, desacomodo y carácter combinan bien con la música sugerida en estas canciones. Son atmósferas misteriosas, silencios cuidados y versos nunca explícitos; «pero que creo que son suficientes para decir algo», asegura su creadora.

Marisol García | 30 de agosto de 2020 Fotos: Luciano Rubio

Texturas y mundos sonoros

El de Isidora O'Ryan es su primer disco, y contiene códigos de trabajo inéditos para ella hasta ahora; nuevos y con visos de futuro. Pero no es exactamente un debut, y la evidencia de un oficio previo en la música es en Ciénaga biográfica y también sonora.

Las ocho canciones del disco, todas de su autoría, transmiten la firmeza de un camino musical definido, personal e identificable, como superada ya la indecisión de cualquier labor en los inicios. Son piezas exploradoras dentro de una senda electrónica tranquila, sobre la que su voz esboza una intimidad misteriosa, sin revelaciones ni denuncias definitivas, pero a la vez segura sobre su eje.

La voz solista de Isidora O'Ryan —para estos efectos, identificada como I.O.— despega en Ciénaga en una sonoridad propia, diferente a la mostrada antes junto a su grupo Los Tristes, que en 2017 compartió un primer álbum de más evidente dirección pop (el nuevo single "Fantasmas" adelanta otro inminente LP por llegar). Pero emancipada también de los caminos establecidos por su formación académica en el chelo clásico, que estudió por diez años en la Universidad de Chile.

«Estoy de acuerdo en que el disco tiene una impronta más personal que cualquier cosa que trabajé antes con música —dirá durante esta entrevista, de mi videocámara a la suya, entre dos puntos de Santiago—. Eso es algo que da más nervio, claro, pero también más vértigo y más ilusión».

Es esa identidad de cantautora autónoma, con todas las incertidumbres del caso sobre sus resultados, acaso la principal conquista de Ciénaga, un disco que pudo haberse quedado en la distracción de maquetas trabajadas a distancia (tres años vivió O'Ryan en Ecuador) y sin apremios, pero que pudo ir tomando forma de disco por la decisión de su creadora en buscar a dos colaboradores precisos para arreglos y coproducción —Andrés Abarzúa y Jim Hast, del sello 11:11—, y a permitirse al fin pensarse a sí misma también como una autora.

—¿Qué se perdía de tu creatividad cuando trabajabas antes en conjuntos o en proyectos de otros?
—No lo sentía como una pérdida. Trabajar en colaboraciones colectivas abre la inspiración a nuevas ideas y métodos. Aprendes a escuchar, a ceder y a proponer. Pero es verdad que también te permite descansar en ciertas fortalezas ajenas, y entonces largarte sola puede ser más exigente. Con un disco mío siento una mayor… responsabilidad. Soy yo quien está armando las cosas, quien plantea ciertas ideas propias, quien hace y a la vez debe resolver.

—Entre esas ideas está la de la exploración de sonoridades, que quizás es lo más evidente en la primera escucha del disco. Se usa mucho el calificativo 'atmosférico' para ciertas músicas capaces de sugerir mundos, o algo así. Pero esto suena más bien a una exploración entre sonidos.
—Qué bonito que tengas esa impresión porque, sí: me interesaba trabajar un tinte y una mixtura determinadas a través de las sonoridades. Si no, hubiese buscado un productor de canciones, más convencional. Andrés y Jim se fueron involucrando de otro modo, que superó lo que yo esperaba, añadiendo timbres, avanzando… me dejó súper feliz.

Cuatro instrumentos figuran entre los créditos de Ciénaga a cargo de Isidora O'Ryan. Algunas de las guitarras, los vibráfonos y los sintetizadores, además por cierto del chelo, quedaron en sus manos (en el disco suenan también marimba, fagot, glockenspiel, arpa y piano preparado, entre otros timbres). Explorar con lo que ya se domina e improvisar con lo que se está aprendiendo ha sido para la cantautora una decisión:

—Cuando estudias un instrumento, no tardas en darte cuenta de que hay muchas más posibilidades en él de los que te ofrece el repertorio clásico. Por eso yo desde los primeros años en la U. comencé a meterme en la improvisación libre, en la técnica extendida; a jugar con los efectos y pedaleras… explorando en otras texturas, para que el chelo ojalá no sonara como chelo, ¿entiendes?

Trabajó un tiempo aquello, de hecho, en una muy recomendable experiencia junto al conjunto de improvisación y electroacústica Xatarra. De todas las respuestas comunes cuando alguien sabe de su formación en música clásica, la más descolocante es, dice, la que asocia orquestas y calma evasión:

—Eso de «la música clásica me relaja». O sea, ¿en serio? A mí a veces me asusta, la verdad. Supongo que eso pasa por estandarizar repertorios y experiencias como algo lejano y estático, casi como de museo.

—Entiendo esa distancia hacia el cauce convencional, pero de todos modos, ¿qué queda de tus diez años de formación clásica en un trabajo como el que levanta Ciénaga?
—La verdad es que nunca me lo he cuestionado; uno siempre tiene encima un montón de influencias sin saberlo. Se me ocurre que puede notarse tal vez en la estructura de las canciones: no están muy ceñidas a un género en particular. No hay estribillo, no hay partes puestas porque obedezcan a un patrón. Y es probable que eso lo tome yo de esas obras a veces eternas de la música clásica que tienen un desarrollo que pasa por un montón de paisajes, que arman mundos sonoros y armónicos que pueden decir mucho más que una letra explícita. En mi caso me ha importado cuidar más la atmósfera de estas canciones, creo que son suficientes para decir algo.

Nada hay de literal en las canciones de Isidora O'Ryan. Incluso en un tema a dúo, como el single "Naufragio" (junto a Fernando Milagros), los silencios y las imágenes descritas son más relevantes que la opción de presentar un relato explícito.

—Son letras inusuales para un disco tan intimista como éste. Va contra la tendencia de la cantautora expuesta, ¿no?
—Puede ser. Pero es que aparte de yo ser pudorosa, creo que hay que tener como demasiado talento… no sé, ser ¡Serrat!… para que esas letras súper directas te queden bien. Admiro el rollo de mujeres con un discurso, con un contenido súper elaborado; las escucho y pienso: ¡qué secas! Pero a mí eso no me sale fluido, y no voy a forzarme. Me gusta ser sincera en lo que me mueve, y no avanzar por conveniencia. No me queda cómodo calcular qué me conviene cantar ni decir, ni pensar.

—Es como si estuvieras buscando un lenguaje con el que identificarte.
—Sí, eso es; y además me gusta que puedan aparecer una segunda, tercera lectura… que haga que quien escucha se pregunte: ¿y de qué estará hablando? O que incluso lo interprete por su cuenta. No soy alguien que se pasee por el lenguaje, ni que sienta poder entrar y salir a gusto de la poesía. Mis canciones nacen primero de la armonía, luego de la melodía, y al final de la letra. Y las letras tienen que ver con cosas en las que piensas o que te tienen agarrada del pecho, y que no tienes tan resueltas todavía pero que vas encajando.

Liberado en marzo pasado, no pudo tener Ciénaga un peor momento de lanzamiento.

«¡Imagínate! Si recuerdo lo que proyectaba entonces para el disco, lo que podría haber hecho con él… habrían pasado cosas bien importantes, la verdad», admite Isidora, quien de todos modos ha encontrado en el encierro espacios nuevos para la práctica, la composición e incluso la gestión, gracias a la interesante convocatoria de un ciclo de "Festival de Invierno" por streaming (pueden revisarse registros y futuras fechas en instagram.com/festival.de.invierno), organizado junto a músicos y artistas cercanos (algunos, ocupantes de su misma casa, como su hermano y su sobrina).

«Claro que es raro pa' la cabeza esto en lo que estamos. Pero, por otro lado, estamos todos en la misma, entonces no es que me quede atrás. De pronto no viene mal parar en esto que llamamos carrera, y tomarte un recreo sin que eso te perjudique. Lo que hago ahora es sin apuro, sin esperar resultados, sin juicio».

 

I.O. – Ciénaga
(2020, Autoedición)

Isidora O'Ryan: voz, guitarra, vibráfono, sintetizadores y chelos.
Instrumentos e invitados: Andrés Abarzúa (programación, sintetizadores, marimba, guitarra, piano preparado, bajo eléctrico y glockenspiel) y Jim Hast (programación, vibráfono, glockenspiel, arpa, bombo legüero, chajchas y sintetizadores), Pablo O'Ryan (batería), Gad Xoyon (timbales y tam tam), Gonzalo Contreras (fagot), Alejandro Pino (trompeta), Fernando Milagros (voz en "Naufragio").

Producción: Andrés Abarzúa y Jim Hast (estudio 11:11).
*Todos los temas compuestos por Isidora O'Ryan.

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