La detención en canciones de bandas como Orgasmo, Los Jorobados, Pinochet Boys, Dadá, Emociones Clandestinas, Niños Mutantes, Vandalik, Cesantía, Fiskales Ad-hok, Anarkía, Vino y Muerte, Ocho Bolas, Santiago Rebelde, Índice de Desempleo, Los Peores de Chile y Los Miserables le permiten al autor «comprender de manera clara el por qué la canción punk sirvió como medio de expresión para toda una generación que no se sentía identificada ni con la oficialidad ni con la oposición de la época», en sus palabras. El ensayo es valioso por conseguir revisar ciertos datos difundidos hasta ahora como verdades inamovibles del movimiento (como un origen cronológico y geográfico único que es tal, estima el autor) y por ajustar la carga política específica que éste tuvo, incomparable con la de otros creadores en simultánea oposición a la dictadura.
«Sostenemos que la canción punk chilena es un discurso doblemente contestatario, que responde críticamente tanto al contexto de opresión de la dictadura militar como a las formas de resistencia cultural propias de los grupos opositores, concentradas en torno al Canto Nuevo. En este sentido, el punk chileno diseña una hoja de ruta propia, que se se nutre de una tradición muy distinta, y que representa nuevas formas de lo popular urbano en Chile. Al no haber identificación con la Unidad Popular y su ideario, pues la primera generación punk nace y se cría en plena dictadura, sin referentes históricos precisos, los jóvenes punk no comparten dichas formas culturales. Esto posibilita el surgimiento de una nueva manifestación artística, que se aleja de la raigambre popular tradicional y que conglomera a un nuevo grupo social».
No es una crónica de referencia histórica ni una investigación periodística que integre, por ejemplo, entrevistas, sino un ensayo que mira con profundidad un género en un período específico.