Foto:

No opines: registra

Avanzamos, pero uno de los dramas de la música chilena sigue siendo su precario registro.

viernes 17 de julio de 2015

La inauguración, a fines de septiembre, del sitio web vccl.tv ha generado una generosa cobertura en medios usualmente escépticos a la importancia de nuestra música, como noticiarios nocturnos o diarios que siguen al detalle cada gesto irrelevante en televisión. El interés es bienvenido, pero no puede sorprender: uno de los dramas de la música chilena sigue siendo su precario registro.

La consulta sobre fechas, títulos e hitos en torno a las canciones, discos y videos chilenos es una labor dificultosa e imprecisa, en la que ni siquiera instituciones oficiales han puesto cuidado. vccl.tv tiene un vínculo natural con nuestro trabajo en musicapopular.cl, precisamente por el resguardo prioritario que ambos sitios le han dado al registro; incluso por sobre actividades periodísticas que hoy en Chile generan más ruido y atención, como la opinión, la denuncia o la promoción.
No estamos solos en este esfuerzo. En los últimos quince meses, once libros chilenos han engrosado la delgada biblioteca sobre música local. Desde la investigación sobre raíces rockeras de David Ponce en Prueba de sonido, a la biografía del menor de los hermanos Parra (Canarito, el Parra que faltaba, de Pablo Padilla), cada uno de estos libros ha elegido ceder la voz autoral a una historia más amplia que sus redactores y más importante que la visicitud de sus opiniones: son libros de mucha entrevista, verificación de datos y copia de archivos. Son textos que priorizan la función de consulta por sobre el posible debate que pueda generar un ensayo subjetivo.

El más reciente documento al respecto es Ecos del tiempo subterráneo, investigación de Gabriela Bravo y Cristián González sobre la actividad musical y política de las peñas en los primeros años de dictadura. Tan ricas son las anécdotas allí reunidas, que es sorprendente que un reporteo así no se haya hecho antes. La misma sensación de alivio se tiene ante los recientes documentales cinematográficos para las historias de Los Blue Splendor o Los Ángeles Negros: grupos con trayectos de atractivo automático, que superan con creces decenas de guiones de ficción con más presupuesto y fama.

No son historias las que faltan en nuestra música, sino recolectores de ellas. Quienes debían llevar la cuenta se descuidaron por demasiados años, y hoy son investigadores jóvenes quienes salen a la caza de ese material olvidado. La opinión incesante puede ser vigorosa, y dar la apariencia de salud democrática, pero constituye un paseo circular y sin destino cuando se emprende sobre un área mal contada y peor archivada. Conocer, en cambio, lleva al asombro, la comprensión, y, ojalá, la inspiración. Hoy en Chile sobran las opiniones. Nosotros elegimos registrar.