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Arreglen las leyes

Un consumidor de cannabis no es un peligro para la sociedad.

viernes 17 de julio de 2015

Al momento de escribir estas líneas se cumplen quince días desde la detención en su oficina de Providencia del productor musical Manuel Lagos, quien espera hoy en prisión preventiva avances sobre su situación judicial. No hubo modo de esquivar la noticia la tarde de ese miércoles 15 de mayo. El allanamiento de la PDI a su productora, Evolución, ocurrió justo cuando allí se encontraban los integrantes del grupo Los Bunkers, y numerosas cámaras y reporteros de televisión esperaban afuera la conclusión del operativo, incluyendo un equipo del programa de comidillos “Primer Plano” (Chilevisión), que con el material acumulado aprovechó de rellenar luego su cupo para “El escándalo de la semana”. No hay que ser muy suspicaz para concluir que si Lagos apareció esa noche esposado en todos los noticiarios de las nueve fue gracias al dato oportuno de la propia PDI a la prensa.

Cuatro meses trabajó en el caso la Policía de Investigaciones hasta dar con su objetivo. Intervenciones telefónicas permitieron identificar a Lagos como un comprador de marihuana abastecido por Hans Quinteros Montenegro (también detenido). El primer parte policial afirmó que la última transacción entre ambos había sido de dos kilos de hierba. En menos de cuarenta y ocho horas, la cifra fue bajando a un kilo, luego 780 gramos y, en definitiva, 520 gramos de Cannabis sativa —la precisión es secundaria cuando el caso ya ha llenado titulares y los errores no se pueden borrar de las búsquedas por Google—, que es la cantidad por la cual Lagos sigue ahora en el penal Santiago 1, y arriesga una condena de hasta cinco años y un día. El fiscal a cargo del caso considera que el monto incautado configura el delito de tráfico ilícito de drogas por cuanto «no puede ser considerado para consumo […], y de acuerdo a los antecedentes expuestos en la audiencia, podría haber una facilitación eventualmente a terceros lo que se pudo desprender de la escuchas que fueron reproducidas en la audiencia».

La jueza Marisol Ponce, en tanto, justificó la prisión preventiva para el productor en que, dados los antecedentes, éste «constituye un peligro para la sociedad».

¿Por qué abordamos este caso en un sitio de información musical? En parte, porque Lagos constituye un productor reconocido en el medio, ocupado no sólo en la organización de actividades en vivo con intérpretes locales (entre los más recientes e importantes, la feria Pulsar, los conciertos chilenos en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y el aniversario de Radio Uno) sino también en la publicación de discos (La velocidad de la luz, el nuevo álbum de Los Bunkers, fue editado en Chile bajo etiqueta Evolución). Lo anterior no lo exime de juicio legal alguno, por supuesto, pero pone en perspectiva la imperdonable ignorancia de uno de los partes policiales que en algún momento lo identificó como «personaje cercano a la farándula».

Pero, también, el caso roza asuntos más amplios, que merecerían un debate mayor al que se ha ventilado hasta ahora. Tan sólo el sentido común se eriza ante la desproporción de una incautación como la descrita y la pena de cárcel que hoy afecta a Lagos, así como el tiempo y los recursos públicos que hasta ahora ha exigido un caso de gran impacto para la pauta editorial promedio pero que en nada debilita la cruel cadena de narcotráfico que socava la salud de miles de chilenos adictos a sustancias como la cocaína y la pasta base mientras enriquece a sus violentos proveedores. Lo dijo el actor Ariel Mateluna en marzo pasado, cuando fue detenido por otro operativo policial por la misma causa: «No soy un delincuente. Arreglen las leyes». Que un consumidor tenga un peor trato público que un vendedor de droga es un mal chiste que subraya el sinsentido de una penalización que hace rato nuestro país debiese haber zanjado de mejor modo, sea estableciendo reglas claras sobre la legalidad del consumo de marihuana (hoy en una zona indefinida, abierta a interpretaciones); sea permitiendo el autocultivo de plantas alucinógenas, sedantes o curativas; sea tomando resguardos ante el abuso de publicidad de determinados procedimientos policiales.

Nos preocupa, además, el doble discurso que se instala en un medio que aún considera riesgoso trasparentar el consumo de sustancias intrincadas a opciones personales legítimas, que pueden ir desde el autoconocimiento a la inspiración creativa. Los propios integrantes de Los Bunkers se refieren a la marihuana en el filme autobiográfico Un documental by Sonar (2011), lo cual sería relevante para este debate si no fuera porque casi no hay banda rockera célebre que no haya acompañado parte de su trabajo con el gusto por la cannabis: de tan frecuente, el dato ha dejado de ser a estas alturas siquiera una seña digna de mención.

Las dificultades que el medio local presenta para la profesionalización de la música no pasan sólo por la baja paga a sus creadores, la falta de espacios para la interpretación en vivo o el escaso interés de las radios —asuntos discutidos hace décadas— sino, también, por esa ignorancia orgullosa que homologa música y desate, creación y bohemia evasiva, gestión independiente y juerga inconducente. La prisión de Manuel Lagos y el trato dado a este caso por los miembros del poder judicial, el Ministerio Público, la Policía de Investigaciones y algunos periodistas es parte de ese intolerable descuido, con cuyos afectados solidarizamos y frente a cuyas motivaciones no nos queda más que cuestionar quiénes son los verdaderos peligros de esta sociedad.