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Encandilado Bicentenario

 En materia de música, con el Bicentenario como excusa, diversas iniciativas han confundido patrimonio con popularidad.

viernes 17 de julio de 2015

Las grandes fechas son, también, grandes excusas para revestir de solemnidad lo que diariamente se revisa con apuro. En obras públicas, el Bicentenario ha sido un permiso para, con mejor o peor suerte, legarle a la comunidad grandes obras que supuestamente brindarán un servicio cotidiano del 2010 en adelante; y en televisión la fiesta ha permitido recalentar viejas y necesarias lecciones de Historia. La música chilena ha ocupado hasta ahora la misma pompa que casi todo lo referente al hito independentista, pero sin un fondo coherente que asegure la permanencia de esas iniciativas una vez que pasen las celebraciones. La canción chilena se disfrazará en los próximos quince meses de gala y alta estirpe, pero todo indica que el vestido no se ha confeccionado a la medida para hacerla sentir cómoda ni el maquillador llegará a tiempo para asegurarle un resplandor duradero.

Cuando se habla de música y el Bicentenario de Chile, ni lo más obvio puede darse por contado. Tanto la Comisión Bicentenario como el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar han aprovechado la coyuntura del 2010 para elegir una canción "emblemática" del gusto popular en lo que va de República. La oportunidad lógica para revisar el cancionero criollo se ha topado con un criterio tan bombástico como confuso: no será una canción necesariamente chilena la que resulte de ambas elecciones, sino un tema internacional que, según las bases de ambas convocatorias, "represente el gusto de los chilenos". Eso deja en igualdad de condiciones a Violeta Parra, John Lennon, Tom Jobim y Frank Sinatra, y lo que en cualquier carrera sería seña de la alta competitividad de nuestra mejor música, en el aniversario de la República huele a intromisión foránea indebida.

En un giro identificado como "Canciones con historia", el Festival de Viña lanzará a competencia nueve temas extranjeros (escogidos por una comisión) y uno chileno (voto popular) en busca de "el más querido". No está claro quiénes interpretarán estos clásicos populares en febrero. La alcaldesa Reginato sueña con un gran karaoke multilingüe: "Estas innovaciones permitirán que el público cante con entusiasmo estos temas, transformándose la Quinta Vergara en una gran fiesta musical donde se encuentren distintas generaciones", dijo al explicar el sistema. Mientras, la Comisión Bicentenario convoca en su sitio web a elegir el "Cancionero del Bicentenario", entendido éste como "las melodías que han acompañado generaciones, y que, con temas nacionales e internacionales, constituyen la banda sonora de nuestra época". El sistema de voto popular deja abierto el riesgo de la acción organizada de algún fanclub poco interesado en nuestro patrimonio (¿Michael Jackson? ¿Luis Miguel? ¿La Noche?), en la medida que explícitamente invita a pensar en "la canción más querida, no la mejor".

Es cierto que esa misma Comisión impulsa la iniciativa Voces para el Bicentenario, y que dará a conocer en septiembre una "Cueca del Bicentenario", según el criterio de un jurado especializado. Pero, también, la promesa de ediciones de consulta a su cargo quedó, a la larga, sólo en el recomendable libro En busca de la música chilena, tras el cual nuevos rescates --investigativos, discográficos, documentales-- podrían haber convertido la fiesta patria en motivo para un legado duradero, de consulta y fortalecimiento patrimonial, tan necesario en nuestra precaria industria del disco y en el acervo del archivo periodístico. Nuestros 200 años de historia republicana parecen, a la luz de algunas iniciativas en torno a nuestra música, más bien aquellas escasas décadas medidas por lista de ventas y people-meter.